Jean-Michel Jarre y «Équinoxe»: La consolidación llegó en equinoccio

«Te estamos mirando»

En 1978, Jean-Michel Jarre afrontaba el desafío de reafirmar el impacto de «Oxygène» (1976) -dicho sea de paso, lo revisamos acá– que lo había convertido en la nueva figura internacional de la música electrónica.

La escena electrónica europea vivía un momento de efervescencia: mientras en Alemania ensambles como Kraftwerk, Tangerine Dream o Klaus Schulze ya habían trazado el camino experimental años antes y lograban un gran reconocimiento llegando a nuevos e inusitados terrenos musicales; en Francia Jarre emergía como el pionero capaz de llevar esos sonidos vanguardistas a una masa de personas incalculable.

No obstante, la expectativa era enorme. La prensa francesa resaltaba que Jarre “debía confirmar el éxito de Oxygène para no ser un one hit wonder«, y el propio artista estaba consciente de la apuesta. ¿El resultado? «Équinoxe«, no solo cumplió esas expectativas, sino que las superó, consolidando al francés como un referente electrónico mundial, y dejando en claro de que estaba hecho este notable artista.

«Équinoxe» representa un salto adelante en la madurez sonora de Jean-Michel Jarre. Si la anterior obra maestra sorprendió por su frescura y carácter experimental unida a una gran accesibilidad; el nuevo trabajo eleva la propuesta con una producción más ambiciosa, un concepto aún más unificador y un dominio mayor de las herramientas electrónicas como instrumentos expresivos.

Gracias al dinero que le dió el oxigeno, Jarre amplió notablemente su paleta de sintetizadores en este disco, empleando más de una decena de instrumentos distintos. Durante las sesiones de enero y agosto de 1978 en su nuevo estudio privado cerca de París, recurrió a sintetizadores analógicos legendarios como el ARP 2600, el EMS VCS3/Synthi AKS, y el potente Yamaha CS-80 polifónico. Sumó ademas, nuevos secuenciadores para la época –un ARP 1601 analógico, un Oberheim Digital Sequencer DS-2, e incluso el prototipo Matrisequencer 250 diseñado a medida–, con los que generó los patrones rítmico-melódicos que vertebran gran parte del álbum.

A ello se agregan órganos electrónicos de cuerda como el Eminent 310 Unique, Elka Rhapsody, pero no abandonaría su viejo mellotron para coros y flautas, unido a vocoders y efectos de cinta. La producción sonora, a cargo del propio Jarre con la asistencia de su amigo ingeniero Michel Geiss, se beneficia de esta variedad tímbrica: cada pista de «Équinoxe» tiene una identidad sonora única, pero todas comparten un tratamiento espacial coherente, con elementos repartidos en el paisaje de forma clara y equilibrada. Jarre presta atención tanto al detalle microscópico, tales como pequeños arreglos, ecos y modulaciones que enriquecen el fondo; como al impacto macroscópico de las pegadizas melodías.

Desde su concepción, y al igual que su antecesor, «Équinoxe» se planteó como una obra cohesionada, pero dividida en ocho movimientos. El francés imaginó el álbum como la banda sonora de un día completo en la vida de un individuo, desde el amanecer hasta la noche, otorgando unidad al recorrido musical: las piezas fluyen unas en otras dibujando una progresión temporal y emocional.

Las Partes 1 a 3 conforman un largo amanecer sonoro, un despertar paulatino con atmósferas acuosas y flotantes. Luego, a partir de la Parte 4 hasta 6, la música entra en una fase diurna más animada y rítmica, finalizando con el anochecer de 7 y 8. Esta cohesión temática, superior incluso a la de «Oxygène», evidencia la madurez alcanzada en la composición. ¿Qué más progresivo que eso?

El arte de tapa, otra vez creado por el pintor Michel Granger muestra una multitud de figuras idénticas apodadas The Watchers, con grandes ojos redondos (¿o binoculares?), alineadas en perspectiva, mirando al espectador. Estas figuras, que evocan una sensación de vigilancia o expectación, representan simbólicamente la presencia constante de la mirada ajena en la vida moderna, explorando conceptos como la identidad colectiva y el anonimato.

Mas allá del concepto propiamente tal, hay un trasfondo temático musical un tanto desconocido para la mayoría: tanto «Oxygène» (1976), como «Équinoxe» (1978) y «Les Chants Magnétiques» (1981) corresponden a una trilogía sobre elementos de la tierra cuidadosamente construida. El primero, sobre el aire. El segundo -al cual dedicamos estas líneas- responde al agua, y el tercero, al carácter eléctrico del planeta. Todo desde un punto de vista ecológico, un tema que siempre atrajo la curiosidad del galo.

Volviendo al equinoccio, éste finalmente se publicaría el 1 de diciembre de 1978 via Disques Motors en Francia, y en 1979 a través de Polydor Records. Gracias al exitoso tirón del anterior LP que aun seguía en boga, el nuevo trabajo inmediatamente cosechó éxito comercial. Alcanzó certificación Oro en Francia apenas salido al mercado, apuntalado por el ritmico single de “Équinoxe Part 5”, convirtiéndose en otro gran hit en las radios europeas.

Durante meses el LP permaneció en el Top 10 de ventas francesas, vendiendo en torno al medio millón de copias en pocas semanas. El segundo single, el futurístico “Équinoxe Part 4”, tomó el relevo en el verano de 1979, coincidiendo con un evento histórico: el concierto gratuito de Jarre en la Place de la Concorde de París del 14 de julio de 1979, frente a un millón de espectadores. Aquel show (el primero de Jarre en vivo) le valió su primer récord Guinness de asistencia y catapultó aún más la popularidad del álbum.

Para capitalizar el momento, su discográfica lanzó un boxset conjunto de Oxygène + Équinoxe, impulsando las ventas durante el verano del 79′. A inicios de la nueva década de los ochenta, «Équinoxe» rondaba ya el millón de ejemplares vendidos solo en Francia y acumulaba alrededor de 7 millones a nivel mundial hacia 1981.

Del amanecer al ocaso

El inicio del trabajo sumerge al oyente en “Équinoxe Part 1”, el cual es un preludio sereno y onírico: acordes y ondas de sintetizador emergen gradualmente, evocando la primera luz de la mañana. Capas de texturas flotantes se superponen y resuenan con eco, como si despertáramos entre nieblas sonoras.

Sobre esa base, “Équinoxe Part 2” introduce ritmos sutiles y efectos cósmicos acuosos. Esta segunda pieza mantiene un tono contemplativo, pero más melódico, con la sensación de una naturaleza que despierta lentamente

Équinoxe Part 3”, por su parte, aporta un matiz más misterioso. Emergen notas cristalinas que se arremolinan en una especie de vals cósmico. Aquí Jarre explora sonoridades propias del prog rock espacial –mellotron, arreglos del Yamaha– anticipando la transición del día hacia la noche. Es un tramo de atmósfera envolvente que enriquece el álbum con colores poco convencionales dentro de su desarrollo, y se nos antoja de escucha obligatoria antes de pasar a la siguiente, «el hit».

Équinoxe Part 4”, quizás es la pieza más emblemática del disco. Jarre desata aquí una secuencia rítmica maravillosamente anticipadora del techno, y una melodía de sintetizador futurística sumamente pegadiza, creando una pieza que enamora a primera escucha. El resultado es vibrante y cinematográfico a la vez: musica instrumental casi bailable con un beat de acento desplazado, gran sensibilidad pop, pero construida con la fineza y el vanguardismo de la mejor música progresiva. No es de extrañar que terminara siendo casi tan utilizada como «Oxygène Part 4» en documentales y programas de TV.

Tras el clímax melódico de la Parte 4, Jarre redobla la apuesta pop con “Équinoxe Part 5”, pieza que inicia el lado B del vinilo y fue el single principal. Un beat sostenido en 4/4 da paso a una melodía vivaz y hasta ingenua, con toques de funk espacial, si es que existe algo como eso. No sorprende que trepara a lo alto de las listas en varios países.

Équinoxe Part 6” funciona como una transición que une el ritmo pseudobailable de la parte 5 con el ambiente onírico que vendrá después. Es una pieza breve (apenas dos minutos y medio) construida sobre los residuos armónicos de la anterior. Jarre toma los acordes y líneas melódicas de Part 5 y las descompone, dejándolas casi desnudas sobre un patrón repetitivo de secuenciador y percusiones dispersas. Este minimalismo rítmico es claramente derivativo del krautrock electrónico: recuerda a los interludios electrónicos de Kraftwerk o Tangerine Dream, donde tras un clímax se reduce todo a un motivo mecánico hipnótico.

A pesar de la austeridad, y al contrario de la genialidad fría germana, acá tenemos una belleza melódica latente en cómo los acordes se “esparcen y fusionan”, generando un calor sónico muy especial.

De esa transición nace “Équinoxe Part 7”, la pieza más larga y, en cierto modo, el gran final envolvente del álbum. Retomando un tempo más lento, el galo despliega su arsenal completo de capas sonoras, Yamahas y mellotrones incluidos: El tema va cobrando intensidad gradualmente, manteniendo al oyente inmerso, creando un efecto casi de narración de los momentos tensos y climáticos del ocaso en ese “día” musical.

Finalmente, el LP concluye con “Équinoxe Part 8”, que funciona como coda y resolución del viaje, recuperando motivos presentados anteriormente en el álbum, mientras la música se apaga suavemente, dejando al oyente con la sensación de haber completado un ciclo. El día ha llegado a su fin.

El único “defecto” que podría achacarse a «Équinoxe» es haber venido después del debut, álbum con el que inevitablemente se compara, y que lamentablemente, le hace un tanto de sombra. Sin embargo, este equinoccio brilla con luz propia y afirma la identidad artística de Jarre, mostrando cuánto evolucionó en apenas dos años.

El genio

«Équinoxe» marcó la consolidación del estilo clásico de Jarre. Muchos fans lo consideran incluso superior a «Oxygène» en cuanto a cohesión conceptual. Lo mas importante, es que Jarre demostró que no era flor de un día: aquí expande su lenguaje sonoro con más recursos y confianza, dejando en claro el porqué es considerado un verdadero genio de la electrónica.

A lo largo de las décadas, esta nueva obra maestra ha mantenido su estatus de clásico: su influencia se percibe en géneros posteriores (ambient, new age, trance, techno) y en artistas que van desde productores de música electrónica, pasando por progresivo electrónico, hasta bandas de synth pop, reafirmando con total autoridad que las máquinas podían cantar, emocionar y pintar paisajes sonoros tan vívidos como cualquier instrumento tradicional.


ProgJazz es un colectivo unido por la amistad nacido en 2007, y que busca difundir música sobre la base del rock progresivo, el jazz, la música de vanguardia y todos sus géneros asociados.

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