Nuestro tributo a Wayne Shorter: El socio de todos

Como parte del equipo de ProgJazz, y a pesar de que no es mi primera nota de homenaje post-mortem, sí me adjudiqué la responsabilidad de escribir sobre Wayne Shorter. Las gracias a Claudio Alberto Navarro, sobre todo por la oportunidad cuando el horario laboral no es muy favorable. Pero hay que hacerla y en la vida, a veces ni hay que pensarla.

Pido disculpas si les doy la lata con el párrafo de arriba, pero de alguna forma, la partida del músico de 89 años me remonta a mis tiempos de adolescencia, cuando entre los vinilos de mi tío (el hermano mayor de mi madre eterna), apareció Weather Report. Concretamente, los determinantes “Black Market” (1976) y “Heavy Weather” (1977), ambas placas obligatorias y recomendadas para quien desea sumergirse de lleno en los ritmos complejos y el jazz de vanguardia. Y sí, fue con Weather Report que quien escribe enganchó con el jazz y sus derivados. De pronto, esto tan elegante y refinado, provocaba cosas tan escalofriantes y conmovedoras como el heavy metal intrépido de Iron Maiden, la paliza sónica de Pantera o el inhumano death metal de Morbid Angel. Cosas que me remontan a mis 17-18 años, y la edad no pasa en vano.

No voy a explayarme sobre de la vida de Wayne Shorter, sino de lo que explica, entre otras cosas, el título de esta nota. Y es que resulta brutal el CV de un personaje que, textualmente, fue -y aún lo es- “el socio de todos”. Los futboleros me entenderán más claro, sobre todo quienes vivimos la década del ’90 en Chile y los relatos de Pedro Carcuro incluían dicha frase para referirse a algún jugador clave en el funcionamiento del equipo, sobre todo en plena fiebre mundialera y con Francia ’98 como un acontecimiento histórico para el medio local. Wayne Shorter era, en esencia, el socio de todos, en el equipo que jugara. No es solo descoserla y figurar, sino disponer tus habilidades al servicio de lo que realmente importa, donde y cuando sea: la música.

Me sale del estómago esta nota porque el saxofón del maestro me remonta a aquellos días en que de verdad descubría y absorbía música como esponja. En el caso de Weather Report, fue el equilibrio entre expresividad e ingenio lo que me abrumó hasta los huesos. La melodía enternecedora de “A Remak You Remade”, la firma pintoresca de “Harlequin” y el andar intimidante de “Mysterious Traveler”, son solamente algunos ejemplos del propósito en una banda donde cada integrante disponía su experticia para un propósito. Que las dos últimas mencionadas fueran de la autoría de Shorter, da una idea de la dirección que llevó a los Report hacia un sitial donde el rock duro y el jazz-fusión se encuentran y llegan un acuerdo, como pocos pensaban que fuera posible allá en los ‘70s.

Es en Weather Report donde el ingreso de Jaco Pastorius pone de cabeza a todo el globo. Y tanto el propio Shorter como el eterno Joe Zawinul la tienen clara para dónde va la cosa; del sello del viejo Miles en sus primeros trabajos, a una evolución con punto álgido en el superventas “Heavy Weather”, el álbum con que el fan de Aerosmith podía compartir recinto y escenario con el discípulo obseso de John Coltrane. No es la primera vez que Wayne y Jaco se encuentran, pues el debut solista de “el mejor bajista del mundo” -así se presentó ante Zawinul, esa onda…- y el siguiente “Word of Mouth” (1981) cuentan con el sonido distintivo de Shorter, el cual a su vez se complementa con las ideas de un Pastorius en el tope de sus facultades y dándole a su instrumento una voz propia. Una voz que entablaba conversaciones intensas y apasionadas con la del saxo de su colega.

Wayne era el socio de todos, destacando a Miles en pleno estado de gracia y confianza. Una tirada de trabajos discográficos en plena transición hacia su punto máximo con placas fundamentales como “In a Silent Way” (1969) y, en especial, “Bitches Brew” (1970). Esta última placa, la biblia del jazz rock desde el impulso, donde Shorter se anotaría con un despliegue astral y aportaría a la composición con “Sanctuary”. Me debo tomar la libertad, y más allá de la objetividad que concierne hablar de estos temas, de resaltar las dotes del maestro cuando el otro maestro le daba la chance. Belleza pura, con un aire de tristeza y refugio para los corazones rotos, sin perder un ápice de su energía.

Cómo no iba a ser el socio de todos, si desde los días, junto a los Jazz Messengers del entrañable Art Blakey, Wayne Shorter se codeaba de músicos competentes para lograr la gloria de hacer música. Quizás sin el nivel de transgresión con que los Davis-Trane-Monk allanaban un camino con calles y avenidas destinadas a llevar sus nombres. Una etapa de aprendizaje y realización (que me perdonen los puristas del estilo) en que Shorter, poco antes de animarse a ser líder y sideman, descubriría su propio estilo poco antes de figurar en la convocatoria de “el Príncipe de las Tinieblas”, allá por los ‘60s.

No es nada fácil ser el socio de todos, y bien lo sabe “un tal” Herbie Hancock, quien tras el triunfazo con el colosal “Headhunters” (1973), llevaría su jazz con sabor a funk hacia recovecos aún no descubiertos hasta entonces. Cuando el jazz demostró que era música 100% en vivo y sin aditivos, V.S.O.P. (Hancock, Shorter, el trompetista Freddie HubbardTony Williams en batería!!) se consagró como un espectáculo abismal de música sincopada, funk y be-bop hasta elevar la temperatura. Quienes estuvieron presentes hace poco más de 30 años durante la 1ra visita de Hancock a Chile (1992, actual Estadio Víctor Jara), son testigos de tamaña muestra de poder y magia. Un homenaje sentido y emocionante al profesor Miles en toda su gloria.

El socio de todos era Herbie Hancock en el ’77, cuando Steely Dan daba el golpe a la cátedra con el supremo “Aja”, donde el maestro recién partido se despacha un solo de saxo, correspondiendo al coqueteo lascivo de las guitarras de Walter Becker, Denny Dias y Larry Carlton. Lo que pudo terminar en una orgía sonora, se transforma en el encuentro de dos mundos radicalmente distintos y, a la vez, con mucho en común. Como anécdota, lo que, en un comienzo a Shorter le parecía una locura de connotación negativa -en ese tiempo, era impensable un músico de jazz relacionándose con la música popular-, terminó siendo un relato maravilloso, de emoción desbordante, en poco menos de un minuto de los casi 8’ que dura la pieza.

Sería decisiva dicha incursión, pues en palabras del propio Walter Becker, Shorter no se preocupó en absoluto por hacer algo “extravagante”, sino que vio en la música un paisaje rico en matices y tonalidades que, como tiene que ser en estos casos, terminó influyendo en el resultado final. O como el propio Shorter lo explicó de manera más simple: “concentración en ejecutar y, e igual de importante, no revelar demasiado”. Las enseñanzas de Miles, sin duda que valga.

El socio de todos le decimos a Wayne Shorter al incluir en su CV una presentación en el festival de Jazz de Mountreux junto a Carlos Santana. Una jornada a pura clase por toneladas, pues la presencia del bajista Alphonso Johnson, los timbales de Chepito Areas el teclado de Patrice Rushen, marcó una presentación histórica en todos los términos. Como “highlight” para su servidor, el arranque con una electrizante versión de “Spiritual” -la obra insigne de Trane, era que no!-, resulta acojonante por el protagonismo compartido entre ambos instrumentos principales. Cuando el asunto era más que virtuosismo y clínica, y tenia que ver con COMUNICAR.

Las sociedades integradas por Wayne Shorter no serían lo que son si Joni Mitchell no lo hubiese llamado para darle el espacio necesario al saxo en “Jericho” y “Paprika Plains”, ambos del disco “Don Juan’s Reckless Daughter” (1977), el álbum con que su inclinación al jazz tomaría ribetes de experimento y aventura. Y quienes han revisado los créditos de dicho álbum, notaran una serie de nombres propios de un Salón de la Fama: Jaco Pastorius -gran responsable del éxito logrado con “Hejira” el año anterior-, Alex Acuña, Airto Moreira, Larry Carlton… Cómo no iba a estar ahí el socio de todos, si su dominio con dicho instrumento desembocaba en melodías fluidamente certeras, y jugando de tú a tú con tipos que “algo” sabían de estas lides.

Pero si acaso hubo una sociedad que lo marcó en la eternidad del cosmos musical, no hay otro nombre apropiado, además de Joe Zawinul, “el jefe” en Weather Report. Lo dijimos más arriba; antes de que Pastorius los volviera locos a todos, el núcleo sonoro de la legendaria banda neoyorkina era esos dos, y mucho más que eso. Una amistad que comenzó una década antes de pavimentar su propia ruta (durante los tiempos de la “Big Band” como EL formato de música popular), que desarrollaría su sello estilístico al lado del Miles Davis más incendiario, finalmente encontrando su propio sendero como Weather Report. Zawinul tenía la última palabra, pero la química con Shorter era otra cosa, un deleite con furia, ingenio y sudor. Pastorius completaría el cuadro para el triunfo definitivo, pero esa es una historia para otro momento.

Si tengo que finalizar esta nota, sería escuchando una y otra vez “A Remark You Remade”. Una favorita por acá, y en el lugar y momento que sea, incluso hasta las lágrimas sin que nada pueda evitarlo. Nunca habrá una ocasión especial para disfrutar de la mejor música, tampoco hay tiene que haber un homenaje al año a Zawinul, Davis, Trane y otros próceres de la misma estirpe. Wayne Shorter la tenía clara hasta el final, si los conocía a todos. El de las jugadas clave, el del pase-gol al solo de Zawinul, el que se ponía al mediocampo y se entendía con Pastorius en la cancha. El que jugaba de 10 y a veces por la banda lateral, siempre al alero de las instrucciones del “capitán” Miles. El socio de todos, al final del día, es quien domina el juego. Como el propio Wayne hasta sus últimos días.


Audiovisual de profesión, melómano por gusto y periodista musical desde el estómago. Amante de la música pesada y el rock de vanguardia, tanto de viejo cuño como lo nuevo. Desconfío de quien reniega de Jimi Hendrix en la música.

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