«Deliverance»: Opeth y su clímax de brutalidad

Opeth Deliverance reseña progjazz frontal

 

Dos décadas cumple una de las más excelentes joyas de death metal progresivo de lo que va de siglo. Cifras redondas para un trabajo todavía más redondo. En efecto, estamos hablando de Deliverance, sexto álbum en la discografía de Opeth. Dicho trabajo marca una línea de fulgurante ascensión para tocar con sus propias manos ya no el cielo, sino mismo el infinito. Publicado a través de Music for Nations y producido por el excelente músico y genio de la ingeniería musical, don Steven Wilson

La formación, de lujo, está conformada por Mikael Åkerfeldt a los mandos y, junto a él, el dúo de uruguayos, Martín López a la batería y Martín Méndez al bajo, además de Peter Lindgren como guitarra rítmica. Adicionalmente, además de como productor, Steven Wilson colabora con teclados, piano, mellotron y en algunos de los coros. El nivel de complejidad instrumental es enorme, usando constantemente estructuras métricas poco convencionales. De eso iremos hablando a lo largo de esta reseña.

En cuanto al álbum en cuestión, el nivel de bestialidad y brutalidad en Deliverance supone el jamás alcanzado nunca antes por la banda. Quizás, en este sentido, ascendieron al clímax más absoluto. En el futuro tampoco lo alcanzarían, quizás lo rozan con Watershed, pero no a este nivel de majestuosidad. Siguiendo este interesante ejercicio de diacronismo discográfico, se puede decir que en Ghost Reveries tampoco, pues el equilibrio es tal entre las partes limpias y duras que no genera en el oyente esa sensación de ascensión, de levitación, dentro de los parámetros del metal extremo.

 

Deliverance: la cara más oscura y pesada de Opeth

Como una apisonadora sin control arranca Opeth con Wreath. Fills con una tonalidad oscura y un growl breve pero contundente son el primer anticipo que nos ofrecen los suecos. Escasos segundos de descoloque y delirio. Un complejo riffeo anticipa la entrada del Maestro Mikael Åkerfeldt a través de una voz del inframundo, a lo Morbid Angel, con una potencia inusitada. Durante varios minutos el machaque es constante, en una métrica en 6/8, combinándose a la batería bombos simples, corcheas y y semicorcheas dando una base potente a la vez que dinámica. Por no hablar de la genial distribución y selección de los platos en cada momento. Masterclass del bueno de Martín López así de primeras. Las marchas bajan entrando en terrenos incluso doom y gothic metal de una pesadez aplastante. Åkerfeldt desgarra la voz sin importarle tempos, métricas y escenarios. ¡Qué salvajada!

La bestia se echa a un lado, cediendo el protagonismo a un solo de guitarra excelente, rebosante de musicalidad y matices. Belleza y luz en un entorno oscuro y denso. Acto seguido, se combinan exhibiciones instrumentales con secciones vocales infernales. Más alarde de virtuosismo con otro solo magistral, no se guardan nada ni para su intimidad. Siguen los contrastes, ahora entre un coro angelical y la endemoniada tonalidad de Mikael. El broche final lo pone el riff con el que se dio comienzo a esta excelencia de 11:11 minutos. 

Subimos una corchea a la métrica en Deliverance. Ahora se caminan en 7/8, un espectáculo, vamos. Solo unos virtuosos pueden moverse en esta creatividad, cargada de divisiones y fórmulas poco usuales y cambiantes. Riffs contundentes y sugestivos, bajo una base de doble bombo avasallador, sirven de consistencia a los atrayentes growls de Åkerfeldt. Una mezcla perfecta y consistente. Mikael, omnipresente y piedra angular, se viste de ángel para cantarnos con ternura y nostalgia.

Pero no nos olvidemos que detrás de estos destellos de calma, el ambiente sigue estando oscuro y cargante. Se libra una batalla a muerte entre lo más pesado y lo más bello del grupo, produciéndose idas y venidas sin control. Opeth cierra Deliverance con un outro final absolutamente apoteósico. La sección rítmica se transforma en una pasaje altamente hipnótico, drogándote en una espiral de placer sonoro. Esas síncopas y esa métrica son, y perdónenme la expresión, un auténtico orgasmo de larga duración. Composiciones como esta son la razón de por qué se coronaron como una de las bandas de metal del siglo XXI. No exagero, en absoluto.

Seguimos con los números. A Fair Judgement está compuesta en 3/4, y ciertamente no sorprende a raíz de lo expuesto anteriormente. Sí es rompedor hasta el momento el que se trate de un tema lento, melancólico y delicado. El piano inicial, pesaroso, de entierro, anuncia que el track va a ser de máxima tristeza y nostalgia. Åkerfeldt se mueve como pez en el agua en estos ambientes de máximo sorrow. La sección de batería es exquisita, los golpes fantasma así como los distintos volúmenes a la hora de golpear el parche son sublimes, de una delicadeza mayúscula. Martín López es uno de los baterías más exageradamente infravalorados del heavy-rock. Esta belleza reinante solo podría ascender con un solo de guitarra de altos quilates. Así es que no cesan en su empeño de rozar la perfección, exhibiéndonos feeling a raudales a las seis cuerdas.

Lo lógico sería dejarlo todo como está. Pero lo que distingue a los genios del resto de mortales es su capacidad de estar por encima de toda lógica, de lo predecible, y esta no va a ser una excepción para ellos. Así, por enésima vez, nos sorprenden con un outro, una recapitulación genial de una pesadez y lentitud casi stoner/ doom, pero de un poderío señorial. ¡Final inesperado!

For Absent Friends es un interludio de escasos dos minutos que nos hace transitar en un mar de melancolía. Ofrece variedad a la obra global con esta sección de cuerdas, en la que se entrecruzan las guitarras acústicas con preciosos arpegios y elegantes punteos de guitarra eléctrica. Nadie acompaña, ni voces ni tan siquiera otros instrumentos, dando mayor profundidad y soledad a la composición. Un descanso necesario, una especie de tiempo muerto para el derroche de barbarie que se avecina. Apretaros los cinturones.

Uno de los mejores riffs de los suecos sale a flote en Master´s Apprentices. El cabeceo, así como el subidón del momento, son imposibles de controlar. A pesar de la oscuridad que transmiten las armonías de la parte instrumental, están repletas de groove. De nuevo, y acertadamente, se tira de una base de doble bombo dando profundidad y consistencia al tema. El riff llega al clímax en el momento en el que la batería y el bajo se silencian por un instante, solapándose las guitarras en una rítmica cargada de melodía.

Parecería una paradoja, pero así fluye, y como nota adicional, en 4/4 y 6/4. Momento de calma en el que un solo atmosférico, obra de Steven Wilson, hace una breve pero eficaz aparición. Ahora sintetizadores y guitarra acústica se mimetizan con la dulce voz de Åkerfeldt, hasta llevarnos a un terreno fangoso que se abre abruptamente. Guturales a todo tren nos arrollan a lo más profundo de lo tangible, atrapándonos en un foso sin salida. Cierre instrumental que apaga levemente la rabia y crudeza del momento.

By the Pain I See in Other es el tema final. No se aparta de la tónica del álbum al estructurarse en una introducción riffera con tintes tenebrosos y pavorosos que combinan partes sobresaltadas con otras más pausadas. Pero para tétrica la voz de Mikael Åkerfeldt, sobreproducida para dar una sensación de poderío, propio del viking metal, y de terror, al estilo black metal. Un registro espeluznante, a la vez que seductor. No nos olvidamos de la métrica, que combina el 4/4 tradicional con el 6/4. Más soleos de guitarra que preparan el terreno a las voces limpias en un ambiente apacible y sosegado. Pocos momentos así tenemos a lo largo de Deliverance. Distorsiones para adentrarnos en los últimos escenarios de monstruosidad en cuanto a las partes cantadas. Mientras tanto, la instrumentación sigue haciendo virguerías después de casi una hora, hasta dar por terminado este excelso trabajo. 

 

Dos caras, mismo enfoque

El dueto Deliverance/ Damnation, desde un inicio, estaba pensado para lanzarse en un solo álbum. Pero Jonas Renske, cantante de Katatonia y amigo íntimo de Åkerfeldt, propuso la idea de hacer dos trabajos independientes cuya finalidad fuera la de explorar los extremos, las dos facetas de la banda. Así es como nacería Deliverance y Damnation, dos álbumes que van de la mano. Ambos son la contraportada, el primero hacia senderos dentro del metal extremo, y el segundo encaminado hacia el rock progresivo. Uno, oscuro y pesado; el otro, lento, suave y minimalista. Un acierto en toda regla. No obstante, para saciar el deseo de todos aquellos fans sedientos de experimentar algo cercano a la idea inicial, Opeth lanzaría un directo en DVD, que contiene el álbum Damnation íntegro y algunos temas de Deliverance y de Blackwater Park.

A estas alturas, la salida de Deliverance vino a reafirmar el brillante trabajo discográfico de los suecos. Gozaban de una creatividad en constante evolución, habiendo lanzado dos obras maestras previas, como son Still Life y Blackwater Park. Aquí llegan a su cénit en cuanto a brutalidad y pesadez, desafiando, incluso de tú a tú, a los más grandes del metal extremo sin realmente buscarlo. Opeth, lo que si buscaba era hacer algo salvaje, con una presentación de metal extremo, pero manteniendo unas bases clásicas cercanas a un sonido sesentero y setentero. Una simbiosis casi imposible de alcanzar y que requiere de una creatividad y una altura de miras casi divina.

Y vaya si lo lograron. Deliverance es, a día de hoy y tras dos décadas, uno de los álbumes más influyentes y exitosos de la historia del death metal progresivo. Una obra de arte, al igual que lo sería meses después su hermano pequeño: Damnation.

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