«El Ser o el Ente» de Morus: contemplando la existencia humana

Escribir sobre Morus es siempre un placer para mí. Habiéndolo conocido en septiembre de 2020, pocos días después de editar su debut solista con … ¿y el Origen del Universo?, he tenido la dicha de disfrutar de sus trabajos casi al momento de su lanzamiento. Cada uno de ellos, por cierto, ha sabido posicionarse considerablemente en la escena musical tanto chilena como extranjera. De este modo, así como con el reciente EP que Morus dedicó a Klaus Schulze, me alegró muchísimo saber de su nuevo álbum: El Ser o el Ente.
Lanzado el 15 de octubre de 2022, El Ser o el Ente parece ser una continuación del viaje sideral que Morus concibió para su primer álbum. Sin embargo, así como la pasión por la astronomía predominó en su inspiración en dicho trabajo, en esta ocasión Morusvierte otra de sus pasiones: la filosofía. El propio título de este trabajo ya nos da luces al respecto, con la distinción clásicamente heideggeriana entre ser y ente. Esto centra su labor hacia el ser humano, reflejándose ello en la carátula del disco, plagada de colores rojos, apuntando hacia los aspectos más viscerales de nuestra existencia. Un diseño perfectamente interpretado por el ilustrador Mauro Lavalle.
Asimismo, y tal como ha ocurrido con sus dos trabajos anteriores, el sonido del álbum toma sus raíces en la electrónica, con claras influencias de autores tales como Jean-Michel Jarre y del propio Schulze. No obstante, en El Ser o el Ente, Morus decide ir un paso más allá, esta vez acompañándose de músicos invitados en algunos de sus temas. Diego Fernández en la batería (quien ya había participado en su trabajo debut); el gran bajista japonés Kengo Sakamoto (de la banda de Zeuhl Kōenji Hyakkei); y Daniel Casanova (ex R-U Kaiser) en arreglos de flauta. Estas colaboraciones solo expanden el sentido armónico de las ocho pistas del álbum, ampliando los géneros por los que transita, con toques de ambient y de world music.
El álbum
El viaje que Morus ofrece en El Ser o el Ente guarda cierto paralelismo con su debut. En efecto, en Y el Origen del Universo, el viaje pasaba desde lo más amplio hasta lo más contingente, y desde lo primario (asociado la “Incertidumbre”) hacia el futuro del universo, fragmentado a partir del “Fractal”. En El Ser o el Ente ocurre algo similar: la humanidad nace desde uno de esos fractales del universo, y se transforma en lo que somos ahora. Somos una contingencia del universo. Ni más ni menos. Con ello, la importancia de la temporalidad en la filosofía de Heidegger se aborda en todo su sentido.
El álbum comienza con Energía Estelar. Ese impulso que da inicio a toda posibilidad de existencia humana, como un eco del origen del universo, que cae con notas sumamente cósmicas. El tempo acelerado del Moog contrasta con la expresión expansiva de sostenidas notas de sintetizador, en una escenificación de nuestros propios orígenes. No de nuestros antepasados humanos, sino incluso más atrás: la energía que posibilitó, entre otras cosas, la vida misma. Si una Supernova se pudiera musicalizar, tendría su lugar en Energía Estelar.
Etnica se vuelca hacia los primeros años del ser humano. Sonidos de los cuatro elementos (aire, tierra, agua y fuego) adornan, en su extensión, una pista fuertemente arraigada en la música del mundo. Las percusiones suenan tribales, lo que construye la impresión de estar en un sagrado ritual de conexión con la naturaleza.
Seguimos adelante con dos piezas que representan la forma en que se consolidaron los antiguos saberes humanos. Oriente es la primera de ellas. Los arreglos de flauta de Daniel Casanova anteceden a cortinas de sonido que, además, emulan palmas, coros y ritmos propios de tierras árabes. Un sonido de sitar y el juego de microtonalidades se encargan del resto, en una pieza que crece paulatinamente en expresividad.
Occidente, en tanto, ve la primera aparición de la batería de Diego Fernández. Esta pieza dista en su estructura respecto de la anterior, ya que muestra una base rítmica sólida y constante, a diferencia de Oriente, que fluía en diferentes ritmos. Una pista cuyas luces y sombras, tan propias de la evolución del saber occidental, son brillantemente interpretadas por los sintetizadores de Morus.
Luego llegan los tracks que dan nombre al álbum. Un Ser es el primero, antecediendo delicadamente a Un Ente, en otra sutil inspiración heideggeriana. ¿Cómo se diferencian ambos? Sin caer en una discusión filosófica innecesaria, se distinguen porque el “ser” es algo indefinido que antecede al ente, y que determina su existencia como tal. El “ente”, en cambio, es observable y medible. Y el ser humano es el único ente que puede llegar a interpretar el ser. Como indicaba al principio, este es el vuelco que Morus hace para centrarse en el ser humano en este álbum.
De este modo, en Un Ser su indeterminación llega por medio de una pieza absolutamente atmosférica, que reemplaza la melodía por las armonías. Aquí también podemos apreciar la colaboración de Kengo Sakamoto con delicadas líneas de fretless. Un Ente, en tanto, construye una base rítmica marcada, y cuya métrica es bien acentuada por la batería de Fernández. ¡Una magistral interpretación musical de esta tan abstracta distinción filosófica!
Un Sentido llega con una base rítmica bien definida y acelerada. Voces sintetizadas denotan la inquietud del ser humano por responder a su pregunta del por qué estamos aquí. La sensación de vértigo construida muestra, así, una faceta en la que Moruspoco había explorado en su obra solista. Algunos momentos de tensa pausa minimalista anteceden brillantes explosiones de sonidos, que se apagan para entregar el último estertor del disco.
El álbum concluye con Transmutación. Una cortina de sintetizador permite la entrada de la batería, que nos lleva por un resplandeciente pasillo hasta el final. Tanto el sonido de la batería como algunas disonancias movilizan el concepto que le rodea: convertirnos en algo diferente. Esta pista supone un nuevo camino que se abre. Un mundo de posibilidades que, al igual que en “Fractal”, son igualmente factibles. Una infinita secuencia de indeterminaciones futuras.
Con todo, Morus nos entrega otra obra detalladamente convincente en El Ser o el Ente. Más allá de las implicancias filosóficas que expone aquí, continúa siendo un disco fuertemente orientado a la contemplación, gracias a sus cuidadosos arreglos y a la propia estructura de sus piezas. Una contemplación ya no de lo que nos rodea, sino de nosotros mismos, en nuestra condición humana. De nosotros como historia, como un simple punto en el transcurso del tiempo. Desde las estrellas hasta nuestros sueños, El Ser o el Ente define una nueva gran obra de Morus. Una que solo puede mejorar con cada escucha, en un viaje introspectivo hacia nuestro indefinido ser.