Brass Camel y «Camel»: El músculo rockero vintage
Brass Camel es una joven banda canadiense originaria de Vancouver, que, desde su formación en 2017, ha llamado la atención de la escena por su estilo orgánico e inspirado en los grandes de los 70′. Todo ello, con algunas trazas de las épocas de gloria cuando el progresivo era el amo y señor de los charts en Europa.
La banda se compone de Danny Sveinson en guitarra líder y voz principal, con Haywood “Dylan” Lammie en la otra guitarra solista y coros; Curtis Arsenault, bajista de enorme solvencia técnica y voz de apoyo, mientras que la base rítmica la sostiene el potente Wyatt Gilson en batería y percusión. A eso añadimos al recien ingresado Aubrey Ellefson, responsable de un rack de teclados vintage sumamente rico y variado, junto a realizar más voces que ensanchan la paleta progresiva del grupo.
Tras debutar con «Brass» en 2022, el quinteto presenta ahora su segundo álbum, «Camel«, que cronometra unos austeros pero grandiosos 40 minutos.
La elección del nombre «Camel» no pasa desapercibida para cualquier aficionado al prog, junto al arte de portada con ese camello reflejado en el visor de un casco espacial, y hasta el hecho de incluir una canción titulada “Another Day” parecen guiños muy poco sutiles a «Moonmadness» (1976) de los comandados por Andy Latimer.
Sin embargo, y antes que el lector se entusiasme (o se frustre) Brass Camel no intenta ser una copia de Camel, y ni siquiera se les acercan mucho en sonido; por el contrario, acá encontramos una identidad pesada y rockera, aunque sin perder una suerte de espíritu progresivo vintage que rememora las ya mencionadas épocas doradas.
¿Te contamos más? Brass Camel abraza influencias del rock clásico estadounidense de finales de los 70′, recordando por momentos a sonidos de Boston, Kansas o Styx, con composiciones que priorizan el hard rock sudoroso, los riffs pesados, coros potentes, y aderezándolo con tendencias progresivas inteligentemente integradas.
La propia banda ha descrito su estilo como prog funk, y ciertamente se perciben pinceladas de funk y blues junto con a dichos elementos proggy. Guitarras gemelas en clave de hard rock, un bajo sólido y dinámico, batería a lo Bonzo y abundantes teclados (órgano Hammond y sintetizadores) construyen un entramado que nos rememora a otros gloriosos días. La producción del álbum es nítida, pero orgánica, donde cada instrumento brilla con claridad sin perder la calidez analógica.
En ese sentido, Brass Camel consigue sonar retro y moderno a la vez, logrando que la escucha sea ágil, divertida y con suficiente complejidad para satisfacer a los oídos más exigentes. Se percibe además que la banda disfruta lo que hace, ya que percibimos una sonoridad lúdica y desenfadada en estas piezas, un espíritu festivo que a veces falta en el prog contemporáneo más solemne.
Las canciones de este nuevo camello
“Zealot” abre los fuegos a lo grande con una épica de 11 minutos, demostrando de entrada las ambiciones del grupo. Se nos presenta un riff musculoso, apoyado por una base rítmica potente, con un punch que evoca la crudeza de aquella época, pero lejos de ser un simple ejercicio de nostalgia, la banda introduce cambios de tempo y sabores progresivos que mantienen la pieza fresca e impredecible.
A lo largo de su extensa duración, «Zealot» despliega múltiples secciones, agresivas y melódicas; sin perder nunca el hilo conductor. Las influencias clásicas son perceptibles, con ecos de Kansas o Styx en ciertos pasajes; mellotron mediante, pero Brass Camel las amalgama con personalidad, logrando que estos 11 minutos fluyan sin convertirse en un pastiche retro.
En el segundo corte nos encontramos con “Pick of the Litter”, ofreciendo una pieza más concisa y orientada al formato verso-coros-verso, con un groove setentero muy marcado. Aquí brillan las armonías vocales y los arreglos de sintetizador, aportando un aire retroprog que recuerda por momentos a los trabajos más directos de Neal Morse o Spock’s Beard. Es una pieza melódica, casi un respiro necesario antes de los siguientes bombazos
En “Chain Reaction” vuelve a subir la adrenalina, pero esta vez, de forma divertida y desenfadada. Bajos saltarines, riffs con swing y un ritmo que invita incluso a moverse. La influencia de Styx se hace notar especialmente aquí, recordandonos incluso a ese pegajoso single de “Mr. Roboto” en el ADN de la canción, pues combina teatralidad rockera con toques de AOR, con un buen desempeño de la voz de Daniel Sveinson.
En el ecuador del álbum encontramos quizás el tema más experimental en cuanto a sonidos y texturas. “On the Other Side” incorpora buenas guitarras, líneas de sintetizador juguetonas y una base rítmica con cierto aire funky. El resultado es una especie de blues rock progresivo con mucho estilo, que mantiene el espíritu animado de los cortes previos, pero añadiendo capas de creatividad instrumental.
Atención al solo de guitarra a mitad de la canción, virtuosa y a la vez digna de cualquier jam session en vivo, con aquella faceta rockera inmediata.
“Borrowed Time” es el single principal del disco y se nota, ya que es la canción más corta y directa del disco. Con apenas tres minutos y medio, es un torbellino conciso de hard rock Zeppeliano que engancha desde el primer segundo. Un riff de guitarra contagioso y unos acordes de órgano robustos marcan el ritmo, mientras la voz de Sveinson es maravillosamente agresiva.
A pesar de su brevedad, la canción no escatima en detalles progresivos sutiles, con unos acentos desplazados de batería por aquí, así como un duelo como en los viejos tiempos entre teclado y guitarra por allá.
Brass Camel reserva lo mejor para el final. «Another Day«, es el climax, la mejor canción del disco, y también es una épica que cronometra casi 11 minutos. Desde su inicio queda claro que estamos ante una composición de mayor profundidad, donde poco a poco se construye tensión con unos aires cuasi Beatlescos (a la ELO). Tras unos minutos, la pieza explota y se transforma, llevando al oyente por una travesía de múltiples movimientos, con puro rock de guitarra y teclado, mientras los amantes de Genesis podrán detectar ecos de “Cinema Show” o “Supper’s Ready” en el espíritu de esta pieza, así como la emotividad épica de bandas neoprog como IQ.
En sus minutos finales, «Another Day» entra en un clímax de escala cinematográfica, con melodías de guitarra y teclado se elevan al unísono, retomando un motivo musical presentado al comienzo, tomando el recurso de composición clásico del prog que proporciona coherencia y cierre. La banda suena gigantesca, encendida, y cuando finalmente llegamos al acorde final el efecto es simplemente catártico. Una de las mejores piezas nuevas que este editor ha escuchado en el año, sin duda.
¿Un must para todo fan del hard rock proggy de los 70′?
«Camel» de Brass Camel resulta ser un trabajo entretenido y sólido, que equilibra a la perfección la accesibilidad del hard rock clásico con la sofisticación del rock progresivo, y deja muy buenas sensaciones de cara al futuro. Si bien es cierto que la sofisticación de «Another Day» eclipsa en parte al resto, las demás piezas no desmerecen, ya que están bien construidas y llenas de vida, que hacen de este álbum una experiencia agradable de principio a fin.
Por ahora, «Camel» nos deja satisfechos y entusiasmados, demostrando que el rock progresivo contemporáneo puede mirar al pasado sin dejar de sonar fresco, jugando en ligas parecidas a cosas como Zopp o Lars Fredrik Frøislie.
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