El Fairlight C.M.I., la máquina que definió la vanguardia de los 80′

Si existe un ”sintetizador” que abrió los sonidos y las mentes de muchisimos genios musicales de diversos estilos, ese fue probablemente el Fairlight C.M.I. (Computer Musical Instrument).

¿Dijimos sintetizador? Probablemente, no es la expresión más adecuada. Porque claro, existían los Oberheim, los Yamaha, los ARP, Bob Moog, y los Synthanorma como maravillosos antecedentes de tecnología puntera, pero lo que hizo que el Fairlight definiera a toda una generación fue un avance informático que los anteriores no contaban: El microprocesador, lo que lo convertía ya no en un sintetizador, sino que en una estación de procesado de sonidos computarizada; el antecesor de todos los Digital Audio Workstation.

Y hablamos de que era un verdadero computador, no muy diferente a lo que conocemos hoy: contaba con un monitor de neón verde de la época, un teclado QWERTY y dos teclados de cinco octavas; pero lo que lo hizo realmente la vedette absoluta de la vanguardia de los sonidos en los 80’, fue su convertidor de sonidos analógicos a digitales, donde mediante un micrófono se podía grabar cualquier sonido existente, y poder transformarlo en un “instrumento”, jugando con los pitchs.

Pero no nos adelantemos a la historia, que tiene mucho paño que cortar…

Corría 1978, en Sydney, Australia, zona de residencia de un electrónico llamado Peter Vogel, y Kim Rye, fanático de los primeros sintetizadores. Además de su amistad, a ambos los unía el hobby de trastear con las primeras placas madres que se comercializaron de forma masiva en la historia, los dinamos, circuitos electrónicos y los conversores de energía. Esta curiosidad de llevarlo todo más allá les hizo preguntarse…¿qué pasa si unimos un sintetizador con los últimos avances en el campo de la computación?: Un yate que pasaba por esos días en la playa, donde solían juntarse a discutir estas ideas, llamado “Fairlight”, terminó dándoles la idea de un gran nombre para un gran nuevo instrumento, y este gran nuevo instrumento debía llevar un microprocesador.

Aquella idea de estos dos universitarios que solían gastar bromas usando sus conocimientos electrónicos en los talleres de su casa de estudios, dio paso a un emprendimiento serio pero absolutamente artesanal, financiado por fondos de amigos y familiares. Eso, más la ayuda de Tony Furse, otro inventor que solía frecuentar la universidad, y que trabajaba también para Motorola, quien ya tenía a medio camino un sintetizador con microprocesador a modo de desafío (sin pantalla, ni teclado, digamos, menos “computarizado”), prefirió llegar a un acuerdo y ceder su licencia a estos muchachos, que ambicionaban con algo nunca antes visto; a cambio de llevarse una tajada de las ganancias.

A la vez que Peter Vogel terminaba de perfeccionar su conversor de sonidos análogos a digitales, se terminaba de programar el sistema operativo que pesaba menos de 500 kilobytes, el cual permitiría interactuar de manera visual con los distintos “presets” de sonidos del equipo como nunca antes, además de crear muestras de sonido en formato de ondas y gráficos. Junto con ello, contaría con un lápiz electrónico con el que podrías seleccionar elementos en pantalla, funcionando mejor y más práctico que un mouse para estos menesteres, el cual por aquellas épocas aún no nacía de la mano de Xerox. Recordemos que este es un mundo pre – Apple o Microsoft.

Podías tocar la música en el teclado, ver las notas en la pantalla en tiempo real y ver un gráfico de ondas del sonido, podías crear “samples” de cualquier sonido que pasara por su micrófono y guardarlos en floppy disks. Realmente parecía tecnología alienígena.

Muy entusiasmados con lo que se traen entre manos, en las locaciones de Fairlight (básicamente un sótano) deciden “samplear” de todo, y uno de aquellos sonidos sería el que terminaría por definir a toda una generación: El sonido de orquesta, sampleado directamente de un vinilo de los 60′ de la suite “Firebird” de Stravinsky, propiedad de Peter. Este sample se usaría desde discos de Kate Bush o New Order, pasando por música de comerciales, hasta la naciente escena del hip hop y rap de los 80’, con exponentes como Afrika Bambaataa. Incluso se sigue usando hasta el dia de hoy, en artistas como Bruno Mars. Casi nada.

Puedes reproducir dicho sonido abajo, y jugar a recordar de donde lo has escuchado alguna vez en tu vida…

Vogel decidió dejar su natal Australia y viajar por el mundo para mostrar este nuevo invento a todas las casas de distribución de instrumentos y tecnología; pero rápidamente se dio cuenta de que con quienes realmente debía hablar, era con los mismos artistas. En Inglaterra hubo un particular interesado: Peter Gabriel.

Gabriel se queda anonadado. Para él, es lo más impresionante que ha visto en términos de instrumentos en toda su vida, por lo que ofrece a Vogel hospedarlo un tiempo en su casa de Wiltshire y convertirse él mismo en una especie de distribuidor autorizado de Fairlight. De hecho, su primera venta de un CMI fue a John Paul Jones, pero nuestro ex Genesis estaba ansioso por mostrárselo a una segunda persona en especial: “Esto le va a encantar a Kate Bush, a ella le encantan las drum machines”.

Nada hacía presagiar (o bueno, en realidad Peter si lo presagiaba) que ella acabaría tan enamorada de este instrumento, que terminó basando casi toda su carrera en el CMI, y a la postre, sería la artista que llevaría a la máquina hasta sus últimas consecuencias.

Podemos escuchar al Fairlight por primera vez en el exitoso single de “Babooshka” con el famoso sonido de un “vidrio quebrándose”, originalmente grabado por Gabriel. Aquello sería el inicio de toda una revolución, y un sonido que dominaría todos los 80’, regándose como la pólvora.

«The Dreaming«, «Never for Ever«, y para que decir de «Hounds of Love«, no serían lo mismo sin este maravilloso aparato.

Además de Bush, el Fairlight se paseó en la vanguardia, el jazz, el pop, el rap, el hip hop, el rock y el prog: Tears For Fears, Duran Duran, Devo, Peter Gabriel, Stevie Wonder, Pet Shop Boys, Herbie Hancock, Afrika Bambaataa, Jan Hammer, Jean Michel Jarre, Prince, Frank Zappa, Ryuichi Sakamoto, Geoff Downes, Keith Emerson, Alan Parsons entre muchos otros, se rendirían ante el sonido de esta máquina. Vamos, los 80’ suenan a Fairlight.

Fue un game, set y match para los australianos, ellos pusieron la banda sonora a toda una década. Luego viene el resto.

Llegaría a tanto la cosa que en el disco “No Jacket Required” (1985) de Phil Collins, apuntaba en los créditos del reverso del LP “…Y no se usó ningun Fairlight!”, aunque la afirmación de por sí era falsa, ya que algunos de los sonidos eran samples del mismo CMI, solo que sin ocuparlo directamente.

¿Y si era tan bueno, que pasó?

No todo era miel sobre hojuelas. La primera valla que debía superar un artista para adquirir un CMI era su exorbitante precio: Una de estas maravillas en 1982 costaba la friolera de 25.000 dolares. Por ese mismo dinero podías comprar un Ferrari 308 GTB de la época, y te sobraba; o comprar una buena casa, por lo que lo hizo EL instrumento de la elite de los músicos a nivel mundial, y de los estudios de grabación más avanzados del mundo. Lo top de lo top.

Por lo mismo, no tardaron en salir otros competidores a tratar de replicar lo que hacía Fairlight, pero a un precio ligeramente mas económico, como el Synclavier de la New England Digital, o el E-MU Emulator proveniente de Estados Unidos.

“Era demasiado caro para fabricar, todo se hacía a mano, de una forma muy artesanal. Los operarios colocaban los chipsets a la placa a mano, de forma que la máquina los soldara. Mandábamos a etiquetar por separado cada una de las teclas del teclado que comprábamos a Honeywell, mientras adquiríamos las pantallas”

«Siempre estábamos pendientes del próximo cheque de pago para comenzar a trabajar, nuestro margen de ganancias era mínimo»

Peter Vogel

Además, había otra desventaja: La calidad del chipset de sonido original no era la mejor, o no se caracterizaba por tener el audio más cristalino, por lo que todos los discos que basan mucho de su sonido en este equipo llevan este “saborcillo sucio” o “sonido retro” que tanto definió aquella época. Paradójicamente, algunos tratan de revivir este sonido imperfecto como en el estilo “Lo-Fi”.

Ya para 1987, a pesar de que el Fairlight se siguió actualizando con tres nuevas versiones que mejoraban ciertos aspectos de la máquina como la calidad de sonido a unos portentosos 16 bits a 50 Khz (stereo) y 100 Khz (mono), la competencia que tenía la ventaja de poder fabricar en cantidades industriales simplemente los rebasó: Llegaron las Linn Drum Machine, los Akai, los Roland y los Korg, con teclados y sintetizadores mucho más accesibles, transportables y poderosos.

En 1989 Fairlight cayó en una bancarrota de la que jamás se repuso. Los últimos dispositivos se vendieron y usaron hasta 1993, solo para retratar este sonido de la década anterior, pero la máquina ya estaba totalmente obsoleta y superada para aquella época.

El CMI estaba muerto, pero su legado como padre del sample digital, algo común en la industria musical de hoy en día, solo estaba por comenzar…


Melómano y coleccionista de música en formato físico. Baterista de Hobbie. Uno de los administradores del grupo de Facebook chileno "King Crimson en Chile", con contacto directo con el sello DGM de Robert Fripp y David Singleton. Me gusta escribir sobre música.

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