«Mirror to the Sky» de Yes: ¿El futuro se revela promisorio?
¿No hay Anderson, no hay Squire, no hay White? No hay problema, porque Yes nunca tendrá fin.
Al menos esa es la idea que la banda ha transmitido desde la muerte de Chris Squire en 2015. Chris, sabiendo ya su desenlace fatal, habría comunicado su deseo que la agrupación continuara sin él. Incluso, más allá de cualquiera de sus intérpretes.
Ahora, con la muerte de Alan White en 2022, ese deseo toma relevancia, ya que estamos ante el disco número 23 del inagotable catálogo de Yes, llamado Mirror to the Sky, dedicado a la memoria del fallecido baterista. El segundo disco de Yes sin ningún miembro fundador (luego de The Quest), y sólo con Steve Howe como representante de esas glorias pasadas.
En materia de rock hay una disyuntiva difícil de resolver ¿Qué es mejor? ¿La banda que saca álbumes y álbumes y álbumes de lo que evidentemente sabe hacer mejor que nadie, de esa alquimia perfecta que lograron hace muchos años? ¿O la que toma riesgos e intenta cosas radicalmente diferentes en cada período? Difícil cuestión, ¿no? En el rock progresivo aquella duda se transforma en algo aún más problemático. Y en Yes, alcanza niveles catedráticos.
Antecedentes
Hemos querido conservar la esencia de Yes, pero al mismo tiempo, sacarnos esa mirada retro. Este disco no es retro en absoluto.
Steve Howe, entrevista en «Classic Album Review» , 2023
Las sesiones de Mirror to the Sky provienen de 2020, la misma época donde Yes trabajaba el material para The Quest (2021). Pero, por algún motivo, fueron reservadas para esta nueva entrega. Probablemente, hubo tomas grabadas con Alan White, pero fueron regrabadas por las baquetas del anteriormente apoyo en vivo Jay Schellen, convertido en este momento en el baterista de facto. El resto del personal se mantiene intacto: Jon Davison en voz, Billy Sherwood en bajo, Geoff Downes en teclados, y Steve Howe en guitarra.
Steve Howe ha sido la gran fuerza impulsora de este disco, tanto en su labor como productor del álbum, como de instrumentista. No se le oía tan prominente desde los días de Fly From Here (2011), ya que los últimos dos trabajos, Heaven and Earth (2014) y el propio The Quest estaban llenos de ideas de Downes. Ideas que, más allá de hechos puntuales, parecía que estaban condenando a Yes a lo que yo llamaría un «dinosaurismo» que creíamos se iba a replicar ad infinitum por los siglos de los siglos. Pero que, por fortuna, ha retrocedido un par de pasos, haciendo brillar de mejor forma la altísima inteligencia musical que posee Steve, junto con la pluma de Davison y Sherwood. Y vaya que se nota esto.
Hay otros factores que se conjugan para hacer de este disco una pieza más placentera de oír: Jon Davison ha experimentado con un mayor rango vocal de su voz, entregándonos notas inusualmente más graves. Ello hace relucir, ciertamente, su real personalidad como cantante. Así, se despega de mejor forma de ser «un clónico de Anderson» (aunque lo siga siendo), para aportar mayor diversidad al conjunto, en especial en piezas como «Living Out their Dream».
Además, tenemos apropiados aportes de una orquesta sinfónica, que nunca se hacen empalagosos ni cansinos (como ocurrió en algunas secciones de Time and a Word de 1969). Por el contrario: realzan el atractivo de las piezas. Kudos para Steve y Downes.
Ginger Baker dijo: «un baterista regular hace a una banda regular, pero un súper baterista convierte a una banda regular en una súper banda«. Alan White se sometió a una necesaria cirugía de espalda en 2018, y si bien su causa de muerte sólo fue especificada como «una breve enfermedad», en las últimas giras de la banda estaba en muy mal estado físico, como se comprueba por grabaciones del público colgadas en YouTube. Allí se veía a Schellen llevando todo el peso del despliegue percusivo en el escenario.
Jay Schellen fue un reemplazo que debió efectuarse hace mucho tiempo. La performance de White en las dos últimas entregas en estudio estaba a años luz de sus días mozos; y en ello, Schellen llega como una bocanada de aire fresco en el sillín del kit. Siendo Yes una banda de baterías sincopadas y creativas, esto se agradece de sobremanera.
Las canciones de Mirror to the Sky
En Mirror to the Sky, Yes abre de manera fuerte y pegadiza con Cut from the Stars, que parece querer invocar los espíritus de «Parallels» o de «Siberian Kathru». Howe nos arroja toda su sapiencia guitarrística en la cara, con una fuerza que creíamos olvidada para siempre, mientras Sherwood canaliza a Squire de una excelente forma. La banda se siente fresca y rejuvenecida. All Connected, uno de los singles, nos conecta con The Quest, pero también con los ambientes más etéreos de «Awaken» o a algunas piezas de Tormato, teniendo suficientes cambios de ritmo y solos de Howe para mantener la atención del oyente.
Luminosity comienza con una intro «made in Downes», que luego desemboca en bellos e inspirados pasajes de guitarra eléctrica y acústica que nos remiten positivamente a Magnification (2001), en una pieza fuerte del disco. Agradecemos de sobremanera que Geoff haya tomado un papel más secundario. Es en la mencionada Living out their Dream donde podemos vislumbrar una suerte de evolución en el sonido Yes, con la voz grave de Davison y excelentes líneas de guitarra rítmica y arpegiada de Howe. Incluso cuando la intro recuerde un poco a «Woman from Tokyo» de Deep Purple (aunque eso nunca será malo).
Llegamos a la pieza central, la épica Mirror to the Sky que Yes dedica a White. Con casi 14 minutos, es una conveniente re-lectura del inagotable pasado de estos británicos, por lo que podemos decir que cumple con todo de una canción de Yes: sofisticación, influencias de fines de los 70, mucha guitarra de Howe, teclados y arreglos de orquestas contenidos de Geoff, y buenos cambios de ritmo por parte de Schellen. En definitiva, ya no adolece de esa «baja energía y cansancio» que veníamos teniendo en los discos anteriores. No es el santo grial del Yes moderno, pero es una pieza convincente.
Circles of Time cierra el disco de una forma correcta. Podría haber sido una pieza solista de Howe, ya que tiene mucho de ese bello slide «marca de la casa», y una linda melodía de Davison.
Algunas versiones «de lujo» vienen con tres bonus tracks (Unknown Place, One Second Is Enough y Magic Potion), y lamentablemente a oídos de este editor suenan a relleno innecesario. Son eventualmente agradables pero olvidables.
Conclusiones
No, aquí no hay ningún Close to the Edge, y nadie espera eso a estas alturas. Sin alcanzar las cotas de calidad de Fly From Here, con Mirror to the Sky, Yes puede equipararse sin pasar vergüenzas frente a discos como The Ladder, e incluso equiparar algunos de los buenos momentos de Magnification. Y eso, para lo que veníamos teniendo en las últimas dos entregas, suena a gloria.
¿El futuro de Yes se revela promisorio? La banda ya ha declarado que se encuentra trabajando en un próximo disco. Quizá sólo tenemos que alegrarnos de que aún siguen con nosotros, y que seguirán, al parecer, por mucho tiempo más.