The Aristocrats y los tres reyes magos en Compostela (13/11/2023)

Santiago de Compostela acogió este pasado lunes 13 de noviembre, en una de sus típicas noches lluviosas, al trío de infatigables extraterrestres The Aristocrats. La nave pilotada por Guthrie Govan, Marco Minnemann y Bryan Beller estacionó en la mítica sala Capitol con toda su maquinaria engrasada, lista para la acción. En frente, se albergaban cientos de fieles devotos venidos de diversos rincones de la comunidad gallega.

Sobre el escenario todavía vacío, tres bajos, una preciosa guitarra y una equipada batería armada hasta los dientes y adornada con, paradójicamente, muñecos de goma presagiaban un show único. Ahora sí, el tema «Satisfaction» de Devo a modo introductorio marcaba el pistoletazo de salida apareciendo uno a uno los protagonistas. No solo en presencia física sino también formato musical interpretando dicho tema al estilo propio. Sus caras derrochaban máxima felicidad y satisfacción. Podría decirse que fueron creados desde su génesis para hacer música.

 

The Aristocrats y la extravagancia musical

Su setlist arrancaba con «Stupid 7», cuyo sonido todavía estaba ajustándose, pero sin ser obstáculo para que el caos y el absurdo virtuosismo rellenasen todos los rincones de la sala. Así, a modo de hechizo primigenio, Guthrie Govan desplegó la fuerza divina de su guitarra para dar entrada a Marco y Bryan. Las secciones despellejadas transitaban desde instrumentaciones más asequibles y ambientales, a brillantes destellos propios de la música docta pasando por toques más duros y pesados.
 
Sin preparativos previos y sin tiempo para asimilar la sobrenatural experiencia previa, Bryan Beller, cabecilla y portavoz, nos presentó dos de los tres temas adelanto que se vendrán pronto en su nuevo trabajo. Un secreto a voces que para los más fans no vino de sorpresa. No haremos spoiler, tan solo diremos que «Drink Package» y «Sgt. Rockhopper», los temas en cuestión, se mueven por unas arenas que combinan la experimentación, el jazz fusión y el heavy metal. Aquí Marco Minnemann se sacó de la chistera fills que no hacen más que confirmar su status de baterista top mundial.
 
Con una introducción muy cómica y humorística Guthrie Govan nos introdujo en «Bad Asteroide» y su temática, previsible a decir por el título del tema. Ya sabéis: meteoritos, dinosaurios y cataclismo. El título es claro, no tanto su música. Así sacan todo el poderío creativo en unas de sus composiciones más reconocibles. La exhibición de guitarra es sublime, desde la melodía principal, a los arreglos y desarrollos en un tema que se mantiene en la perfección más absoluta desde su inicio improvisado hasta su final. No pierdan el tiempo leyendo y pongan la oreja en esta obra de arte
 
La épica «The Ballad of Bonnie and Clyde» salta al ruedo en el momento oportuno y es que tras el éxtasis anterior solo un tema de este calibre puede mantener el nivel en lo más alto. La rítmica introductoria de Minnemann es bfff…¿magistral? Y la ejecución de notas y los slides de Govan hacen entrar en orgasmo a todo aquel que se preste únicamente a escucharlo. Como decimos epicidad, belleza y virtuosismo reunidos en un solo tema. Con que pecaminosa facilidad alcanzan la perfección una y otra vez.
 
El tercer y último adelanto hasta la fecha, «Aristoclub», entraba con promiscuidad en lo más profundo del sistema auditivo del público gallego. En su carta de presentación sus protagonistas la describieron estilísticamente como una pieza de «dance-funk». Con este detalle, nuestras cabezas quedaron si cabe todavía más confusas. Lo que quedó reflejado y, de nuevo, sin ánimo de hacer adelantos improcedentes es la capacidad de componer locuras sobrenaturales. Pero para sobrenatural el solo posterior de batería de Marco Minnemann.
 
De tan solo dos brazos y dos pies resonaban golpes e incoherentes rítmicas para el cerebro humano. Irrepetibles e incatalogables, ya que en los arreglos y los gambeteos no solo no repitió patrones sino que experimentó también con métodos menos habituales. Complejos malabares, golpes entre baquetas así como el uso de muñecos de goma como bocina conformaban el extenso y original abanico de recursos. La técnica, la creatividad y el desparpajo en su máximo esplendor.
 
Con elegancia y cierta melancolía «Through the Flower» apareció en escena cuando nos acercábamos al ecuador del show. Más slides, más técnica depurada para dar color y forma a uno de los momentos álgidos de la noche. Los matices a las seis cuerdas, muy estilo Joe Satriani, serenaron a un público desencajado de tanta excelencia. En este sentido, la imagen visual y su actitud así como la puesta en escena del trío, lejos de la soberbia que podría considerarse lógica en estos genios, es de lo más humilde, cercano y dicharachero que se pueda apreciar en cuanto a calidad artística.
 
Sin reparos y sin fisuras arrancaba «Ohhhh Noooo», cuya línea de bajo mantiene la base idónea sobre la que crear y colorear infatigables melodías y riffs. Así, tanto fills imperceptibles a la vista humana como velocísimos punteos aparecen y desaparecen como por arte de magia. En una de las múltiples escenas cómicas de la noche, Marco Minnemann ayudado de nuevo por un muñeco de goma de un cerdo simuló el riff inicial del tema con su sonido. Finalmente no podía faltar la música espacial para incidir de nuevo en el riff protagonista.
 
Sorprendentemente el ska se cuela en los primeros segundos en «Furtive Jack». Pronto florece el desarrollo en sensuales aguas blues para cocinarse finalmente a fuego lento hacia derroteros más jazzies. Amalgama enfermiza de estilos. A su vez, la veloz base de batería y bajo contrasta con la lenta y experimental selección de notas de Govan. Este último pronto gana rapidez, peso y presencia cerrando la puerta a la ordinariez. Slides, tappings, armónicos y barridos cierran a modo de fantasía las elegantes melodías que monopolizan dicha pieza. Despliegue mastodóntico de recursos y técnica. ¡Que barbaridad!
 
El punto más lento y sentimental de la noche lo ofreció «Last Orders». Introducción a base de arpegios mimetizados en desarrollos de altísimos quilates. Guthrie Govan sabe magistralmente hipnotizarnos con su mástil y sus recursos pero también atraparnos con sus preciosas escalas. Bryan Beller también hace lo suyo, enamorando nuestros tímpanos a través de su bajo. Suave y dulce, nostálgico y melancólico, para hacernos recordar que sus dotes de virtuosismo son inhumanos pero sus sentimientos y emociones completamente terrenales.
 
La contrapartida reaparece en «Blues Fuckers», un tema con matices humorísticos y alegres que se diluyen en la exquisita base funk. La experimentación y la improvisación salen a relucir en los últimos compases de una noche memorable. Aparentemente no quedan reductos sonoros a los que recurrir pero en el enésimo ejercicio de majestuosidad se lanzaron a la carrera para finalizar sagazmente con un juego de interacción rítmica con el público. Tan geniales que se permiten bajar a la imperfección tangible.
 
De esta forma se daba por cerrada una noche mágica, lluviosa también, pero cuyo aroma desprendido no hace más que demostrar que la música es absolutamente universal. No hay lenguaje en toda la galaxia que separe el tremendo poder de este arte y ProgJazz, como de costumbre, estuvo de nuevo presente. Y lo que nos queda compañeros, porque el futuro es nuestro.

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