Kamaal Williams, «Stings»: Lo bello del dolor en dos miradas
Antecedentes
Contados con los dedos de una mano son los genios contemporáneos que brillan con un talento en los teclados para generar atmósferas y sensaciones envolventes hasta los cinco sentidos. Es el caso de Kamaal Williams, un músico inglés nacido como Henry Wu y cuya formación espiritual (hijo de musulmanes practicantes, padre británico y madre taiwanesa) lo motivó a adoptar el nombre «Kamaal», que en el idioma árabe significa «perfección» o «belleza», adjunto al apellido paterno. Tanto con su nombre original como su pseudónimo artístico, ha editado durante poco más de una década un catálogo rico en matices y sabores sonoros, donde su talento en los teclados le ha permitido forjar su propia rúbrica artística.
Es obligatorio referirnos en esta reseña a Kamaal Williams con todas sus letras, porque así es como se presenta en solitario y firma su propia obra, tras su labor como elemento fundamental en Yussef Kamaal, el proyecto formado en lazo con Yussef Dayes. Y con dos trabajos anteriores de temple superlativo, destacando el consagratorio «Wu Hen» (2020), era cosa de tiempo que le siguiera una tercera placa, esta vez dejando en claro su propósito más inclinado a la melodía y procreando atmósferas de corte oriental. Y lo que encontramos en «Stings», su placa más reciente (2023), nos deja esa sensación de intimidad y búsqueda de un explorador que no escatima ideas ni talento en disfrutar el viaje. Un viaje que abarca la introspección y la reivindicación en un objetivo en común.
El álbum
Tras la intro con «The Last Symphony», una pieza que funciona como preludio de alguna película de los años ’40, la ‘voz’ de Williams en el clavinet le da a «The Guvna» un toque de sensualidad coronado con un elegante solo de saxo a cargo de Quinn Mason. Muy al estilo del funk en los ’70s y las superestrellas como Stevie Wonder en su era dorada, pero manteniendo el hilo rítmico con que los brochazos de piano y el respaldo del sintetizador seducen al oyente sin cuestionar nada. De ahí pasamos al corte titular, ya más inclinado a la época de los próceres como Miles y Trane, con la frescura propia de una música que transita por lugares comunes y termina en un futuro no muy distinto a nuestro presente. Notable la forma en que «Stings», el track título, recorre la historia del jazz y progresa desde el swing característico de los años 40-50, hasta desembocar en una cadencia de chill-out que llega en el momento oportuno y sin forzar nada. Unión de mundos y épocas en un mismo universo de posibilidades.
No nos dejemos engañar por la bajada de revoluciones en «Little River» porque lo que disminuye en intensidad, se gana en algo mucho más grande y, en ciertos pasajes, desgarrador hasta para el más escéptico. El binomio Williams-Mason bastándose de sus capacidades para formar una bruma de emociones hasta lo más hondo, responde al impulso de comunicar e intercambiar ideas sin palabras. Y en el momento indicado, «Dogtown» retoma los bríos de la mano de un techno-jazz que combina el buen gusto y la apertura de posibilidades en un hábitat que Kamaal Williams domina como veterano de mil batallas. El bajo de Sharay Reed y la batería de Greg Paul se suman a la conversación y adquiere un protagonismo gravitante en el desarrollo de la pieza, hermanando la captura de un momento de inspiración con los recursos de la electrónica y corrientes disímiles (en apariencia) como el hip-hop. Al menos es lo que se nos presenta en pasajes como «Repercussions», un mid-tempo donde los estilos mencionados sirven de base para que Williams y Mason, ambos socios en el mismo emprendimiento, entablen un diálogo de sonidos e ideas en un ambiente de reunión de amigos, siempre en compañía de un buen licor.
Es entendible que cuando lleguemos a «City of God», nos preguntemos de dónde salió esta pieza de violín y guitarra española. Es verdad, se siente fuera de lugar en un álbum donde supuestamente predominala modernidad, pero Kamaal la tiene clara cuando hablamos de ir por lugares inesperados, incluso dentro de la propia obra. Si en la primera mitad del álbum el socio de Williams era el saxo de Quinn Mason, ahora tenemos el violín de Stephanie Yu en dicho rol- Y es ahí donde el viaje que es «Stings» adquiere otro aire, uno más enfocado en la raíz familiar. Porque Stephanie Yu, una violinista clásica de talento sideral, nació en Taiwan, el país de origen de la madre de Kaamal, y la pieza titulada con el nombre del país, por ende, funciona como un homenaje de belleza abrumadora hacia el origen materno, y más allá. Funciona, porque hay una idea genuina y la habilidad de Yu en el violín aporta lo suyo a la altura melódica con que la propuesta de Kamaal se mueve en terrenos que muchos aspiran conocer y pocos logran dominar en cada surco.
Si la segunda mitad del álbum está marcada por la lentitud en el ritmo, una pieza del calibre de «Ronan» le da todo el sentido del mundo a dicha decisión. Un par de notas de piano, con el sintetizador a kilómetros en el lejano horizonte, lo que le da una estampa taciturna y lúgubre, con alguno que otro forado para dejar entrar un poco de luz. Y ese mínimo de luz basta para que «Magnolia», con el piano de Williams, nos sitúe en un paisaje desolador por su clima de soledad pura, pero constante en su andar por los constantes altibajos del pasado con la resolución del presente vivir.
El final es de antología, y no porque signifique una vuelta de tuerca para el género, sino porque el ingenio de Kamaal Williams al momento de hacer cosas impensadas, nos sorprende como si a nadie más se le ocurriera. Si «The Last Symphony» es una intro de álbum maravillosa, porqué no ponerla también como cierre, pero añadiéndole letra y voz hablada. Y el resultado descoloca por lo absoluta y definitiva que suena respecto a su «gemela» del inicio. Pegada y con una fluidez tremenda, vuelve «Magnolia», esta vez con un arreglo de cuerdas que potencia su melancolía, como la banda sonora de una película.
Conclusiones
Si bien se valora la presencia de «Magnolia II» y «PKKNO» como bonus track de gran factura, poco y nada alteran la identidad con que Kamaal Williams se planta en este nuevo capítulo de su carrera solista. Hay que hacer el alcance; a veces las políticas de Spotify y otros servicios de Streaming terminan influyendo en la experiencia de escuchar el álbum completo, para bien y (muchas veces) para mal. De ahí lo extrañas que suenan las piezas recién mencionadas, al menos en una placa concebida a la antigua: dos caras, dos climas, dos tipos de hálito, con un inicio y final entrelazados.
De lleno en la obra completa, «Stings» es un álbum que consolida un estilo de volumen astral y, al mismo tiempo, nos avisa que aún hay más en el futuro de Kaamal. Es un trabajo redondo, con dos miradas en un rostro suceptible a las picaduras del la libertad musical. Dos miradas opuestas en su faz, pero con una idea que transforma el daño de la picadura en un nuevo despertar. Es la perfección que Kamaal Williams traspasa de su nombre a la música, la belleza bajo el dolor en dos atmósferas que se complementan como el día y la noche.
Kamaal Williams se presentará en Chile el próximo 27 de Marzo en el Club Chocolate de Santiago. Las entradas están disponibles en el sistema Puntoticket, con un 15% de descuento para quienes tengan su entrada para ALFA MIST.
Escrito por: Korgull Miranding