Retrospectiva: A 50 años de Buon Vecchio Charlie

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Buon Vecchio Charlie se formó en Roma en 1970, como una banda de cinco piezas. Luego de grabar algunos demos, consiguieron un contrato con una discográfica y grabaron en Venecia, en 1972, los temas que más tarde conformarían el disco que nos convoca, agregando un sexto miembro – músico de sesión – a la agrupación. A pesar del soberbio disco producido y el interés por la banda de varios productores, el álbum no se editó en el momento: quedó guardado en algún estante durante casi veinte años, para ver la luz en 1990 en formato CD, y con cantidades limitadas.

Otro ejemplo más de los lamentablemente innumerables grupos de progresivo italiano que lograron plasmar su arte en un único, aunque maravilloso, disco (tal vez la nostalgia lo vuelva más extraordinario aún). Los integrantes siguieron sus caminos musicales; algunos juntos en una banda de jazz-rock llamada Bauhaus, otros de forma independiente, aunque nunca volvieron a juntarse para darle nueva vida a las piezas de este álbum.

Abre con “Venite Giù al Fiume”, con las notas de la conclusión de “Peer Gynt Suite No.1” del compositor Edvard Grieg en la flauta, y con el resto de la banda acompañando luego. Muy rápidamente la melodía entra un vertiginoso crescendo, que se interrumpe repentinamente con la flauta, y da paso a un cambio de ritmo dominado por la guitarra. El saxo se abre paso, protagonista, para ir intercalando con la última, hasta que un pequeño paréntesis cede el lugar a un pasaje más jazzero, con la vuelta de la traversa al primer plano y una guitarra limpia acompañando con acordes; estos dos instrumentos quedan solitarios, aislados, hasta la entrada de la voz: unas pocas líneas recitadas acompañada por guitarras. Un intermedio se sucede con otro ritmo, algo más cansino que el anterior, pero con la misma fórmula: la flauta como principal, y por detrás – pero no menos importantes – la guitarra y la base rítmica. Luego de algunas frases más, la pieza retorna al estado inicial, con las notas de Peer Gynt en la flauta.

Se vuelve a acelerar a fondo, destacándose las notas punzantes en el bajo y el trabajo agotador del baterista, junto al vuelo de la flauta. Se alcanza un clímax, y aquí es donde se asoma por primera vez el órgano a la delantera. Este punto alto se prolonga por algunos segundos, a lo que suceden líneas un tanto más apagadas en las teclas, pero haciendo un vaivén que tensa el clima. Todo se encamina a una conclusión, que se presenta con un saxo maravilloso, acompañado del resto de la banda sin desentonar. Se calman las aguas por algunos instantes con la ayuda de las teclas, pero un riff de guitarra apenas distorsionada y las manos de un verdadero trabajador de la percusión hacen que lo que tendía a desaparecer, renazca con un nuevo fulgor, regresando –  está es la última vez –  a las notas “robadas” al noruego, cada vez más aceleradas, finalizando el primer track rompiendo los tachos de la batería. Impecable.

El segundo tema, “Evviva la Contea di Lane”, comienza con un tono apacible: una guitarra acústica, unos suaves golpes a los platos, una voz como en penumbra, abriendo paso al bajo y la flauta, y luego al órgano, que le da un toque más revoltoso. Un corte y se vuelve a la misma fórmula dos veces. Muchas veces resulta imposible describir con palabras algo que se siente, que hace vibrar el cuerpo, y esto me sucede con lo que continúa: la entrada del saxo, la comunión entre el resto de los instrumentos me pone la piel de gallina; no puedo relatar ni describir mucho más.

El tercer – y último – elemento del disco original es “All’Uomo che Raccoglie i Cartoni”, que comienza muy similar en arreglo al segundo. La calma se rompe con todos los instrumentos gritando, quedando el órgano solo por algunos instantes, para que luego el saxo se luzca; cabe mencionar que la base no decepciona nunca, y es bien jazzera, con muchos acentos bien colocados. A continuación se dan algunos diálogos entre guitarra, órgano y la base rítmica, apareciendo esporádicamente el saxo para extasiarnos. Un silencio abre una ventana de tranquilidad con la acústica, el órgano y la traversa, aunque no dura demasiado. Una melodía eléctrica creada con estos dos últimos anticipan algunas frases de voz, rematadas por un sintetizador que le da un nuevo aire a la obra; despacio se va quedando solitario, la voz ingresa nuevamente, y aparecen unas líneas deliciosas de guitarra española.

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Se vuelve a un espacio previo, con el órgano más limpio, finalizando con un punteo de dicha guitarra. El bajo rompe el ensoñamiento con una línea bien jazzeada, a la que se incorpora la batería, la guitarra, la flauta y el órgano en la misma dirección. Se mantiene el diálogo con la incorporación del saxo, hasta que deciden darle un cierre, bastante similar a la segunda pieza, pero con un pequeño paréntesis de guitarra, y el ¡piano! El disco termina con los músicos dándolo todo, como si no hubiera un mañana.

Los bonus tracks que aparecieron (desconozco en que edición) son “Rosa” e “Il Guardiano della Valle”. El primero, durante casi toda su longitud, es un tema que remite a las obras pop de comienzo de los 70′; está dominado por el piano y resulta un tanto simple comparado con el resto, aunque tiene en el segundo grupo de versos un punteo de guitarra interesante pero escondida, y al final se transforma completamente a un ritmo de jazz, donde la mencionada se vuelve protagonista. «Il Guardiano» es más folk, con una línea de violín, y donde se usan la base rítmica y la guitarra limpia haciendo acordes, acompañando a la voz.

Este es uno de esos discos que sorprenden a primera escucha; más allá de que no haya elementos desconocidos para el progresivo, presenta puntos muy altos, de gran conexión entre los músicos, y eso se siente en la piel, en el cuerpo: son esas obras que pueden llegar a sacudirte el alma, si las dejas.


Créditos:

  • Richard Benson: voz, guitarras.
  • Luigi Calabrò: guitarras, coros.
  • Sandro Cesaroni: saxo, flauta.
  • Rino Sangiorgio: batería.
  • Paolo Damiani: bajo.
  • Sandro Centofanti: teclados.

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