The Flower Kings y «Love»: ¿Revitalizador?

Nunca está de más recordar a The Flower Kings, a estas alturas veterana agrupación sueca liderada por Roine Stolt desde los años 90′, proveniente de esa pequeña pero pujante escena del resurgir del rock progresivo de la época. En sus mejores momentos alcanzó un estatus de culto similar a sus colegas de Porcupine Tree, y a pesar de haber sufrido de un hiato a inicios de 2010, Stolt reactivó el grupo a fines de 2018 con nueva alineación, una que por cierto, ha sido muy prolífica.

Este 2025 nos presentan «Love«, su decimoséptimo álbum de estudio. Este trabajo llega tras varios discos recientes, algunos muy interesantes que siguen sonando maravillosos, y otros un tanto formulaicos. La expectativa es ver si «Love» puede revitalizar el sonido de The Flower Kings para la medianía de esta década.

«Love» fue grabado y producido durante 2024 bajo la dirección del propio Solt, acompañado del veterano cantante/guitarrista Hasse Fröberg y el bajista Michael Stolt, quien es hermano de Roine y miembro original que regresó a la banda en los últimos años. Esta alineación combina la experiencia de los miembros fundadores con sangre nueva, algo que se nota en la dinámica del disco, ya que Michael toma el bajo en lugar de Jonas Reingold, con un estilo opuesto al de este último, además de aportar nuevas armonías vocales que suenan realmente frescas; mientras que en teclados un diametralmente distinto en aproximación Lalle Larsson reemplaza al histórico Tomas Bodin.

Con, «Love», la banda promete un viaje sonoro a los rincones ocultos de su universo musical, con creativas dosis de experimentación y solos exuberantes de guitarra y sintetizador reminiscentes de sus primeros tiempos. A pesar de tener una duración cercana a los 70 minutos, el disco está diseñado para ser escuchado como un conjunto integral más que como canciones sueltas.

¿Y ese arte de portada tan…extraño?. Es del diseñador canadiense Joey Tessier junto a la artista alemana de collage digital Catrin Welz-Stein. En cualquier caso, su estilo “retro surrealista” con ese boxeador antiguo tatuado y enjaulado, se aleja absolutamente del arte más onírico de Roger Dean o Kevin Sloan que la banda utilizó en discos anteriores, y la reacción de muchos fans ha sido, cuanto menos, de desconcierto. ¡Que feo!

Nos quedamos con su concepto detrás, ese de enjaular los miedos, y dejar que el amor se libere.

Amor

«We Claim the Moon» abre el disco con fuerza, siendo un corte de rock sinfónico que combina riffs luminosos y melodías vocales pegadizas sobre una base rítimica para mover el pie. Desde el primer minuto se percibe la química renovada entre Roine y Michael Stolt; el bajo de este último aporta un groove más musculoso que el de Jonas Reingold, mientras los coros a tres voces recrean la grandilocuencia coral típica de la banda sin sonar excesivos. Esta pieza introduce motivos que reaparecerán más adelante, dando al oyente la sensación de un viaje cohesivo.

En «The Elder» y sus 11 minutos, The Flower Kings recuperan la épica que muchos fans añoraban. Con un arranque atmosférico, casi pastoral; se convierte en una suite que alterna pasajes contemplativos con esa fuerza guitarrística marca de la casa. La sección media en 6/8 y solos entrelazados de sintetizador y guitarra, nos recuerda la teatralidad de «Unfold the Future«, y pese a su longitud, la construcción narrativa se mantiene firme, ofreciendo uno de los clímax mejor logrados de la etapa reciente del grupo.

«How Can You Leave Us Now?» funciona como puente emocional entre la épica anterior y las canciones más breves que vendrán. Su tono bello y melancólico, apoyado en el color de voz de Hasse Fröberg y un estribillo pegadizo, aporta dinamismo sin romper el flujo. El cierre con guitarras dobladas y coros ascendentes enlaza orgánicamente con los motivos de “The Elder”, reforzando la sensación de una mini suite inicial convincente.

El disco entra en terreno incierto con «Burning Both Edges«. El tema arranca con un riff prometedor, pero pronto se dispersa en secciones que para este editor no terminan de cuajar del todo, con unos cambios de tonalidad algo forzados. La producción no disimula la falta de dirección, y la canción deja la impresión de un boceto al que le faltó un pulido final.

La misma inconsistencia se acentúa en «The Rubble«, un corte de cuatro minutos que, pese a sus guitarras bien logradas, se siente como relleno. La estructura verso coro es algo predecible y, aunque los fraseos de Lalle Larsson en el piano eléctrico añaden color, el tema se disipa sin que apenas lo echemos de menos.

«Kaiser Razor» continúa esta sensación de terreno incierto que comienza a difuminar nuestra atención. Con apenas dos minutos y medio, mezcla percusiones juguetonas y sintetizadores burbujeantes, pero se queda en un experimento preliminar de claras influencias Yesseras. Actúa más como interludio.

El tono reflexivo vuelve con «The Phoenix«, una balada acústica basada en cuidados arpegios de guitarra, reminiscente del folclore escandinavo que Roine Stolt suele incorporar en sus composiciones. La interpretación vocal resulta íntima y sincera, pero su ubicación, tras varios cortes ya reflexivos, hace que la pieza pierda parte de su encanto; por lo que recomendamos escucharla aislada del material anterior.

Complementa esa atmósfera «The Promise«, apoyada en capas de sintetizador. Es uno de los pocos momentos donde Larsson gana protagonismo al tejer armonías que evoca al sonido leñoso del mejor mellotron de los 70; sin embargo, la melodía principal carece de encanto para cerrar el todo, y deja la sensación de una idea prometedora a medio cocinar.

Casi a punto que hagamos una pausa del reproductor, la energía regresa con «Levels«. Tras un inicio sombrío, la canción se expande con riffs angulares, líneas de bajo inventivas y un puente instrumental entretenido donde los teclados dialogan con la guitarra. El crescendo culmina en un solo que retoma la vena optimista y colorista de «Space Revolver», revelándose como lo más interesante de escuchar en varios minutos.

Volvemos a terrenos de «disco en ascendencia» con «Walls of Shame«, quizá la pieza más potente del disco. La batería de Mirko DeMaio lleva la sección rítmica con precisión milimétrica, mientras Roine desata un solo pirotécnico que, lejos de ser mero lucimiento, sirve a la lírica de la canción.

El cierre llega con «Considerations«, la segunda pieza más larga del trabajo. Sus diez minutos combinan secciones y jams que gritan progresivo clásico por todos lados; sin embargo, el ensamblaje no es tan fluido como en “The Elder”. A ratos deslumbra con buena composición de pasajes, aunque parece alargar las mismas ideas que ya ofrecieron su mejor cara.

Aunque no termina de redondear el disco, su emotiva coda despide «Love» con dignidad.

¿Se revitalizan los reyes florales?

“Love” demuestra que Roine y compañía aún tienen mucha bencina en el estanque. La dupla renovada Stolt-Larsson airea la mezcla y deja momentos de auténtico fulgor; sin embargo, la banda sigue acariciando su zona de confort, por lo que el resultado no es un renacer radical, sino una reafirmación inspirada de todo lo que siempre ha hecho grande a The Flower Kings.

En cualquier caso, merece tu atención, ya que su música es suficiente para mantener viva la llama, aunque no para generar fuegos artificiales. ¿Nos entiendes?


ProgJazz es un colectivo unido por la amistad nacido en 2007, y que busca difundir música sobre la base del rock progresivo, el jazz, la música de vanguardia y todos sus géneros asociados.

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