«Symbolic» de Death: la sinfonía perfecta
Por las limitaciones evidentes de nuestro lenguaje se hace sumamente complejo e incluso imposible todo intento de describir la música en su totalidad y con exactitud. Más si cabe de transcribir con palabras todas aquellas obras que se escapan de lo estándar, que gozan de la originalidad rompedora de su generación además de, pasados los años, ganarse el premio de la atemporalidad.
Dentro de estos parámetros se encuentra, sin género de dudas, el sexto álbum discográfico de Death: el majestuoso «Symbolic». Dicha obra es la idea de un ser tocado por la varita mágica de la creatividad, que trató dentro de un género tan socialmente marginado como es el death metal aunar con armonía infinidad de estilos, matices y pinceladas de otros espacios más accesibles y convencionales de la música
Así, la música clásica, el vanguardismo y mismo el jazz son parte de las influencias que dan forma a esta mega-obra bajo una base de metal extremo. Como es de esperar, la técnica está al servicio de Chuck Schuldiner en una concepción personal de la música que sería ilimitada, sin barreras ni fronteras. ¿Quién dijo que no puede uno sonar a Bach, salvando las distancias, dentro del metal extremo?
Pero para alcanzar la perfección no basta con lo puramente musical. Con meticulosidad extrema por bandera, la lírica se aparta completamente de la monotemática típica del metal extremo. No hay sangre y destrucción en sus letras, sino temas filosóficos, sociales y antropológicos. Schuldiner fue un adelantado a su generación hasta en estos detalles sin aparente importancia.
Para tal ambicioso proyecto, ya iniciado levemente con «Spiritual Healing» y dándole forma en «Human» e «Individual Throught Patterns», contó con una formación de lujo. Seguramente los músicos más aptos y visionarios del momento, capaces de acercarse a la concepción de Schuldiner. Conforman Bobbly Koelble como segundo guitarra, Kelly Conlon al bajo y Gene Hoglan a los palos el All Star del momento.
Análisis del disco
Con uno de los riffs más famosos de la historia del metal extremo da inicio el tema Symbolic, bajo el mismo título que el propio álbum. Lenta línea de guitarra y punteos marcados dibujan los primeros compases de una fulgurante travesía celestial, un mágico viaje de no retorno. Las secciones pesadas y vertiginosas se entremezclan hasta llegar al solo con el inconfundible sello de Schuldiner. En sus inspiraciones no cesan las tonalidades agudas, los armónicos y las escalas hábilmente combinadas, encajadas con pasmosa sensibilidad. La primera de las nueve genialidades que conforman esta salomónica obra magna del metal.
Sin ningún tipo de titubeos Gene Hoglan abre la lata con una majestuosa base en Zero Tolerance. Un verdadero pulpo que hace gala de su status y de su brillante lenguaje musical. Cada una de sus decisiones dentro de la percusión es belleza pura. Además, detrás de toda esa gama cromática a la batería, Schuldiner da colorido a las seis cuerdas con una pieza plagada de estructuras. Riffs, solos y variados arreglos dan forma a una pieza excelsa. De nuevo, cada una de las notas están perfectamente seleccionadas, no sobra ni falta absolutamente nada. Música divina elaborada por una de las mentes más brillantes de la historia de la música moderna.
A través de unos arpegios relajantes Empty Words nos prepara en un terreno con una lírica nostálgica y profunda. Los growls de rabia son sostenidos por una iluminadora instrumentación que derrocha a la vez tecnicismo y bellas melodías. El death metal es la capa externa, equilibrada por unas frecuencias puramente sensitivas. Con todo, los vaivenes de secciones thrash con rítmicas vertiginosas y las preciosas melodías no cesan, dando color y forma a otra obra de arte. Polivalencia pura y dura.
Enésima base de bajo y batería sobrada de virtuosismo en Sacred Serenity. Los agudos a la guitarra salen a relucir a modo introductorio hasta que Schuldiner, sin miramientos, saca todo su veneno de su garganta. Veneno gestionado y canalizado de la manera madura y humanista con la que sentía la vida y el mundo que nos rodea. En este sentido fue una auténtica oveja negra dentro del género, o quizás simplemente un innovador. De nuevo da lo mejor de si con sendos solos transmisores de una sensibilidad admirable. Es innegable que el neoyorquino es una fuente de recursos e ideas inagotable
Cogemos aceleración punta en 1,000 Eyes ya que, a pesar de sus puntuales bajadas de tempo, el track navega por aguas rápidas y revueltas. Muy en la línea de sus temas primigenios, dando una masterclass de death/thrash metal clásico. Los taladradores martillazos y las síncopas de bombo de Hoglan agudizan esta percepción caótica. No obstante, Schuldiner no lograría la excelencia si limitara el tema en derroteros previsibles. El toque distintivo surge desde las entrañas de su ser con unas rítmicas rebosantes de groove y unos punteos cristalinos.
Más repertorio y exhibición de riffs en «Without Judgement» en otra explosión de sonidos embriagadores y adictivos. Es un no parar. Los growls quedan en un segundo plano ante semejante despliegue instrumental. Para cuando nuestros sentidos afloran, la alfombra roja se extiende y el telón se baja ante el solo desgarrador de Schuldiner. Ya perdimos la cuenta de cuantos van. En pleno trance, la erupción llega a sus máximos con las digitaciones a máxima velocidad. La excelencia sigue intacta desde que empezó a rodar Symbolic.
Uno de los picos compositivos nos lo ofrece Crystal Mountain con un juego de guitarras maravilloso que flirtea por terrenos neoclásicos. El dominio y buen gusto en las elaboraciones de las escalas es una de las claves del sonido de Death. Al vertiginoso nivel alcanzado ayuda sobremanera la sección de batería, deleitándonos con, entre otros matices, unos largos fills de toms abrumadores. La manera de tocar de Hoglan es admirable, en su mayoría no sigue patrones rítmicos al uso sino que les da la espalda en detrimento de concatenaciones de fills y arreglos. Un auténtico superdotado a los palos. La guitarra acústica del tramo final cierra un tema sencillamente épico.
Primeros segundos de infatigable carrera en Misanthrope para ir bajando velocidades progresivamente. A estas alturas, es de sobra apreciable la influencia y total admiración por Iron Maiden, sobretodo por los constantes cambios que sin llegar a ser progresivo como tal, si son una muestra de virtuosismo y tecnicismo. Gene Hoglan de nuevo saca la bata de sastre y elabora una pista de batería brillante. Los cambios de ritmo y de tiempo son dignos de estudio. A uno se le cae la baba y algo más.
Perennial Quest es la última etapa de este agigantado tour por las montañas de la creación. Una travesía en la que en ningún momento se perdió de vista la fusión de estilos y de variantes compositivas. Ahora, salvajes rasgueos estructurados a través de sus correspondientes melodías conforman una construcción armoniosa a la vez que rebosante de dinamismo. En el ocaso del tema la perfección es alcanzada con dos solos memorables. Cargados ambos de feeling y guardándose la última gota de sentimiento para la despedida, dejando un punto final, un cierre de álbum para la historia.
Camino hacia la eternidad
Después de semejante chaparrón de melomanía, no es casualidad que doctos de la música clásica que se adentraron en Symbolic así como músicos de amplios estilos compartan por unanimidad el respeto total y absoluto por la figura de Chuck Schuldiner y sus obras. En este caso Symbolic supone la puerta de entrada a una nueva visión del género que buscaba no solo añadir ciertas influencias y experimentar con sonidos de otros géneros sino su total integración entre ellos. Una obra que por sobrados méritos alcanzó con autoridad el rango de lo atemporal y universal.