Retrospectiva: a 50 años de «Ys» de Il Balletto di Bronzo

Balletto Bronzo Ys

 

Un nuevo Il Balletto di Bronzo -comparado con su antecesor- lanzaba en el mes de mayo de 1972 su disco emblema Ys.  Este grupo fue conformado en Nápoles a finales de los años ’60, con un sonido más bien psicodélico, rockero, y hasta a veces pop; la inclusión del tecladista Gianni Leone, y la partida de dos de sus miembros fundadores en 1971, le da a la banda un giro bien sinfónico, y un sonido dominado por las teclas.

El nombre del disco hace referencia a una ciudad mitológica en las costas de Bretaña – una región al noroeste de Francia – que presenta una historia similar a la de la Atlántida. Luego de la edición de Ys, la banda terminaría disolviéndose en 1973 por problemas entre sus miembros (¿cuándo no?)

El arte de este disco resulta sencillo en comparación con sus contemporáneos, mas no deja de ser interesante: en la tapa se muestra una secuencia de fotografías antiguas (o daguerrotipos) de una mujer en lo que parecieran ser pasos de baile. En la contratapa aparecen fotos de los cuatro integrantes, pero esta vez en pose de rockstars. En el interior aparecen las letras con dibujos de estilo vitral; la tipografía acompaña la tónica.

Existe alguna controversia (y no es la única sobre el disco) acerca de los créditos de la música y las letras: en algunas versiones aparece Nora Mazzocchi como la responsable, y en otras en coautoría con Cristiano Minellono. Según Augusto Croce –acaso el mayor conocedor del progresivo italiano– los compositores reales son Leone (música) y Daina Dini (letras), y luego el material fue editado y revisado por Minellono.

 

Las piezas de Ys

Ys está concebido como una obra completa en diferentes actos. Introduzione comienza con la voz principal y los coros, en una atmósfera densa y oscura, acentuada por la entrada del órgano. He aquí otra de las controversias y objeto de discusión entre los consumidores del progresivo: la manera de cantar de Gianni – que se asemeja un poco a la situación de Peter Hammill: o lo amas o lo odias. No tiene término medio; al menos eso es lo que dicen… en mi caso, debo admitir que no es de los que más me agradan, pero tampoco puedo dejar de escucharlo. Esa dualidad presente en muchos aspectos – tanto de la música como de la vida en general – siempre resulta atractiva en algún punto. 

Con un corte típico de estos lares, aparecen las diferentes variantes de teclados, y la unión música-letra se vuelve caótica, turbulenta, impredecible. Gianni hace gala del Minimoog y el órgano para crear ambientes vibrantes y misteriosos; unos instantes posteriores escuchamos un fraseo de jazz que parece haber salido de la nada. La base rítmica suena impasible, mientras que Gianni juega con el piano; y allí aparece la guitarra, con un sonido bien estridente: hasta aquí, todos los condimentos que bien nos agradan.

Otro corte, y se produce una ambientación más calma con el Mellotrón; Gianni vuelve al texto, y los coros complementan. La parte final de la introducción es maravillosa: logran conjugar los instrumentos y las voces para producir una melodía adictiva y con aires ocultistas. Así se adentran en el Primo Incontro; vuelve la guitarra a tener algo de protagonismo histriónico, y hacia el final se van igualando los planos instrumentales en volumen, cerrando con un fade out en la Espineta hermoso.

El Secondo Incontro arranca con algunos gritos de Gianni (un buen lugar para sus detractores) y tiene sabor a final, con el bajo y la batería como estandartes; aunque nos vuelve a sorprender Leone con su voz y el Mellotrón: esto resulta un pasaje hasta otra dimensión, que comienza inmediatamente con tintes de rock pesado. Todo esto condensado en apenas tres minutos.

Sigue el Terzo Incontro, que vuelve a la fórmula jazzeada de la introducción. Aquí los coros hacen algunos juegos de voces interesantes, la batería unos contratiempos deliciosos, y los cortes con el órgano y la Espineta completan la fórmula. Caminos sinuosos nos depositan en unas frases de Gianni acompañadas solas con el Moog, hasta que se encauza el final en un caos similar a los anteriores.

Epilogo es vertiginosa, y tal vez el tramo más conocido del disco. Los diálogos iniciales entre todos los instrumentos la hacen verdaderamente única: se enroscan en un crescendo que parece no tener fin, aunque todo se termina. Un paso a una melodía un poco más acompasada, y luego a la quietud: el bajo y el bombo de la batería marcan la estructura. Se escuchan notas sueltas en la guitarra y el piano, voces y sonidos que nos depositan en una atmósfera de misterio, hasta que los platillos rompen la paz y la vuelven desorden nuevamente. Aquí las capas sonoras se multiplican; siempre se van a encontrar sonidos nuevos al escucharlo. Paulatinamente se retorna a la tranquilidad anterior, con quites sucesivos de las citadas. Y, de improviso, el retorno al inicio de esta parte, con más énfasis e intensidad, y el cierre se produce con los coros, emulando sonidos ¿marinos?

Resulta simple comprender por qué Ys tiene tantos amantes y detractores: no es fácil a primera, ni a décima, ni a la centésima escucha. Situándonos en el contexto temporal, es realmente vanguardista – lo sigue siendo – y como tal, resulta complejo que la totalidad del público del progresivo lo acepte (ni que hablar de un público más general). Particularmente, siento que debe escucharse cada cierta cantidad de tiempo, para darle espacio a la comprensión y contemplación de sus intrincadas estructuras.

 

Créditos:
  • Gianni Leone: órgano, piano, Mellotrón, Minimoog, espineta y voz.
  • Lino Ajello: guitarra.
  • Vito Manzari: bajo.
  • Giancarlo “Gianchi” Stinga: batería.

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