Retrospectiva: Still Life de Opeth, a las puertas del cielo

Opeth Still Life 1999 reseña progjazz carátula

Saltan las alarmas, pues tal día como hoy, 19 de octubre pero hace 23 años, se publicaba el Still Life de Opeth. Una obra de arte, una creación sacrosanta, de una banda que empezaba a llamar a las puertas del cielo musical.

No podemos negar que su nombre estaba entre la lista de agrupaciones a tener en cuenta, sobretodo gracias a «Morningrise», pero sería a partir de 1999, a raíz del álbum en cuestión, que los suecos darían el salto de calidad definitivo.

En Still Life ya apenas quedan resquicios del black metal inicial, sí continúan fantaseando en un terreno agresivo pero más suavizado con el death metal. Es decir, el metal extremo sigue como base compositiva, algo innegociable hasta el momento. En el contrapunto, tan característico de Opeth, las secciones acústicas y las voces limpias son el sustrato efectivo en todos y cada uno de los siete temas de Still Life. Sus dosis, siempre estuvieron presentes en sus trabajos anteriores, pero ahora es llevado a un nivel más sofisticado y con un peso mucho mayor en las composiciones.

En cuanto a la formación, a la cabeza pensante y líder Mikael Åkerfeldt, le acompañan Peter Lindgren a la guitarra, Martín López (futuro fundador de Soen) a las baquetas y Martín Méndez al bajo. Interesante la presencia de los dos Martines, dos uruguayos en tierras escandinavas.

Still Life, tal como su anterior trabajo «My Arms, Your Hearse», es un álbum conceptual, en este caso una historia de amor con un fuerte carácter anticristiano. Así, se narra la historia del retorno de un hombre, exiliado de su pueblo natal por motivos religiosos, en busca de Melinda, su amada. Un desarrollo vital que acabará en un fatídico drama. 

La portada, primera en la que aparece el logo de la banda, nos muestra la imagen de Melinda, totalmente afligida y cubierta por un manto. Una cruz en el fondo y un lago y la combinación del rojo y el negro son los elementos que aportan el dramatismo final a una portada memorable.

 

 

Still Life: combinación perfecta de agresividad y melancolía

Ambiente denso y cargado de nostalgia en The Moor. Una introducción que se completa con arpegios y riffs complejos y técnicos. Sin tiempo para prepararnos, la distorsión es la puerta de entrada para el growl del señor Åkerfeldt. Grito de rabia, de ultratumba, que refleja la desesperación de nuestro personaje principal, que desterrado por no ser lo suficientemente fiel, tiene que abandonar su comunidad no sin antes sufrir todo tipo de ataques y humillaciones públicas.

La calma, procedente de las voces limpias y nostálgicas, es complementada con unos bonitos punteos de guitarra. Un puente con otro desarrollo de cuerdas, nos conecta de nuevo con los guturales, combinándose la ira con los lamentos en los minutos posteriores. Podemos sentir profundamente las desdichas del propio personaje. Más arpegios que guían distintas secciones de guitarra y coros, luchan por el protagonismo final con otros gritos de Åkerfeld. Con sus más de 11 minutos es el tema más largo del álbum. ¡Menuda carta de presentación!

Sin tiempo para asimilar semejante despliegue, Godhead´s Lament entra como una apisonadora. Riffs complejos y cortantes, doble bombo contundente y guturales a todo trapo. Tras esta tremenda descarga, la instrumentación baja marchas, incluso podemos apreciar melodías de fondo, mientras Åkerfeldt sigue haciendo deleite de su exquisito dominio de las voces. Siguiendo la línea argumental, ahora el protagonista está decidido a volver a su pueblo, a pesar del riesgo que pueda suponer, para reencontrarse con Melinda. Algo de tregua en el camino.

Unos preciosos punteos inician un cambio de rumbo en donde las voces limpias y cargadas de sentimiento nos hacen entrar en una atmósfera melancólica. Sección de enorme belleza musical. Como era de esperar, de nuevo entran guitarras afiladas y riffs machacones con la bestia desatada de cólera, ya que nuestro personaje descubre que Melinda se ha convertido en una monja. La historia se desarrolla al son de la música. Final apoteósico, añadiéndose coros y voces limpias a la salvaje estructura imperante.

Benighted está ausente de la agresividad expuesta hasta el momento. Guitarras acústicas y voces limpias suponen el contenido musical para representar uno de los momentos más tranquilos del álbum. Los arpegios son increíblemente preciosos creando una atmósfera totalmente triste pero cautivadora con la voz de Mikael. Una delicia de tema, de una belleza que conmueve sobremanera. El contenido lírico nos habla acerca de una carta escrita para Melinda con la intención de convencerla de que abandone las cadenas que suponen la religión para escaparse con él a un destino mejor. Un elegante solo supone la guinda a este precioso track.

Moonslape Vertigo comienza con una larga sección instrumental. Más calmada, más sensitiva. Ahora el sujeto recuerda que si la gente del pueblo lo descubre lo matarán, así que tiene poco tiempo para reunirse con Melinda y tratar de convencerla. La rabia sigue presente en el protagonista, el rechazo de los cargos religiosos a los desgraciados y los pobres es una injusticia que no logra comprender. Una sensación que, por otra parte, Opeth sabe poner en acción a través de los contrastes de su música. Se combinan las secciones instrumentales, acústicas y otras estilo jazz fusión y experimental, con las pesadas y extremas. Compositivamente es otra joya cargada de innumerables matices.

Face of Melinda, con los años convertida en tema de culto, trata sobre la deseada reunión entre los protagonistas, no sin complicaciones, para acabar reconociendo que ella todavía lo ama, finalizando en un encuentro sexual. Encantadores arpegios sirven de enlace a la hermosa y suave voz del Åkerfeldt que parece enamorar al propio oyente. Un precioso registro que sabe explotar a la perfección. Los decibelios suben levemente al igual que la voz pero sin abandonar la belleza que lo envuelve. Tema de cabecera de todo fan mínimamente preciado.

Con Serenity Painted Death llegamos al clímax compositivo, a la catarsis creativa, además de a la parte más intensa de la historia. En ella, múltiples secciones de guitarra combinan a la perfección arpegios, complejas digitaciones y acordes poco habituales así como increíbles solos. Estos últimos numerosos y de máxima calidad. No es excepción aquí la potencia bruta  a las voces, al descubrir nuestro protagonista que Melinda es degollada por un soldado por ser infiel a la Iglesia. En un ataque de dolor e ira mata vilmente a todos cuantos soldados puede.

A representar esa rabia ayuda con maestría Martín López con sus latigazos y contundencia. Además, ofrece patrones rítmicos con marcado groove en las partes pesadas y complejas bases jazz fusión cuando lo pasajes acústicos lo exigen. Provisto de una excelente elegancia y de enorme lenguaje musical, el bajo supone ser la pieza definitiva en el engranaje de esta perfecta maquinaria musical. Esta es la esencia Opeth, su sonido personal, recopilados en los casi 10 minutos que dura el tema. Una auténtica maravilla.

White Cluster es un estallido de odio con momentos de añoranza. Åkerfeldt, personificado en el protagonista, suelta veneno por su boca bajo una instrumentación agresiva y caótica. No es para menos, el personaje es capturado y llevado a la horca. Sólo el arrepentimiento puede salvarlo de la muerte, vía a la que se niega adscribir. Vuelta a la melancolía, últimos deseos de reencontrarse con su amada tras la muerte y precioso lirismo cargado de pureza a cargo del bigotes Åkerfeldt. Pausa y silencio casi absoluto hasta que la instrumentación inicial retoma a la senda del odio para devolvernos otra vez a la calma. Antepenúltimo pasaje, desarrollando un solo de guitarra que se apaga lentamente. Cuando todo parece llegar a su fin, unos últimos y lentos punteos, desde la lejanía, nos advierten de que justo antes de ser ahorcado, una mano se posa sobre él. Es Melinda, lista para acompañarle.

 

 

Opeth, referentes del death metal progresivo

Si bien con «Orchid», «Morningrise» y «My Arms, Your Hearse» se fueron ganando un nombre en la escena, es con Still Life cuando se produce el salto cualitativo determinante en Opeth. Un trabajo increíble, una simbiosis genial que culmina a la perfección brutalidad y agresividad con pasajes acústicos y voces limpias. Experimentando dinámicas que van desde lo mejor del metal extremo con Morbid Angel o Entombed como referentes a lo mejor del rock progresivo con bandas como Camel o King Crimson. En definitiva, una obra magna de referencia para el death metal progresivo

You may also like

Comments are closed.