Reseña: a 20 años de «In Absentia» de Porcupine Tree

Al momento de escribir estas líneas (24 de septiembre) se cumplen dos décadas del lanzamiento de In Absentia, séptimo álbum de la extensa discografía de Porcupine Tree. Considerado entre los trabajos más importantes de la carrera de Porcupine y de Steven Wilson, cabeza pensante y uno de los gurús del siglo XXI en el progresivo y en la escena vanguardista. Supone, además, el primero con el virtuoso baterista Gavin Harrison, quien aporta un salto cualitativo enorme a la banda.
Para gran parte de la prensa especializada, In Absentia es una de las piedras angulares sobre las que gira la escena progresiva del nuevo milenio. Su éxito fue brillante, en buena medida, gracias a su capacidad de adaptación. Así, tras varios trabajos interesantes pero sin una amplia repercusión, Steven Wilson decide tomar un cambio de rumbo.
Antecedentes de In Absentia
A la psicodelia, al art rock, al avant-garde y al synth pop que caracterizaba su base musical precedente, le introduce un fuerte componente metalero. Son años en los que toman fuerza en la escena bandas como Opeth o Meshuggah, de los cuales quedó maravillado el propio Wilson por la extrema pesadez y brutalidad en sus composiciones. Todo ello, al menos en el caso de la banda de Mikael Åkerfeldt, complementándolo con pasajes melódicos, acústicos y suaves cargados de belleza. Es decir, un lenguaje musical refinado y armonioso bajo el caos, forjando una simbiosis totalmente atractiva.
En cuanto al título, In Absentia forma parte de la terminología usada en el Derecho Procesal sobre un acusado o testigo, cuando es mentalmente incapaz de ser representado ante un tribunal en situaciones legales. El propio Wilson profundiza acerca de ello en una de las entrevistas que concedió tras su lanzamiento: “Trata de personas marginales, al margen de la humanidad y la sociedad. Me interesan los asesinos en serie, los abusadores de niños y los golpeadores de esposas… No en lo que hicieron, sino en la psicología del por qué. ¿Qué hizo que se desquiciaran y se torcieran? ¿Por qué no pueden empatizar? Es una especie de metáfora: les falta algo, un agujero negro, un cáncer en el alma. Es una ausencia en el alma”.
La portada, sumamente expresiva, supone el broche final a esta idea de indagar en las enfermedades mentales, que, sin ser conceptual, sí es una constante en el disco.
Las canciones de In Absentia
Sobre el trabajo en cuestión, qué mejor carta de presentación que Blackest Eyes. Inicio de guitarra contundente y oscuro que deja paso a pasajes pausados pero cargados de sentimiento. Ambas secciones, meticulosamente compaginadas, se entrelazan una y otra vez de manera orgánica. Algo con lo que no nos tenía acostumbrados Steven Wilson, y que será una constante a lo largo de In Absentia.
La letra, siniestra y turbia, nos habla acerca de la vida de un asesino en serie, pero contada desde dentro de su propia mente. Nos ponemos en la piel de un psicópata, donde la locura y la enajenación es la protagonista en primera persona. La voz de Wilson es perfecta en la ejecución, al combinar los recuerdos de la infancia que añora el protagonista con un peligroso preciosismo típico de quien disfruta y cree hacer el bien asesinando. Contribuyen a ello, y con gran acierto, las dobles voces, dando una presentación todavía más psicótica. Una genialidad propia de Wilson.
Trains, uno de los temas más emblemáticos de Porcupine Tree, nos devuelve la cordura, pero no sin condiciones. Ahora profundiza en el dolor interior, ese dolor que no se ve, pero que se siente. Así, nos envuelve en una pesada nostalgia que reina de principio a fin. Las guitarras acústicas son clara influencia Opeth, recurso rescatado por los suecos a su vez de Jethro Tull, entre otros, pero dándole una carga totalmente distinta. Del humor dicharachero propio de Ian Anderson al sorrow de Mikael Åkerfeldt o de Steven Wilson, en este caso.
Lips of Ashes es un interesantísimo tema ambiental. El dulcémele, un instrumento tradicional de cuerda percutida, en conjunto con la guitarra crean una relajante atmósfera espacial. Acompaña a esta base la conmovedora voz de Wilson, cargada de un precioso toque art pop. Se cierra este tema con un exquisito solo a lo David Gilmour. Un corte que recuerda a los orígenes vanguardistas y minimalistas de Porcupine.
Por su parte, The Sound of Muzak posee una contundente y sutil crítica a la industria musical. Es así que nos avisa en el estribillo: “una de las maravillas del mundo se está viniendo abajo”. Pero para maravilla, este tema. Los estribillos, el solo de guitarra y el resto de la instrumentación es de lo mejorcito de In Absentia y, me aventuro a decir, que de toda su discografía. Una auténtica obra de arte que nos demuestra que Wilson no solo sabe encajar las notas en su sitio, sino que tiene también un don letrístico a la hora de componer. Todo un caballero hasta para soltar sopapos a los de arriba. Por cierto, sobre la métrica en 7/4 y la increíble pista de batería a cargo de Gavin Harrison ya no me extiendo. Prefiero dejarlo al soberano dictamen del oyente.
Los sintetizadores dan comienzo en Gravity Eyelids. Nos embarcamos en otro viaje sonoro hacia la locura, abducidos por la sutil batería de Harrison y la camelosa voz de Wilson. De las más atmosféricas. Durante el transcurso, una endiablada sección de guitarra parece hacernos retomar la cordura, como un golpe que te devuelve a la normalidad. Es tan solo un espejismo. Tras unos minutos, se cierra de la misma manera con la que se dio inicio. Una maldita espiral cargada de gravedad, un agujero negro con la que Wilson por poco nos atrapa.
En el ecuador nos encontramos la instrumental Wedding Nails, con una potente base heavy y técnica. Un dúo entre Wilson a la guitarra y Richard Barbieri a los teclados, en el que se entremezclan metal progresivo y thrash metal. Supone paradójicamente, ante la ausencia de contenido lírico, un leve respiro, una huida de ese mar de dolor y angustia general que supone In Absentia. Remata en un delirante y tenebroso final. Una maravilla experimental.
Prodigal es una vuelta total a los orígenes de la banda. Psicodelia, progresivo y art rock setentero made in Pink Floyd. Posee unas melodías intensas que la hacen, por ende, uno de los temas más hermosos del LP. La letra, cómo no, es una odisea auditiva cargada de nostalgia y añoranza (¿Otra vez?) por el tiempo pasado. Debemos estar especialmente receptivos para poder percibir los profundos entresijos ocultos tras la aparente simpleza de este corte. Mejora, y mucho, con las escuchas.
En el caso de .3 y Strip The Soul las vamos a diseccionar juntas. Ambas, con un inicio de bajo similar, nos preparan en un ambiente in crescendo en el que se irán añadiendo poco a poco distintos elementos. Misma estructura, mismo modus operandi, pero con devenires totalmente diferentes. Mientras .3 posee un áurea de belleza y pureza, Strip The Soul es directo y salvaje. Este último, con una letra pavorosamente violenta y tétrica, nos envuelve en una base funky y una línea vocal totalmente despiadada que recuerda enormemente a lo mejor de Tool.
The Creator Has a Mastertape, es frenética e instrumentalmente vertiginosa. Guitarras cortantes y una combustionada batería se reparten su espacio con el incansable bajo de Colin Edwin. No podemos pasar por alto la intratable presencia del bueno de Colin a las cuatro cuerdas en todo el álbum. Por su parte, Barbieri recrea una atmósfera aparentemente inapreciable pero fundamental. Sobre la letra, nos habla de un padre de familia totalmente loco y sádico que narra sus perturbados planes de violencia. Una vez más, Wilson haciendo gala de sus recursos con la pluma, creando una historia que mismo parece sacada de un film de Tarantino.
Heartattack In a Layby es una vorágine de sensaciones, una bomba de sentimientos que pondría en riesgo la salud mental y el corazón de cualquier humano. Ya el título es un aviso a navegantes. Cantada con un feeling increíble, es imposible no remover el más profundo interior del oyente. ¿Cuántas genialidades van ya?
Finalmente, In Absentia cierra con Collapse The Light Into Earth, una preciosa balada a piano. En ella, Steven Wilson nos embauca con su conmovedor timbre, su ternura y, una vez más, su eterna nostalgia. Ahora sí parecen vislumbrarse rayos de esperanza. La tristeza sigue presente, como algo innato a la vida, pero desde una visión más pura y sanadora. Al fin, palabras bonitas en una lírica preciosista cuya interpretación es majestuosa. Una auténtica obra de arte, un punto y final a esta dramática historia.
A modo de conclusión, In Absentia supuso un antes y un después en Porcupine Tree y en la carrera musical de Steven Wilson. Una metamorfosis natural y controlada, no espontánea, hacia los senderos lógicos de un melómano y genio musical de la sed experimental de Wilson. A partir de aquí saldrían excelentes trabajos, tanto en solitario como en otros proyectos, como pueden ser Fear of a Blank Planet o The Raven that Refused to Sing.
Considerada por unanimidad una de las obras magnas de lo que va de siglo, In Absentia entra dentro de la oleada de trabajos emergentes con importante afán renovador en el género. Un auge iniciado, a su vez, años atrás, en distintas etapas por bandas como Dream Theater, en los 90, o Queensrÿche o Marillion, en los 80. Por ello, y sin más dilación, no podemos dejar de brindar por los 20 años de su publicación. Una obra histórica y atemporal. Una banda sonora a la locura.