Anthony Jackson, las 6 cuerdas originales que se apagan

A la hora de escribir estas líneas, hemos perdido a los 73 años a Anthony Jackson. El estadounidense ya venía sufriendo enfermedades degenerativas como el Parkinson, y algunos ACV que lo venían aquejando desde 2017, fecha en que decidió retirarse de los escenarios.
Reconocido como uno de los bajistas más influyentes e innovadores de la historia, no es arriesgado afirmar que amplió los límites técnicos y estilísticos del instrumento, mientras redefinió el papel del bajo en géneros sumamente diversos.
Nacido en 1952 en la ciudad de Nueva York, Jackson mostró desde joven un talento innato para la música. Comenzó tocando el piano y luego la guitarra, hasta que, influenciado por el sonido motown del mítico bajista James Jamerson y por el estilo psicodélico de Jack Casady de Jefferson Airplane, decidió adoptar el bajo eléctrico como instrumento principal. A los 18 años ya era un cotizado músico de sesión, poseyendo una madurez musical poco común para su edad.
Su primer gran éxito llegó en la escena del soul de Filadelfia. Jackson fue el bajista en «Me and Mrs. Jones« de Billy Paul (1972) y, especialmente, en «For the Love of Money« de The O’Jays (1973). Esta línea de bajo era tan atrayente y distintiva que le valió a Jackson un crédito como coautor de la canción, algo inusual para un bajista de sesión en aquella época; un hecho que marcó tendencia en la industria, subrayando cómo un bajo podía definir una canción y ser reconocido por ello.
Desde ese momento, quedó claro que el joven Jackson no era un acompañante más, sino un arquitecto del groove.
¿Qué hacía a Anthony Jackson destacar entre sus contemporáneos ya en estas primeras épocas? En una era dorada del bajo, compartió terreno con luminarias como Jaco Pastorius, Stanley Clarke o Marcus Miller, cada uno con su sello personal. Jackson decidió recorrer un camino propio de menos ostentación y más sustancia. Mientras algunos de sus pares se lucían con largos solos o técnicas llamativas, Anthony enfocó su virtuosismo hacia el servicio de la música. No necesitaba exhibiciones pirotécnicas para demostrar su maestría; prefería una nota colocada en el lugar exacto, un silencio oportuno o una línea de fondo que llenara los espacios.
En todo caso, no hay que equivocarse. Su técnica era impecable, al nivel de las figuras mencionadas en el párrafo anterior, capaz de abordar pasajes complejos con pasmosa facilidad. Lo que realmente lo distinguía era su inteligencia musical de saber qué tocar y, quizá más importante, qué no tocar en cada contexto.
6 cuerdas
A mediados de los 70′, insatisfecho con las limitaciones del bajo tradicional de cuatro cuerdas, Anthony emprendió una revolución que cambiaría para siempre el instrumento. Sentía que la tesitura debía ampliarse tanto en el registro grave como en el agudo, pero si afinaba su bajo de cuatro cuerdas más abajo, perdía definición en el sonido; y si buscaba notas más agudas, el instrumento no se lo permitía.
La solución de Jackson fue realmente visionaria; el añadir dos cuerdas extra. En 1974 comenzó a colaborar con luthiers para construir un bajo de seis cuerdas afinado en si-mi-la-re-sol-do. Él mismo denominó a su idea ya en aquellos tiempos tempranos como «guitarra contrabajo», enfatizando que el bajo es el miembro más grave de la familia de la guitarra, y que por lógica debería haberse concebido con seis cuerdas desde el principio.
El primer prototipo funcional se lo construyó el luthier Carl Thompson en 1975, y Jackson lo estrenó ese año grabando con el saxofonista Carlos Garnett y de gira con Roberta Flack. En años posteriores encargó más instrumentos a otros fabricantes (como Ken Smith) hasta encontrar en la marca Fodera a su aliado definitivo.
Es así como Fodera lanzó el primer modelo Anthony Jackson Signature de seis cuerdas, seguido en 1989 por el famoso modelo de cuerpo macizo Presentation diseñado a su medida. A partir de principios de los 80′, Jackson adoptó exclusivamente este bajo de seis cuerdas en sus shows y sesiones, años antes de que ese número de cuerdas graves se volviera común entre los músicos.
Esta innovación amplió el registro del bajo hacia territorios antes reservados al piano o la guitarra, permitiéndole tocar líneas más graves y acordes o melodías en registros altos sin cambiar de instrumento. Además, Jackson insistía en que sus créditos en los álbumes identificaran su instrumento como el término acuñado contrabass guitar.
El sesionista incansable
Basta con recordar que el neoyorquino llegó a ser visto como «el músico de músicos» en sus más de 3.000 sesiones que se le cuentan en vida. Otro titán del bajo, Nathan East, lo calificaba como una bestia. Y claro, su nombre en los créditos era garantía de calidad, virtuosismo, buen gusto y profundidad.
Para comenzar, Anthony desarrolló una carrera estelar en el jazz fusión. Su sonido potente y preciso, combinado con un entendimiento profundo de la armonía, lo convirtieron en el acompañante ideal para virtuosos de este género. Para muestra un botón: en 1977 Jackson dejó su impronta en los primeros discos del debut solista Al Di Meola, donde el bajo de Jackson sostenía complejas estructuras rítmicas y se entrelazaba con las velocidades vertiginosas de la guitarra del italo-americano, sin flaquear ni un segundo.
Cuando la música de Di Meola alternaba pasajes de furioso jazz hard rock y delicadas secciones acústicas, allí estaba el bajo de Jackson aportando matices armónicos, como pocas veces se había escuchado antes. Esto le valdría también compartir escenario y estudio con gigantes como Chick Corea, el baterista Buddy Rich, y con el guitarrista Lee Ritenour
La escena de fusión neoyorquina también contó con su presencia en múltiples proyectos. Formó parte de la banda de Steve Khan, Eyewitness, donde Jackson, Khan y el baterista Steve Jordan exploraron una suerte de fusión de jazz, funk y música latina. Asimismo, colaboró con los Brecker Brothers, emblemáticos exponentes del jazz funk urbano, sumándose a su sección rítmica en presentaciones en vivo y sesiones de grabación.
En el jazz latino, otra rama de la fusión, Jackson brilló junto al pianista dominicano Michel Camilo. Integrando el trío de Camilo en numerosos álbumes y conciertos, aportando su característico groove contundente y flexible, capaz de dialogar con los ritmos caribeños y las frases de pianoforte jazzístico de Camilo. Piezas como «Why Not!« o las interpretaciones en vivo capturadas en la película Calle 54 exhiben a Jackson enfrentando feroces líneas de bebop con maestría.
Además, dejaría su huella en las sesiones de Steely Dan, la banda de soft rock jazz conocida por su perfeccionismo en el estudio, donde Jackson fue invitado a grabar en «Gaucho» (1980), aportando su bajo en piezas de alta factura como «Glamour Profession» y «My Rival«. En el meticuloso entramado sonoro de Steely Dan, su sonido capaz de desenvolver gran elegancia encajaba a la perfección, hasta el punto de convertirse en uno de los bajistas de confianza de Walter Becker y Donald Fagen. De allí, las colaboraciones con gente como Paul Simon y un larguísimo etcétera. El cielo era el límite.
Incluso en el ámbito de la música brasileña y de cantautores en español, su versatilidad quedó patente. Colaboró con la cantante Tania Maria en sus incursiones de jazz brasileño, así como también cantantes hispanos de niveles masivos como Alejandro Sanz, quien también contaría con los servicios del neoyorquino, entre muchos otros.
Mención especial y párrafo aparte merece su trabajo en el trío de la pianista japonesa Hiromi Uehara, conocido como The Trio Project, que Jackson integró a partir de 2011. Junto a Hiromi y el baterista Simon Phillips, Jackson exploró nuevos horizontes del jazz fusión en pleno siglo XXI. En trabajos como Voice (2011), Move (2012) y Alive (2014) presentan al bajista en plenitud dialogando de tú a tú con la endiablada técnica pianística de Hiromi.
En aquellos testamentos verdaderamente musicológicos, sus seis cuerdas cubrían las funciones del bajo tradicional, y como de costumbre, asumían roles melódicos y armónicos, doblando líneas del piano o ejecutando solos melódicos cuando la música lo pedía. El contraste generacional (Hiromi tenía menos de 30 años y Jackson rondaba los 60 en sus primeros años de colaboración) desaparecía con la música, uniéndose en energía, creatividad y entrega, demostrando que el estadounidense seguía estando a la vanguardia, y aún tenía mucho que decir.
¿Anthony Jackson prog rock?
Anthony Jackson cambió para siempre el rol del bajo en las músicas que tocó, y su influencia trasciende incluso los géneros donde él mismo no participó directamente. Basta afinar la mirada hacia lo que estaban haciendo los bajistas de rock y metal progresivo a fines de los 80′ y en los 90′; donde muchos comenzaron a incorporar bajos de 5 y 6 cuerdas para ampliar su rango, siguiendo exactamente la senda que él abrió.
La influencia llegaría tan lejos que incluso el metal prog de Dream Theater, y el uso del bajo de seis cuerdas por parte de John Myung contribuye a una riqueza sonora que tiene sus raíces en la visión de Jackson décadas atrás. Asimismo, la mentalidad de “el bajo puede hacerlo todo” es parte esencial del progresivo moderno.
El legado
Hablar del legado de Anthony Jackson es hablar de excelencia musical y de cambios de paradigma. Hoy, prácticamente cualquier bajista profesional reconoce alguna deuda con sus contribuciones, dejando un listón altísimo para quienes lo suceden; terminando de moldear la imagen del bajo, ya no como un instrumento secundario, sino como un protagonista de la música.
Su partida deja un vacío irreparable en el corazón del jazz, jazz fusión y la comunidad de bajistas en general. Sin embargo, consuela saber que deja un legado inmenso, con cientos de grabaciones inolvidables, enseñanzas implícitas en cada nota que tocó y el ejemplo de una vida dedicada con disciplina a elevar su instrumento.







