¿Es Cardiacs y «LSD» el canto del cisne de Tim Smith?

Aquel trabajo perdido, mitológico, que circulaba de mente en mente y boca en boca entre los fanáticos de Cardiacs, finalmente se ha hecho realidad; y es que respondiendo a esa naturaleza, «LSD» nace de circunstancias de mito y leyenda.

Originalmente conceptualizado en 2007, el flamante nuevo disco de uno de los secretos mejores guardados de la música popular (como puedes leer en nuestro análisis acá) quedó interrumpido tras el infarto/ACV de Tim Smith en 2008 y se reanudó varios años después. Finalmente, y ya sin Tim (quien falleció en 2020) se completó en 2024 por un grupo de colaboradores cercanos, tales como Jim Smith, Kavus Torabi, Craig Fortnam, entre otros, logrando una obra que se erige como un triunfo creativo en medio de un triste desenlace.

¿Pero cuánto de Tim realmente hay en este trabajo?, la buena noticia es que hay bastante. El otrora líder de la agrupación había grabado ya buena parte de la música antes de enfermar gravemente, y gracias a sus detalladas partituras, los colaboradores pudieron reconstruir sus ideas y completar el proyecto.

Smith aprobó personalmente muchas de las piezas aún en fase de borradores poco antes de fallecer, y si bien nunca llegó a oír la mezcla final, la culminación de este disco convierte a «LSD» en una excepción sin parangón dentro de la discografía de Cardiacs, y lo encumbra con otros trabajos póstumos rodeados de misticismo, como «Blackstar» de David Bowie, o «Made in Heaven» de Queen.

Claro, una cosa es que el trabajo sea un guiño nostálgico a quien ya partió de este mundo, pero Cardiacs siempre fue un artefacto raro que no se prestaría fácilmente para sensiblerías baratas; y es por ello que «LSD», lejos de destilar lamentos y réquiem, concentra toda la irreverencia y esencia irreductible de Cardiacs. Punk, complejidad progresiva, melodías retorcidas, componentes experimentales; y es que en este trabajo se mantienen esas señas de identidad, con beats rápidos sostenidos, pero también cambios de métricas abruptas, armonías coralizadas e instrumentaciones altamente heterogéneas.

El productor Adam Noble aportó un sonido más claro y cálido que en discos anteriores, sin sacrificar la contundencia; los platillos y el bombo se escuchan nítidos y espaciosos para dar cabida a la rica paleta instrumental. El resultado es que las piezas suenan frescas pero reconocibles como obras de Tim Smith, en una evolución lógica del último álbum en vida con la banda, «Guns» (1999, relanzado en 2007).

El personal de «LSD» es realmente de lujo. Para comenzar, este es el único disco de Cardiacs con el enorme Kavus Torabi (Gong, a quien entrevistamos acá) plenamente integrado como miembro de facto. Smith compuso todos los temas, mientras Torabi firmó los arreglos finales y aporta su guitarra en varias de las canciones. Por otro lado, también se destaca bien al frente en la mezcla a Craig Fortnam, quien sumó arreglos de cuerda y bronces que dan ese giro de tuerca tan necesario en un trabajo de Cardiacs.

Otra característica que realmente se destaca en «LSD» es tener a Tim cantando en seis canciones, aunque es justo reconocer que el grueso del álbum tiene las voces de Mike Vennart (Oceansize) y Rose-Ellen Kemp (hija de Rick Kemp). Ambos resultan ideales, sobre todo Vennart, cuyo agudo registro se ajusta perfecto al estilo de la banda. Kemp, por otro lado, destaca por su tono solemne.

Solo conéctelo a mis venas

«LSD» abre con la solemne y potente “Men In Bed”, una pieza que suena casi como un himno religioso con voces poderosas. Sin embargo, bajo esa calma introductoria se percibe la tensión latente típica de Cardiacs.

A continuación irrumpe “The May” (y su continuación “Gen”), que retoma de inmediato la velocidad frenética y el virtuosismo rítmico característicos de los británicos, con riffs entrecortados, ritmo punketa y un espíritu lúdico desbordante.

El single que ya conocíamos de “Woodeneye” cambia de registro, con una visceral guitarra de Torabi y versos que parecen aludir a la ausencia de Smith, mientras la música envuelve al oyente en un tono melancólico, sin dejar de sonar rockero. Por otro lado, mientras «Spelled All Wrong» otorga la variedad necesaria sin dejar las melodías retorcidas, «By Numbers» nos vuelve a mostrar ese Cardiacs que nos hace rebotar por las paredes de nuestra habitación de puro delirio sónico.

Por contraste, “The Blue And Buff” aligera el ánimo, siendo una pieza corta y pegadiza, casi un número pop psicodélico. Con acordes luminosos y un estribillo accesible, recuerda ciertas cosas que haría Frank Zappa en los 80′.

Los otros dos singles centrales, “Downup” y “Volob”, muestran contrastes interesantes. En “Downup” brilla Vennart en toda su amplitud vocal, cantando una melodía pegajosa pero fantasmagórica, y un épico clímax. Por su parte, “Volob” es breve, pero intenso con ese riff animado casi danzante decorado por pasajes de teclados juguetones. Esta pieza incorpora elementos de electro pop lúdico que le dan un aire inusual en el catálogo de Cardiacs, con energía luminosa y bailable.

Casi a la mitad del disco aparece “Busty Beez”, un interludio instrumental de casi nueve minutos que puede servir para convertir a cualquier proghead en un fan incondicional de los liderados por Smith. Acá la banda desenfunda métricas cambiantes, mientras construyen una auténtica sinfonía delirante. Con múltiples compases irregulares y texturas altamente disonantes, es un ejercicio de alta complejidad que ya se lo querría para sí cualquier banda de metal prog moderno.

En esta pieza de alta factura no hay voz ni estribillo convencional; en cambio, el oyente transita por secciones frenéticas que recuerdan a un caos orquestal controlado, una demostración casi académica de lo que esta banda puede hacer con la teoría musical en sus manos.

Otra sorpresa llega con la nueva versión de “Ditzy Scene”, originalmente un single de 2007, con nuevos arreglos de bronces y una producción cristalina que le añade carga emotiva.

Skating” es otro momento clave, ofreciendo casi ocho minutos de variaciones sinfónicas que abarcan múltiples secciones, desde ritmos marciales hasta pasajes orquestales positivamente decadentes. Fue ensamblada como un rompecabezas musical a partir de varios retazos de ideas y muestra con claridad la mente extraordinaria de Tim Smith.

Las otras piezas que se nos quedan en el tintero, «Breed«, «Made All Up«, «Lovely Eyes«, «A Roll From a Dirty Place» transitan por el estilo marca de la casa de Cardiacs; delirio, melodía, circo, compases irregulares, «inestabilidad sonora», y mucho rock. Hay que escucharlas para saber de qué realmente va la cosa.

El álbum concluye con “Pet Fezant”, compuesta por Emily Smith, esposa de Tim, que devuelve el aire ceremonioso del inicio. Con coros grandilocuentes y letra de tono casi bíblico, funciona como una elegía final al propio Smith, sellando el álbum con una solemnidad sobrecogedora.

Otro ladrillo para una discografía de oro

«LSD» se inscribe como un hito tardío. La suma del doloroso contexto y la música resultante hace de este disco otra sólida adición en un catálogo ya plagado de clásicos, y que destaca por su alta consistencia, desde aquellos primeros años 80′.

Aunque Smith ya partió, este nuevo trabajo nos demuestra que Cardiacs no ha muerto y ni siquiera parece ser su canto del cisne. Es fácil de inferir que este disco no fue creado con la intención de ser un epitafio, sino como un nuevo capítulo para la banda. Lo cierto es que pocas bandas pueden compararse a esta verdadera institución de la vanguardia, estos brits que siempre han estado fuera de su tiempo, y cuya singularidad permanece inalterada.


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