Dream Theater: «A View from the Top of the World»

Al fin, lo último de Dream Theater ha llegado: A View from the Top of the World. Editado el 22 de octubre de 2021 por InsideOut, el decimoquinto álbum de estudio del grupo estadounidense debe lidiar con varias cosas. Por una parte, con un amplia y muchas veces acérrima fanaticada que, en ocasiones, cae en la ambivalencia de exigir cosas nuevas, pero manteniendo el sello de la banda. Por otra, con esa porción de fans que todavía extrañan a Portnoy. A ello se suma una amplia amalgama de oídos recelosos que, por diversos motivos, rechazan a priori cualquier material del grupo. Pero, por sobre todo, debe lidiar con la propia historia de Dream Theater.
En efecto, el status de “maestros” del metal progresivo ciertamente eleva cualquier expectativa y dispara la atención y las sospechas de todos. Los últimos álbumes de DT habían sucumbido considerablemente ante estas presiones. En 2016, The Astonishing pretendió ser la llave que re-conectara al grupo con sus trabajos conceptuales, pero el exceso de ambición y de complejidad terminó siendo su peor enemigo. Quisieron volar demasiado alto. Su siguiente álbum, Distance over Time, buscó equilibrar la balanza, entregándonos melodías más directas y su segundo disco más breve, solo superado por su debut.
A View from the Top of the World, en cambio, parece tomar una frescura que solo un grupo de músicos afiatados y con gran talento pueden alcanzar cuando se sacan esos fantasmas de la cabeza. El propio John Petrucci diría que, al menos inicialmente, la idea era componer sin reglas específicas. Esto ya marcaba una diferencia respecto del disco anterior, en que pretendieron desde el comienzo un formato conciso de canciones para diferenciarse del cuestionado The Astonishing.
Lo anterior, entonces, permite tener una variopinta muestra musical en cada una de las siete piezas que conforman A View from the Top of the World. Veamos cada una de ellas.
Los tracks de A View from the Top of the World
El álbum comienza con el primer single que fue liberado como adelanto: The Alien. Tenemos aquí la pieza más frenética del disco, y que prácticamente no da descanso a la sección rítmica. Especialmente Mike Mangini exhibe todas sus credenciales como baterista. Y vaya que las tiene de sobra, como para destacar en una pieza tan llena de tecnicismos por parte de todos los miembros del grupo. Riffs pesados en 17/8 hacen recordar la fórmula de “Hypersonic” (LTE3) como una gran patada inicial del disco. Al menos, hasta que Jordan Rudess comienza a tomar mayor protagonismo en la escena. Las letras, que giran en torno a los humanos presentados como aliens que exploran el espacio por su supervivencia, son cantadas principalmente en tonos medios que no incomodarán a James LaBrie en sus próximas giras (algo así ocurre en la mayoría de los temas). Una gran apertura.
Answering the Call es la segunda pista. Nuevamente el trabajo instrumental se luce aquí: riffs bien logrados y con cuotas de agresividad, y un trabajo conjunto de John Myung y Mangini que otorgan mucho colorido a una canción que es más bien plana en términos rítmicos. Incluso considerando las variaciones que logra, y que saben mantener la cohesión de su conjunto. Puede entenderse, de hecho, como una canción sencilla pero muy bien adornada. Ello también apela a las letras, que aunque hablan de un tema simple, ya utilizado (la necesidad de seguir nuestro propio camino ante los problemas que nos acarrea el mundo), pero muy correctamente escrito.
La tercera pista del álbum, Invisible Monster, fue el segundo adelanto que nos había ofrecido Dream Theater y el single oficial de A View from the Top of the World. Aquí el quinteto apacigua el pulso, en una canción donde este monstruo invisible corresponde a los propios demonios internos que nos dominan. La ansiedad retratada con el dramatismo que sabe imprimir Dream Theater en su repertorio clásico. Musicalmente quizá no tenga nada “nuevo” que ofrecer (de hecho sus armonías me recuerdan a piezas de velocidad media de Scenes from a Memory) pero es una canción que se diferencia claramente respecto del resto del disco.
Un punto alto del disco llega con Sleeping Giant. Personalmente, me parece una locura de pieza, y lo que más me ha gustado hasta ahora en el álbum. Las letras, que hablan sobre una rabia acumulada que es un gigante dormido con potencial de cambiar el curso de las cosas, casi pueden pasar desapercibidas. En efecto, los seis primeros minutos transitan entre algunos riffs tan buenos como duros y las secciones vocales. Sin embargo, en la sección media tenemos una serie de variaciones instrumentales que bien recuerdan el progresivo clásico. Bandas como Yes o Rush se pueden vislumbrar aquí, antes de culminar retomando la melodía principal del tema.
Transcending Time destaca por el contraste entre algunos interesantes riffs de guitarra y el brillante y cálido sonido de Rudess, especialmente en los minutos finales. Nuevamente aparecen influencias de Rush aquí. De hecho, la batería de Mangini pocas veces ha sonado menos “metal” en su estancia en DT (excluyendo anteriores baladas). Los coros retoman ese estilo tan propio del grupo, en una pista muy equilibrada.
Awaken the Master bien pudo haber sido parte de “Train of Thought” de no ser por la gran presencia de los teclados de Rudess aquí. La pesadez de esta pieza, se debe en buena parte a la exploración de Petrucci en las 8 cuerdas, por lo que los riffs destacan de inmediato. A pesar de esta pesadez, el bajo de Myung se mantiene vibrante hasta el final.
La pieza final es la épica que da nombre al álbum. Más de 20 minutos de extensión siempre se prestan para especular (recordemos que DT había informado de esta duración antes). Si bien esto es superficialmente llamativo, se cae en el riesgo de tener fórmulas ya usadas, o tener un amasijo de varias canciones en una. Nada de eso.
A View from the Top of the World comienza con un estilo orquestal, en que el stacatto de Petrucci se sincroniza perfectamente con golpes de Mangini. Este último plantea variaciones que dan un aire más sincopado, antes de entrar a la melodía principal. Tenemos aquí una buena interpretación de LaBrie, aunque la ayuda tecnológica en los coros es notoria. Pasados los 5 minutos, se produce un quiebre que da un sentido etéreo a esta pieza, destacando las líneas de bajo de Myung. Otro cambio ocurre pasado el minuto 7, aunque con un sonido más pesado y en que todos los instrumentos brillan en algún momento.
A estas alturas, ya tenemos una pieza que, con todos sus cambios, se mantiene absolutamente cohesionada. La sección intermedia toma una suavidad onírica, antes de retomar en un pasaje que es un torbellino instrumental. Riffs aplastantes de guitarras y teclados son acompañados con fuerza por todos los integrantes, en una muestra de toda su capacidad técnica. El outro, finalmente, le da una merecida majestuosidad a esta epopeya.
En síntesis…
En A View from the Top of the World posiblemente tengamos a Dream Theater en su mejor forma, al menos con su alineación actual. Como todo lanzamiento del grupo, probablemente no cambiará mucho las opiniones que rondan en el imaginario colectivo. El fandom de DT seguramente estará complacido. El público más apegado al metal, podrá disfrutar de pesadas y muy técnicas interpretaciones instrumentales, como en The Alien o en Awaken the Master. Los nostálgicos de antaño, podrán disfrutar de piezas como Invisible Monster. El público más progresivo, estará encantado con Sleeping Giant o con la pista homónima. Y los más críticos, de llegar a escucharlo, probablemente no cambiarán su parecer.
Este álbum no pretende ser rupturista. La libertad creativa de la que ha hablado Petrucci sobre el disco, no necesariamente se tiene que expresar en romper ningún canon. Después de todo, no es obligatorio descubrir la rueda para hacer algo bueno. DT no lo necesita a estas alturas. Por el contrario, es probable que esta misma libertad creativa haya permitido al grupo concentrarse en lo que querían hacer, y eso va de la mano en hacer cosas en las que son buenos. Si bien el trabajo de Petrucci en las 8 cuerdas puede verse como una innovación, es solo un pequeño bocado que no cambia patrones de composición. Quizá lo más arriesgado recaiga en Transcending Time, aunque eso será mejor apreciado por personas con formación musical que un simple melómano, como quien escribe estas líneas.
Como sea, puedo destacar cuatro cosas de este disco. La primera, la siempre impecable destreza técnica de todos los miembros de Dream Theater (nada nuevo). La segunda, la producción, donde Andy Sneap supo maximizar la calidad del sonido. La tercera, la versatilidad que muestra DT aquí, y que deriva en una frescura que no sentía hace años. Finalmente, y la más importante en mi opinión: una perfecta compenetración entre el grupo, notoria especialmente en las impresionantes colaboraciones de Mangini. ¡Hace tiempo no sonaban tan bien en conjunto como aquí!