Chaosphere: Meshuggah y su insano camino a la cima

Meshuggah Chaosphere 1998 reseña progjazz carátula cover

 

Casi un cuarto de siglo del lanzamiento de Chaosphere, tercer álbum de estudio de Meshuggah. Exactamente 24 años, el 9 de noviembre de 1998, desde que los suecos se tiraran al vacío musical, hacia una losa de millones de toneladas de hormigón. Su producción, como es habitual, estuvo a cargo del prestigioso sello discográfico Nuclear Blast.

A estas alturas, Meshuggah no necesita carta de presentación. Basta decir que son los creadores y dioses únicos del djent, un subgénero del metal extremo cuyo desarrollo parte del metal progresivo. Para muchos, el djent es más un recurso musical, una manera de tocar y componer, más que un estilo en sí, pero es una realidad que los suecos lo llevaron a un nivel de tal sumisión y dependencia que bien puede ser catalogado como subgénero con vida propia. Uno ideado por el genio y prodigio a la guitarra Fredik Thordendal. Junto con él, cierran la formación Jens Kidman como voz principal, Mårten Hagström como guitarra rítmica, Gustaf Hielm al bajo y la bestia parda Tomas Haake a las baquetas.

Chaosphere supuso uno de los cambios más radicales de la banda, desechando su lado thrash metal en detrimento de un metal extremo mucho más pesado y hacia unos niveles de tecnicismo inigualables. No queda un mísero destello de melodías. Polirritmia, síncopas, distorsiones salvajes, métricas poco convencionales con total ausencia de estribillos y secciones rítmicas de una complejidad inhumana son la tónica general. Una metamorfosis hacia la experimentación más profunda y pesada posible. Música incomprensible, caótica, pero generadora de un orden vital que queda fuera de toda lógica humana.

 

El caos: el recurso de Meshuggah

¡No podían empezar de otro modo! Concatenation es una apisonadora rítmica en ⅝ que hace gala de la brutalidad y del exquisito dominio del lenguaje musical de los suecos. Golpes desordenados de guitarra y batería que encajan perfectamente en el rompecabezas sonoro que Jens Kidman dirige con su enrabietada voz. Entre medias, un tétrico solo que mezcla melodías jazz con unas bases de podredumbre acústica son la reacción necesaria para hacer estallar un volcán en erupción. Tras esta combustión, la atmósfera se relaja por unos instantes con punteos lentos pero imponentes bajo una base rítmica a todo tren. Se cierra esta auténtica pesadilla con la misma estructura inicial. Queda demostrado que los suecos son talentos virtuosos que no se achican ante nada. No quisiera girar yo con ellos como cabeza de cartel… en decibelios y puesta en escena dejan a cualquier banda a la altura del betún. Qué barbaridad.

New Millenium Cyanide Christ, evangelizado por los fans como uno de los temas más emblemáticos de la banda, nos ofrece una introducción con un marcado groove acrecentado con la parrafada en modo rapeo de Jens Kidman. Pequeños destellos a lo Pantera hacen cabecear hasta al más petrificado de los mortales. Sigue la rítmica con un envolvente solo que parece atraparte en una espiral de oscuridad y pesadumbre. Las bases groovies, con variaciones, se mantienen a lo largo del tema sin descanso. Un segundo solo, en este caso cargado de musicalidad, es la puerta de entrada a un puente que, con un riff pesado como límite temporal, nos lleva a otra entrada, a otra sección. Se sacaron de la chistera una disección excepcional, un troceado de compases que, unidos, conforman un todo cohesionado. No hay espacio para la vulgaridad.

Corridor of Chameleons, con una crudeza infernal, exhibe en los primeros minutos oleadas de rasgueos polirrítmicos. Un machaque sin descanso. Antes de que nos estalle la cabeza, el tema baja marchas con otra larga sección hipnótica a la vez que cadenciosa, y un potente doble bombo de fondo que sirve de metrónomo. Aunque creo que no lo necesitan, ya lo tienen incrustado en su psique y sus muñecas, porque no fallan una nota ni sin querer. Unos prodigios. Dentro del caos perturbador general, este quizá sea de los temas más accesibles de todo el álbum. Mucho groove y thrash metal, recordando a sus dos trabajos previos.

Por otra parte, Fredik Thordendal no podía dejar escapar la oportunidad de deleitarnos con otro solo, marca de la casa. Su estructura y sus arreglos son inconfundibles, sabes a quién estás escuchando. El tema transcurre en la misma línea instrumental, al que se le añaden estribillos vocales llenos de flow, aportando un matiz melodioso en su tramo final. Lejos de parecer cargante, que lo es, nos deja una sensación de insaciabilidad, de dura adicción a los riffs finales.

Amagan con una composición más suave en Neurotica, dentro de los estándares del metal extremo técnico y lento, hasta envolvernos en sus perturbadoras ambientaciones habituales. Juegan con lo impredecible de su música. No obstante, a decir por el tempo, en 102 ppm, las vibraciones sonoras circulan, haciendo una analogía, por derroteros pesados y empedregados más que por caminos rápidos y vertiginosos. Gran labor la de Tomas Haake con su juego rítmico con los toms aportando musicalidad y colorido al corte. Este tío sabe lo que hacer en cada momento. Por momentos, parecen resguardarse bajo una atmósfera apesadumbrada y densa, casi doom.

The Mouth Licking What You´ve Bled es otra carga vitamínica de toneladas de decibelios. La nota distintiva en este tema son los apreciables matices nu metal: riffs cortantes y directos y los estribillos hipnóticos de Jens Kindman, con mucho gancho encauzado a través de estructuras instrumentales más simples y previsibles. Todo ello, claro está, diluido en la carnicería musical que nunca abandona Meshuggah. La pateada en el culo sin miramientos es ya una marca identitaria, sea el tema que sea. El track cierra con una base rítmica en la que la sonoridad baja muy lentamente hasta desaparecer por completo.

La polirritmia es llevada al extremo en The Exquisite Machinery of Torture, en donde las secciones de batería y de guitarras en su conjunto nos llevan al límite de la confusión y la locura. Sin duda, Tomas Haake es uno de los precursores del mathmetal, con una presencia protagonista y de liderazgo en muchas ocasiones. Como salido del mismísimo psiquiatra, Jens Kindman nos lleva hacia el delirio, ya sea con sus murmullos o con sus inhumanos berreos infernales. Fredik Thordendal no se queda atrás a la hora de transitar en ese ambiente perturbador con su solo tétrico, llameando atonalidad a doquier. Avisamos: que este tema no te pille en un estado mental débil, porque te lleva directo a un centro de salud mental.

Último round de este combate a muerte, turno para Elastic. Meshuggah no podía acabar Chaosphere de manera más escatológica: nos regalan, diré, nos torturan con casi 10 minutos de cacofonía resonante. Lapso de tiempo eterno en el que parece escucharse un cruce de frecuencias que crece y crece sin cesar hasta volverse insoportable al oído humano… y seguramente al de cualquier ser viviente. Muy de película de terror. Cuando todo parece cerrado, unos estruendos en los que se puede percibir fragmentos del CD, con un desorden y calidad detestables, suenan cortándose repentinamente. El caos se transforma en perplejidad. ¿Qué clase de mentes perversas deciden grabar esto? Pues básicamente, por lo escuchado hasta el momento, unos genios con un pequeño grado de locura compositiva. Punto y final a este desvarío musical.

 

Chaosphere: la primera obra maestra de Meshuggah

Tras su lanzamiento, Chaosphere pronto se convirtió en uno de los trabajos más destacados de la década de los 90 en el metal extremo, alcanzando su sonido definitivo, que se iría madurando y puliendo definitivamente con el paso de los siguientes trabajos. Así es que tras su anterior disco, Destroy Erase Improve, una maravillosa fusión de death metal, thrash metal y jazz, abandonarían completamente esta amalgama de estilos. A partir de aquí todo se vuelve monotemáticamente increíble.

La música está para disfrutarla, pero los que amamos Meshuggah tenemos una relación de musimasoquismo con ellos. Sabemos de antemano que, para los desconocedores o iniciados en su discografía, es una sucia e infernal conjunción de ruido, de caos, de putrefacción sonora. Pero no nos engañemos: tras ello hay un orden cohesivo, una dosis de delirio sanador e incluso de belleza. A Meshuggah o los odias o los amas.

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