Review: «In the Court of the Crimson King», el anti documental de rock (sin spoilers)

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Cuando el director británico Toby Amies avisó, en una publicación de sus redes sociales, que el esperado primer documental de King Crimson para celebrar su 50 aniversario, titulado «Cosmic FuKc» (anunciado en 2018) tendría que ser completamente re-elaborado dado que el resultado no fue el esperado ni por él, ni por Robert Fripp; nos quedó una sensación muy amarga en la boca. Habíamos esperado casi tres años por aquella gema audiovisual hasta entonces, y eso significaba que tocaría esperar mucho más. Gracias a Dios solo fue un año mas de demora. Con bombos y platillos se anunció hace pocas semanas que se lanzaba el documental In the Court of the Crimson King: King Crimson at 50.

Efectivamente, fue liberado en diferentes festivales de cine alrededor del mundo (con diferentes fechas de estreno). El 22 de Octubre de 2022 se hizo una premiere internacional que abarcaría todo el Reino Unido, en los cines de la cadena británica Everyman, y concretamente en Londres, para el mundo entero. El anuncio rezaba que contaría con una introducción en vivo, a cargo del mismísimo Robert Fripp. Luego de la exhibición de la película, habría una tanda de preguntas y respuestas con el mismo «Awful Man» y su manager, David Singleton, incluyendo al director Amies.

Allí estuvimos, con toda nuestra voluntad e intención, mas no de forma física, tal como lo describió acertadamente Robert.

Tras la introducción de Fripp sobre los seis principios que debíamos tener en cuenta antes de comenzar a ver el documental (que incluían sus características reflexiones filosóficas sobre el momento irrepetible que se estaba dando en aquel lugar, y que había que abrazarlo), y sin más dilaciones, comenzaba el esperado rodaje. Uno con el que Robert quería responderse fundamentalmente solo una cosa ¿Qué es King Crimson?

 

King Crimson no es una banda ordinaria. Por ello, el documental In the Court of the Crimson King no podía ser una exhibición ordinaria de un esquema histórico, perfectamente cronológico, con exactitud en los datos históricos, o detalles archirrepetidos de integrantes que llevan carreras musicales de 40 años totalmente documentadas. Eso habría sido algo demasiado trivial y común para esta «manera de hacer cosas» (way of doing things), como lo llama Robert, que es el rey carmesí.

En su lugar, tenemos una secuencia de vídeos muy bien construida, que mantiene una sensación de backstage. Porque sí: gran parte de la acción se da en los backstages de la banda. Grabaciones a veces cámara en mano, a veces con poca estabilización y con escenas fuera de foco, del período de 2018 a 2019 de la última encarnación de Crimson en su periplo por cuatro continentes diferentes. Esto es, la banda integrada por Robert Fripp, Jakko Jakszyk, Mel Collins, Bill Rieflin, Tony Levin, Pat Mastelotto, Jeremy Stacey y Gavin Harrison.

Ellos serán nuestros héroes y arquetipos durante toda la película, dado que, como el lector habrá anticipado, el documental se centra en las personalidades y experiencias de (fundamentalmente) estos músicos. Esto incluye, en menor medida, las importantes visiones de miembros pasados de la banda, como Trey Gunn, Bill Bruford, Ian McDonald, Pete Sinfield, Michael Giles, Adrian Belew y Jamie Muir.

En ese sentido, el filme tiene escasa música (gran parte incidental, de la banda, obviamente). Esto puede gustar o no gustar, pero Toby Amies lo dejó en claro: «esto no es un documental de un show en vivo».

 

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El filme de Amies está estructurado de una manera muy ágil, con las siempre interesantes visiones de vida de Robert, su filosofía y disciplina personal. Algo que Toby quiere dejarnos muy patente. Se construye con saltos históricos, constantes viajes del presente al pasado y viceversa, que nos dejaban con los dientes largos y esperando qué cosa impredecible nos íbamos a encontrar. A veces estábamos aprendiendo de la vida de los roadies, para luego viajar a 1972 con los particulares racks de percusión de Muir, y luego decantar en el Crimson de los 2000, con Gunn hablando esa célebre frase: «Estar en King Crimson es como una infección de bajo grado. No estás muy enfermo, pero tampoco te sientes totalmente bien«.

El documental no se conforma con ser un vídeo largo para «fanáticos fanatizados» de la banda. Quiere ser más que eso, y retratarnos la manera de vida de un músico, y su relación con el entorno y toda la maquinaria que debe estar en marcha por detrás para que los shows sean posibles, tanto física como emocionalmente. En ese sentido, es un acierto por parte de Amies, ya que es un registro que puede interesar a cualquier persona con un mínimo de inclinación hacia la música. Sobretodo, hacia la música tocada en vivo.

Particularmente interesantes son los enfoques que da Amies, de una forma jocosa, sobre el altísimo grado de compromiso y profesionalización de una banda como Crimson, y lo molesto que resultaba que una persona ajena como él estuviese tratando de averiguar datos en medio de los ensayos (entendiendo que estos músicos ensayan prácticamente todo el día). Relata cómo, en numerosas ocasiones, los integrantes le cortaban las entrevistas, o lo corrían de los sets para que los dejara tranquilos. Las risas están aseguradas con este documental, no les quepa duda; y en algo tan serio como es todo lo que rodea el mundo de King Crimson, eso es simplemente maravilloso.

 

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Y así como hay espacio (abundante) para la risa, también hay espacio para el drama, enfocado en la tragedia de los últimos años de vida de Bill Rieflin y su batalla contra el cáncer de colon, que finalmente perdió en 2020. Notable fue su resiliencia ante aquella noticia de una muerte segura que le esperaba, y el porqué decidió estar en la banda hasta que su cuerpo lo permitiese.

En aquel sentido, Amies construye perfectamente tensiones (como la de Bill, abordadas desde un profundo respeto) y las libera, con un total sentido del hilo conductor de una buena historia con integrantes misteriosos difíciles de entrevistar.

También hay una porción que aborda la relación del público con la banda, donde existe, en muchos casos, un culto cuasi religioso «parecido a la cienciología», la que Toby aborda como «un poco masoquista».

La figura omnipresente de Fripp durante todo el documental nos deja la sensación que ahora conocemos más al hombre detrás del músico. Un hombre disciplinado, de una moral altísima, pero con miedos, esperanzas y corazones rotos. Notable fue una introspección en silencio que se dejó caer en medio de la película en la intimidad de su hogar. Toby grabó absolutamente silente todo aquel episodio y, sin editar, lo expuso ante nosotros. No podemos menos que felicitarlo por aquella valiente decisión. No les contamos más para que lo experimenten por ustedes mismos.

Tal como aquella parte de Mirrors de «21st Century Schizoid Man«, totalmente cacofónica, atrevida, virtuosa, bizarra, insinuante, peligrosa; así se despliega este anti-documental. Y así termina, dejándonos con la sensación que queremos ver más, sin una gota de cansancio ni aburrimiento en nuestro cuerpo, lo que siempre es un indicativo de un buen filme. Y vaya que lo es.

«Bueno, esta película no tiene prácticamente nada que ver con lo que es King Crimson. Yo lo sé, pero quería que la película lo expusiera» abrió un Fripp luego del fin del documental, en medio de risas, para dar paso a la sesión de preguntas y respuestas. En el teatro se encontraban integrantes presentes y pasados de la banda, incluyendo a Jamie Muir, lo que fue notable.

Toby Amies, quien también se encontraba en el auditorio, luego tomó el micrófono diciendo «Entonces dime tú que mie*** es King Crimson«.

«King Crimson es una individualidad particular que se introduce en los músicos que tocan la música« respondió.

 

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Fuente: Instagram @itcotckdoc
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Jamie Muir (Fuente: Instagram @itcotckdoc)

Melómano y coleccionista de música en formato físico. Baterista de Hobbie. Uno de los administradores del grupo de Facebook chileno "King Crimson en Chile", con contacto directo con el sello DGM de Robert Fripp y David Singleton. Me gusta escribir sobre música.

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