Congreso y “Estoy que me muero” (1986): El disco angular

Congreso Estoy que me Muero reseña ProgJazz Jacinto 1986

 

Un necesario recorrido por Congreso y su álbum “Estoy que me Muero”, editado en 1986 por el sello Alerce. Un disco rodeado de cambios en la alineación del grupo, y que representa las impresiones que tiene sobre Chile un ficticio navegante africano, repasando, con maestría, varias complejidades propias del país.

Si no me equivoco, el año 2018 fue un año de descubrimientos musicales. En realidad, con este afán melómano que siempre he mantenido activo, todos los años son años de exploración sonora, tanto como ejecutor o como oyente. La curiosidad es uno de los motores que me mueven durante mi cotidiano andar y es así como, de vez en vez, me quedo pegado con algo y no descanso hasta escuchar lo que exista dentro de mi obsesivas ganas de saberlo todo. Es así como me sumergí en la música progresiva, en el Rock en oposición, en la discografía de muchos y muchas que me han marcado de una u otra manera.

¿Por qué les comparto esto? Pues, en 2018, entre el bullicio de las micros, el humo de la comida callejera, la rutinaria vida de oficina, los completos en el Portal Fernández Concha y los lanzazos en el Paseo Ahumada, comencé el periplo por la discografía de Congreso, de inicio a fin. Si bien había tenido una experiencia en vivo, durante mi adolescencia en un concierto en el Parque Forestal durante una celebración católica y escuchado con anterioridad el Viaje por la Cresta del Mundo, o los sencillos que se cruzaban conmigo en la radio, no tenía ninguna relación con la obra de Congreso. Por lo mismo, era primordial partir desde el origen mismo. 

Es así como di con las bandas juveniles en las que tocaron los hermanos González o en la que cantaba Pancho Sazo, para luego, seguir con “El Congreso” y sus sucesores. Todos, maravillosos abanicos de colores que retomo con mayor regularidad que en el pasado. Pero, sin lugar a dudas, hay obras entre esos discos que, de forma muy notoria, marcan cambios de dirección en el sonido de la banda de Quilpué y es sumamente interesante darse cuenta de esos paradigmas que aparecen en la cronología de Congreso. 

 

“Estoy que me Muero”, el disco angular

El disco que me lleva a escribir todo esto es el Estoy que me Muero, disco publicado el año 86 bajo el alero del sello Alerce. Se había ido Ernesto Holman de la banda, también volvía a la voz Francisco Sazo. En reemplazo de Holman llega Carlos Gana como bajista, pero solo por un tiempo, pues junto con Anibal Correa, encargado del piano, se van de la banda y queda ese flanco disponible.

Así es como hacen ingreso los, entonces, jóvenes miembros de la gran banda Fulano (banda que merece un texto eterno y complejo para hablar de ella), quienes desde el bajo y los teclados/ sintetizadores, darían un nuevo aliento a la música de Congreso. Nos referimos a Jorge Campos y a Jaime Vivanco, respectivamente. Ambos talentos congeniaron muy bien a la hora de convivir con los otros miembros de la banda, teniendo en cuenta que las mentes creativas en la agrupación eran varias y muy activas, lo que provocó que se generara una simbiosis de creación y música única en su especie. 

El disco parte con una premisa, un concepto. Acá se crea la figura ficticia de un navegante africano llamado Marcelo Nkwambe, que pasa por Chile al inicio del siglo 20 y cuenta sus aventuras y apreciaciones que tiene del país. Claro, todo esto relatado en canciones que, de forma simbólica, también van dando pistas de lo que ha ido pasando en esta larga y angosta faja de tierra. 

 

Las canciones

El disco parte con una secuencia que percute un tiempo que perdura toda la canción, llamada La Isla del Tesoro, cuya letra habla de un amor de puerto en medio de la ensoñación. Un amor de esos que marcan, pero también se toma el tema del abandono, el desarraigo, como un guiño al exiliado que vuelve a ver su tierra. Además, todo esto se suma a las maravillosas líneas melódicas de los bronces, el piano de Vivanco, la bellísima entrada de la marimba y las complejas formas que Campos le pone al bajo. Y esta es la partida, una especie de corrida de telón para adentrarnos a una cara nueva, fresca y propia. 

Súbete a la Vereda es una muestra de cómo Congreso siempre sale de sus territorios para adentrarse en ritmos que, sin ser latin jazz, tienen ese dejo de la mezcla de estilos, pues acá también hay picardía y folklore chileno en la letra. Estamos adentrándonos en este minuto del disco a lo que será el sonido de un Congreso más pop, más ochentero, pero uno bien refinado, con una originalidad y buen gusto difícil de encontrar en otras bandas chilenas de la época. Sin perder, además, lo progresivo o más experimental que sigue presente, pero esta vez en formato canción.

Niño es quizás una de las más minimalistas del disco. Aquí se aborda una teoría que leí en un paper sobre Congreso escrito por Rodrigo Pincheira, en donde dice que, en su discografía, “uno de los elementos que caracteriza el discurso del grupo chileno Congreso (Quilpué, 1969) es la preocupación por el Otro, la condición de alteridad, poniéndose en el lugar de muchos “Otros” y alternando la perspectiva propia con la ajena”. O sea, acá escuchamos la voz de un niño que mendiga en la calle, víctima del sistema, parte del abandono para con las y los más pequeños.

Toda esa imagen se mezcla con la arremetida de una percusión electrónica, que persiste hasta explotar como una industria que se te viene encima, mientras el violoncello del fallecido Patricio González nos eleva más allá del horizonte con un solo que crispa los pelos. 

Continuamos con Canción de Nkwambe, que nuevamente nos presenta al navegante que reflexiona y dedica sus pensamientos a “todos los hombres que están mal”. Acá, en un tono de jazz contemporáneo, más calmo, que con el recorrido de la canción tiene un crescendo majestuoso, progresivo. Algo que ocurre en el clásico Calipso Intenso, Casi Azul, que también se abre como una canción juguetona, que va por cierta dirección hasta que aparecen los elementos con los que Congreso nos hace saber que tiene una identidad y que le gusta sorprender con esos arreglos que hacen de cada track una experiencia distinta. Toda canción de Congreso es un laberinto que cuenta con varias salidas. La gracia está en que no sabes cómo vas a llegar ahí, o cuál te va a tocar. 

Estoy que me Muero es la que le pone el nombre a este disco de Congreso. Es, además, una canción especial, que cuenta con lo folklórico más marcado, con un ritmo que se asemeja a lo más tropical. Pero claro, tomado desde el prisma margamarguino de Congreso, quienes no caen en el facilismo del bailable, sino que estas rítmicas se tornan más complejas. Es, sin duda, el ejemplo de cómo Congreso jugó con el concepto de “canción” creando, en este disco, una baraja de composiciones que no sobrepasan los 6 minutos, pero que te pasean de lado a lado con cambios de métricas y estilos.

Esto último también lo podemos ver con Impresiones de Agosto. Un poema experimental sonoro, con una melodía que se mantiene sonando, dándole un tono africano a una lírica de protesta que habla de muerte, memoria, política, Chile y otros tantos temas que Sazo, con una maestría en metáforas, sabe introducir en su trazo. 

Finalizamos con Nocturno, donde Jaime Vivanco nos da la bienvenida con una bellísima introducción de piano y clarinete, que va in crescendo, pasando de luz a sombra y nos hace entrar en la oscuridad. No puedo dejar de destacar el gran solo que Jaime Atenas nos regala. Acá, además, hay una complicidad entre la línea melódica de las voces que aparecen en la canción y la del piano que, al unísono, realizan un ritual que cierra el disco de forma épica y melancólica. 

 

Siento que Estoy que me Muero es sumamente importante en la discografía de Congreso. Esto establece una especie de institución al respecto, pues, ya con las idas y vueltas que la banda ha tenido a estas alturas del partido, se sienten seguros con un estilo propio, único, magistral. Si quieren vivir, de alguna forma, lo que fue esta etapa, aconsejo complementar la experiencia escuchando el disco Gira al Sur, de 1987, donde se tocan varios de los temas del Estoy que me Muero, demostrando lo grandes que pueden ser estos fantásticos músicos chilenos. 

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