Congreso y su disco homónimo (1977): Folklore progresivo latinoamericano

Nunca pensé que iba a reseñar un disco de Congreso, menos de esta época. Puede ser porque, por años, jamás tomé demasiada atención a su música, y me avergüenzo profundamente por no haberlo hecho antes. Una mezcla de inmadurez y de ceguera, se unían a una tremenda artillería musical que venía de muchos lados del mundo y me hacían dejar de lado lo más local. Sin embargo, el vivir en la V Región (Chile) me hizo más cercano al aire margamarguino, y con eso me contagié de una forma de composición que se da, solamente, en aquellos senderos. Quilpué, Viña del Mar, Villa Alemana, Valparaíso, todo junto en una olla que le da un sabor y un sonido característico a todos los proyectos musicales que nacen por estos terruños.
Es por eso que Congreso, junto con Los Jaivas, se han convertido en una especie de eminencias del rock chileno. Sin embargo, debo hacer una diferenciación (y una apreciación muy personal): Congreso y Los Jaivas, ambas bandas de la V Región y con fechas de inicio relativamente parecidas, han recorrido caminos totalmente diferentes. Los Jaivas conservan una especie de aura que les rodea con una carga histórica que suma viajes, giras emblemáticas, una obra magistral como lo es “Alturas de Macchu Picchu”. Incluso, la responsabilidad de tener que entonar himnos conocidos por todos. Entonces, dentro de sus más de 50 años de carrera, Los Jaivas, al parecer, ya hicieron lo que debían hacer. Y hasta ahí no más llegamos.
Por otro lado, Congreso lleva en su mochila 17 discos de estudio, más 4 discos en vivo, lo que los convierte en una de las bandas más prolíficas en el género. Además de demostrar una creatividad activa, pura, original y actualizada con los tiempos que corren, coherente en sus relatos, reflejos de una sociedad chilena capitalista que pierde, día a día, la curiosidad y las ganas de escuchar verdadera música nacional, y no lo que la industria musical les da en bandeja.
A pesar de todo lo que Congreso ha hecho, siento que el reconocimiento ha sido lento, alejado, como esquivo con ellos. Pero, con el avance de los años, la banda se ha hecho de un espacio grande en el corazón más profundo de esta ingrata tierra.
“Congreso”, el disco de la decisión
En una búsqueda de información para el lector, el disco que hoy nos convoca es el tercero que publica la banda de Quilpué, allende el año 77. También es, quizá para muchos, el disco que, de una u otra forma, marca el camino musical más progresivo de la banda. Es una especie de introducción al mundo de los tiempos cambiantes, baterías enigmáticas, letras mucho más crípticas y oníricas.
Además, este disco marca un paradigma que provoca una especie de antes y después, pues Tilo González toma la decisión de dejar de estudiar arquitectura y dedicarse a la música como forma de vida. Es también el álbum en el que ingresa uno de los históricos de Congreso: Hugo Pirovic, quien aportaría con su flauta traversa y diversos otros instrumentos, con un sonido que acompaña hasta el día de hoy a la agrupación.
Además, este disco (también conocido como “El disco Café”) es una joya de la música chilena y, por qué no decirlo, de la escena progresiva mundial. Poseedora de canciones que abarcan desde el folklore latinoamericano hasta el más ecléctico rock progresivo, esta placa cuenta con melodías emblemáticas a la hora de poner las credenciales de la banda sobre la mesa.
Las canciones de “Congreso”.
El LP parte con El Color de la Iguana. Una canción que hace guiños a una especie de joropo venezolano, con claras referencias sicodélicas en su letra y marca, de alguna manera, una característica en el sonido de Congreso: las constantes citas al folklore de nuestra tierra y de América Latina, dándole ese calorcito que, muchas veces, nos hace falta en la música de otros continentes.
Le sigue Volantín de Plumas, quizá uno de los títulos más reconocibles de la banda, que nos entrega ya un sonido mucho más chileno. Esto, pues se intercala con lo docto, sin perder el rumbo con un 6/8 bien marcado y una lírica a la que Pancho Sazo nos tiene acostumbrados con descripciones de paisajes, romanticismo y metáforas que ocultan una maravillosa forma de protestar contra lo que estaba ocurriendo en nuestro país durante esos crudos años 70. Hay que acotar que, en este disco, Tilo González presenta cada vez más composiciones creadas por él. Estas poseen un claro tinte progresivo y jazz, que junto a las influencias de nuestra tierra, dan un sonido propio, difícil de encontrar en otras agrupaciones chilenas.
Es por eso que Si te Vas cuenta con esos cortes de tiempo que hacen que su línea melódica se vuelva intensa, con suspensiones y arreglos que introducen la canción que viene: Los Elementos. Desde esta canción en adelante, el disco toma un camino más experimental, donde se prueban las herramientas cognitivas y creativas de cada uno de los integrantes de la banda. Quizá de ahí el nombre de la composición, pues se trata de una creación grupal que pasa por diversos pasajes. Partiendo muy calmado, un crescendo aéreo que nos entrega la calma para sorprendernos con el ritual pagano que se asoma hablando del origen del universo y de la humanidad. Un relato que se corona con un “y llegaron los Hombres…” que, con ritmo de tonada, cierra esta maravillosa canción.
Continúa con El Cielito de mi Pieza. Esta es una de esas canciones clásicas de Congreso, conocida por sus más acérrimos fans, coreada en los conciertos. Esta meditativa melodía grafica la juventud de un país ilusionado con un nuevo horizonte. Tu Canto es de aquellas melodías que te atrapan desde el inicio, pues parte con fuerza marcando el ritmo que predomina, con bombo, charango, guitarra eléctrica y una letra potente que habla del canto que se abre camino, gigante como “una mano de carbón”.
Y llegamos a la que sería el cierre del disco, la pieza que pone el broche de oro al Disco café: Arco Iris de Hollín. En un despliegue importantísimo de creatividad y dividida en 3 partes (Samba del Sol Humillado/ Cueca del Apocalipsis/ Final) nos toma de la mano y nos lleva a un viaje que te atrapa desde el primer acorde de cuerdas, que nos introduce en un trance majestuoso de música inimaginable por estos lados en aquellos años negros. Acá hay una creatividad inquieta, curiosa, original, que no pierde el sonido característico de nuestra tierra. Sin embargo, nos da a entender que estamos ante una gran exposición de arte sonoro, que avanza y crece, como un agujero negro que va expandiéndose y absorbe y crea nuevos mundos.
¿Qué más se puede decir de este disco que no se haya dicho o escrito? Lo único que puedo hacer es invitarlos a sumergirse en el mundo sonoro de Congreso, quienes, en sus más de 50 años de carrera, han sabido reinventarse y mantenerse frescos, joviales y activos. Con su creatividad intacta, dando material que será investigado, en algún momento, proféticamente y tal como lo dijeron ellos mismos, por los arqueólogos del futuro.