«Suramérica» de Tryo, el viaje como una forma de hacer y pensar

Antecedentes

Resulta admirable lo que ha logrado Tryo en más de 35 años de carrera, con un catálogo que desde los ’90s ha dejado su huella de alcance sideral y un estilo que no para de sorprender. Reduciendo el análisis a la última década, Órbitas (2016) marcó un hito en todo sentido, partiendo por el uso inédito de las voces como parte de una línea expresiva 100% instrumental hasta entonces. Y también por la vena espiritual de su concepto, donde nuestro ser interno se conecta con la grandeza de la Bóveda Celeste. Todo aquello reflejado en un paquete musical y sonoro que se atreve con gusto a dar el paso hacia donde pocos se atreven.

Con tamaño antecedente, y allanando el camino con el compilado «Antología Eléctrica» (2017) y su trabajo de versiones con Ensamble de cuerdas, ya nos podíamos hacer una idea de lo que se venían en el flamante «Suramérica», un LP que, en palabras de sus creadores, marca una conexión fundamental con su antecesor, a la vez que se mueve e impone de manera autónoma. Y es que lo que Órbitas aborda de manera etérea y amplia, Suramérica lo lleva a una experiencia más concreta. Es un viaje al Sur del Mundo, con el foco en la búsqueda de la identidad y el camino hacia la sabiduría ancestral, reflejado en un trabajo musical de jerarquía cósmica. El viaje del héroe llevado al último rincón del Globo, con el presente y el tiempo de los ancestros hermanados en un propósito.

Las canciones de «Suramérica»

Desde el arranque con el corte titular, nos sumergimos en el mundo de la leyenda y, a la vez, los pensamientos sobre el relato histórico se manifiestan en una composición que asoma imponente para desembocar en una pieza con melodía evocadora y coro angustiante. Dos sensaciones encontradas, un sentimiento respecto a la tierra arrebatada de nuestros ancestros por la mano invasora.

En medio de la duda y el horror de una Suramérica que grita ante el asalto extranjero, «Canoeros Celestes» aparece como la luz-guía durante el viaje. Llendo al plano musical, el aporte de Pablo Martinez en los teclados es soberbio, pues sus brochazos sónicos coronan el temple señorial de los Tryo circa 2023. Lo que en absoluto no quita lo potente, sino que incluso lo amplifica con la maestría necesaria.

La quena y el charango llegando para después escoltar el violonchelo de Francisco Cortez, dan paso a la (casi) instrumental «Nómades». Salvo su coro con aire de mantra, es una pieza que permite apreciar la ambición artística de Tryo, con un sonido pesado que el teclado de Pablo Martinez usa como pivote para expandir su umbral en pleno ritual introspectivo. Como guinda de la torta, el solo de Ismael Cortez bastándose de un par de notas y un vibrato único para darle a la canción la intensidad que requiere el viaje hacia los misterios de nuestra tierra. Electrizante y, sobretodo, crudo.

El sentimiento revelador de «Orillas», puede ser tan fascinante en lo musical como desconcertante en su idea a expresar. Lo chocante que nos resulta ver cómo lo sagrado de Suramérica es despojado por la codicia asesina, la reacción convulsa que nos provoca el ultraje hacia el continente ante nuestros ojos… Tryo se despacha, y con toda seguridad, una de sus comportamientos más espectaculares con su estilo cinemático. Lo que debe ser la música, y más en estos tiempos; evocar y rememorar imágenes. Y eso de que la música se puede ver, Tryo lo aplica de manera extraordinaria.

El riff amenazante de linaje carmesí con que «La Huida» emula el choque de mundos, es tan maravilloso como perturbador en su objetivo. Por lejos, la pulpa del disco en toda su plenitud, donde del fragor del enfrentamiento pasamos al refugio en la caverna personal, para finalmente volver a la sección inicial pero en plan de transformación. Si Tryo disminuye la intensidad, lo hace para dibujar pasajes internos y reflejar en la música los pensamientos que nos envuelven en plena hecatombe.

El desplante jaivesco de «Danza Rebelde», conforma una Declaración de Principios sin ningún aditivo ni término rebuscado. El sentimiento de lucha y resistencia interiores, aflora en un corte tan enérgico como revitalizante para quienes sabemos lo que tiene cada individuo por delante de su puño: el destino. Y uno muy brillante cuando el propósito de la lucha es genuino.

Aquí nos detenemos un poco para hacer un paréntesis acentuado en la labor de Félix Carbone, y no sólo en su despliegue monumental en la batería y similares. Quienes hemos presenciado los recientes conciertos de Tryo (incluyendo la apertura para los supremos Magma hace unos meses), nos conmueve la energía que le brinda a la banda Felipe Baldrich, dueño de una pegada que nos pone de rodillas. Como la propia banda nos contó en una entrevista a ProgJazz el año pasado, Baldrich formó parte de todo un proceso previo a la salida de Carbone, por lo que su ingreso fue más allá de reemplazar a un integrante histórico. De alguna forma, podemos afirmar que Félix Carbone hizo su trabajo en Suramérica pensando en lo que se venía y es hoy Tryo al nivel del todo: un grupo humano y musical que, con 35 años en la ruta, se mantiene en pleno estado de gracia y confianza.

El piano de Cecilia Cortéz en «La Unión» (escrita por el mismo Félix Carbone), conjura tanto la redención tras el cataclismo como el (largo) retorno a casa. Un descanso necesario para retomar el camino por el último tramo y aumentar los BPM, como ocurre en «Elementos», sin duda el clímax de una obra brillante hasta el último surco.

El puntapié con un riff furibundo, pasando a un corte acelerado y rico en texturas, nos deja con los pies en la tierra en la recta final del disco. De ahí, la emoción por el aprendizaje obtenido durante el viaje es incontenible, igual que su coro de sello tribal con los elementos adquiriendo forma concreta a puro ingenio y voluntad. El pasaje más rockero y volcánico del largo, con mil cosas pasando en casi seis minutos de música de nivel superlativo. «Aún estamos aquí, siempre, siempre», nos susurran los antiguos habitantes de la tierra desde el tiempo de la leyenda, como muestra del balance obtenido antes de dar el paso trascendental hacia el siguiente nivel de consciencia.

Para cerrar el viaje a través de Suramérica, «Trascender» es la pieza idónea al momento de finalizar un ciclo y antes de renovarlo. Es la representación musical de la cosmovisión indígena, con el bajo fretless del maestro Ernesto Holman acompañado de trutruca, bombo legüero y djembe para rendir homenaje a nuestros ancestros antes de empezar una nueva etapa.

El viaje como una forma de hacer y pensar

Donde otros lo ven como un gesto chovinista o una avalancha de halagos hacia un consagrado, para nosotros es un deber referirnos al calibre que tienen y proyectan las bandas como Tryo en Chile. Originarios de Valparaíso (igual que Los Jaivas, la institución más grande del rock chileno, este mes de agosto celebran seis décadas de carrera), los hermanos Ismael y Francisco Cortez Aguilera han sabido portar el estandarte de la música progresiva a nivel local desde sus inicios en la década del ’80, para hoy darle cara y hombro a cualquier potencia mundial. Una obligación remarcar aquello, y más en esta época, donde la promoción en Europa y otras latitudes como acto principal en festivales de renombre ya es una constante desde hace más de 20 años. Cómo no sentirnos orgullosos. Cómo no jactarnos con tamañas toneladas de maestría e ingenio que, en vez de la fórmula a la segura o la pirotecnia de clínica, son invertidas en la exploración de la frontera final, al mismo tiempo que el disfrute de la aventura refuerza la mística de un conjunto que tiene algo que decir tras el viaje interno.

Otro punto a celebrar es la manera en que la paleta sonora se expande sin perder un ápice de su integridad. Al igual que los todopoderosos Rush durante su ciclo ochentero, la presencia de los teclados y sintetizadores no menguan en lo absoluto la crudeza que distingue la firma de Tryo, sino que la lleva hacia lugares ignotos y fascinantes. Si tienes a un músico como Pablo Martinez, capaz de moverse entre lo clásico y lo transgresor con la fluidez propia de los maestros, es porque hay algo más grande que la convención en tu propósito.

Con un nutrido catálogo discográfico que establece una identidad (eso con que debieran sonar los buenos discos, y más aún en estos tiempos de producción genérica), Suramérica, el álbum, sorprende de entrada, se digiere y gusta como el manjar más exquisito y, lo más importante, reafirma la vigencia de un estilo que moldea su propio canal de expresión en cada producción. De Valparaíso a todo Chile, de aquí a Suramérica y el resto del Globo Terráqueo, es un gusto ver a Tryo abrazando el viaje como una forma de hacer y pensar las cosas antes de comunicarlas mediante lo que importa.


Audiovisual de profesión, melómano por gusto y periodista musical desde el estómago. Amante de la música pesada y el rock de vanguardia, tanto de viejo cuño como lo nuevo. Desconfío de quien reniega de Jimi Hendrix en la música.

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