Jethro Tull seduce Vigo con su folk rock (27/05/2023)
Vigo se congregó este sábado día 27 de mayo como uno de los puntos geográficos del progresivo. La razón era el desembarco de Jethro Tull a la costa gallega con motivo de la gira de su reciente trabajo RökFlöte. En cuanto a su promoción, se produjo con la formación que lleva funcionando desde ya hace un par de años compuesta por Ian Anderson a la cabeza, John O’Hara a los teclados, David Goodier al bajo, Scott Hammond a la batería y el joven Joe Parrish a la guitarra.
La ilusión en la humilde ciudad obrera era máxima. No es para menos, no todos los días se dejan ver artistas de la talla de Ian Anderson, con una dilatada carrera a sus espaldas de más de 60 años. La puntualidad y la rectitud marcó los momentos previos del concierto. En este sentido se nos avisó que así que saliera Anderson al ruedo la gente ya no podría entrar al auditorio y que nada de fotos ni vídeos. Algo que parece excesivo pero que razonadamente es lógico y entendible.
Finalmente se hicieron excepciones, los asistentes entraron de a pocos cada cierto tiempo, sobre todo en cada parón entre tema y tema para no molestar ni afectar al desarrollo del show. En cuanto a las grabaciones solo se permitieron grabar los momentos finales. Difícil contenerse pero como era de esperar no hubo ningún tipo de problema.
Desde el primer momento se hizo patente que el aspecto visual iba a tener un protagonismo fundamental. Las imágenes y las escenas, a modo de hilos conductores, no dejaron de mostrarse en la pantalla gigante que se encontraba a sus espaldas. Como una película musical, se trataron los temas habituales de Jethro Tull: la marginación, el deterioro del planeta, lo romántico de la vida campestre, el significado de la vida, y un largo etcétera de diferentes cuestiones sociales.
El show de Jethro Tull en Vigo
Para júbilo del publico uno a uno fueron saltando al escenario los protagonistas y, sin tiempo ni para presentarse, arrancaron con Nothing Is Easy. Primeros compases, y la flauta ya toma la delantera, rememorando uno de los primeros trabajos de la banda, el Stand Up de 1969. Un álbum fantástica del que tiraron mucho en el setlist. Por otra parte, los juegos y cruces instrumentales serán la tónica general, algo recurrente en sus composiciones.
With you There to Help Me atrajo más reminiscencias folkies al auditorio. Ahora era el turno para Benefit, homenajenado de esta manera el que sería el primer disco de los 70s. No obstante, la producción, lejos de tener un talante más clásico y orgánico, gozaba de un sonido limpio y nítido. Algo que nos sorprendió, dándole un cariz levemente moderno. La ejecución de los músicos en su totalidad fue excelso.
Preparamos la orejeras en modo sinfónico para el precioso tema Sweet Dreams. Un interesante corte que contiene una rítmica entre western y de marcha militar contrastada por los pegadizos estribillos. Supuso por otra parte el punto de despegue y aclimatamiento de la banda. Ya empezaba a notarse que la maquinaria empezaba a engrasarse, a carburar con óptima materia prima.
La melancolía se condensa con We Used To Know, un tema sin flauta y que sigue una línea más estándar. No por ello deja de ser una maravilla. Además, la sorpresa vino por la incorporación de la estructura armónica del mítico tema de los Eagles: «Hotel California». Otro punto memorable y rebosante de feeling nació de la línea vocal de Anderson junto a los magistrales solos de guitarra por parte de Joe Parrish. La versatilidad del británico de tan solo 28 es pasmosa, con un eclecticismo fácilmente apreciable en los arreglos, los solos y mismo en la ejecución. Difícilmente un guitarrista podría sonar en ocasiones a metal en Jethro Tull y pasar el filtro de Anderson. Acierto total su incorporación, no cabe duda.
El aspecto visual ganó enteros con Wicked Windows. La música teatralizaba a la perfección las imágenes y los vídeos proyectados, produciéndose una simbiosis de sensaciones auditivas y visuales. Aquí se mostraban las consecuencias de los conflictos bélicos, cuyos perjudicados son siempre los mismos: las clases populares, mientras los responsables viven ajenos y se lucran de todos sus males. Una temática mostrada con algo de picardía, recurso habitual en Anderson.
El anterior baño de triste realidad se vio amenizado con Holly Herald, perteneciente a su vigésimo segundo trabajo, The Jethro Tull Christmas Album de 2003. Una preciocísima pieza rebosante de influencias y evocaciones medievales. Cálido y radiante, las melodías de cuerdas y teclas se colaron en cada rincón del auditorio.
Mine Is the Mountain trajo consigo uno de los climas más conmovedores de la noche. La sección rítmica de piano, combinando elegancia y misterio es sublime, con una aportación vocal y de flauta repleto de sentimiento. Personalmente el mejor tema (o mejor diré, mi favorito) de Jethro Tull de entre toda la discografía del siglo XXI. Una obra maestra, tan minimalista y lenta como conmovedora. Adictiva a más no poder.
Hammer on Hammer, perteneciente a su último trabajo, muestra la eterna juventud de la banda, no ya solo por la flexibilidad y equilibrio de Anderson al tocar sobre una pierna en su característica pose sino por la creatividad y la ingente cantidad de ideas a la hora de componer. Los punteos de guitarra, con un aire al estilo Santana, ayudan a la hora de colorear hermosas melodías.
Otro momento de ascensión se produjo con Bourée. Magistral la ejecución de flauta y la cohesión de todo el conjunto. Con este agradable sabor de boca la banda dio paso a un generoso descanso. Tiempo muerto aprovechado para saludar a las caras conocidas allí presentes. Muchos y grandes músicos locales congregados ante un ídolo que tiene cabida en todos y cada uno de los géneros del heavy-rock. Muestra definitiva de su grandeza.
La segunda mitad del show destacó por el dinamismo y la puesta en escena de Ian Anderson, correteando de aquí para allá y danzando sin parar como pícaro juglar. La esencia Jethro Tull en su máximo esplendor. Reanudación con Heavy Horses, una especie de cabalgada a través de folk campestre en cuyo contenido lírico se homenajea a los caballos. Muy en la línea de Anderson. Los preciosos desarrollos de cuerda no cesan, sintiéndose cierta nostalgia a través de la música.
Escalas árabes y gruesas rítmicas fluyen con viveza en The Navigators. La potencia va creciendo y la soltura es máxima. No cabe duda que estos dos últimos trabajos, tras el largo parón compositivo de inicios de los 2000, trajo consigo ciertos cambios en la producción. La guitarra eléctrica toma mayor protagonismo, dotando de mayor dureza y presencia en el conjunto.
Retomamos la flauta al centro del tablero para la instrumental Warm Sporran. El folk se baña en progresivo aquí, resaltando distintas capas melódicas de viento y cuerdas junto a una línea de bajo excepcional. Con el transcurso los coros dan cierto carácter épico a una composición más que interesante. Un tema en concreto y un disco en general más que infravalorado.
Otro salto hacia delante con Mrs Tibbets. Lo que comienza con una preciosa introducción de flauta se torna cercana a una base AOR e incluso pop, con unos sintetizadores y teclas que recrean atmósferas muy ochenteras. Fondo algo comercial para lo que es Jethro Tull pero sin verse por ello afectada su esencia. No cabe duda que sus últimos trabajos tienen un nivel altísimo, sonando frescos a la vez que fiel a los setentas.
Dark Ages como bien dice el título, se mueve por pasajes oscuros y pesimistas. El despliegue de virtuosismo es evidente, rezumando por todos los costados progresivo primigenio y también matices barroco. Otra vez el arte visual contextualiza todo el entramado musical con criterio. Repetimos que es un enorme acierto este detalle, exprimiendo sin demoras todo el jugo lírico e interpretativo de Ian Anderson.
La energía y la furia se acabó desatando con los grandes éxitos Aqualung y Locomotive Breath. Y es que todavía quedaban dos pesos pesados en la recámara, poniéndose toda la carne en el asador para los minutos finales. Por ello, el público no pudo contenerse más, inmortalizando el momento con sus teléfonos móviles. Ahora sí que estaba permitido.
Interesante la adaptación del tema Aqualung, que se inicia a la inversa, es decir, con un extenso desarrollo para finalizar con el riff inicial. Una estructuración original, que muestra la vitalidad y el afán de evolución de Ian Anderson. Como decimos, la guinda al pastel la puso Locomotive Breath un tema que no sufre del problema de la temporalidad. Más de medio siglo desde su composición y tanto su ejecución como su contenido son de máxima actualidad. Obra maestra sin parangón.
Entre aplausos y justamente ovacionados, se despidieron Anderson y su banda de un expectante público agradecido por el brillante memorandum. Mientras tanto, Vigo se prepara para el futuro, y es que Anderson reconoció en varias entrevistas no dejar de componer e incluso tener material para otro nuevo álbum. De momento toca esperar y mantener intacta la ilusión. Quién sabe, quizás más pronto que tarde tengamos a Jethro Tull de vuelta.