Dominion de IQ: «aprovecha tu tiempo para ser mejor»

Fueron seis años de espera. Seis muy largos años para tener de vuelta a IQ, con su álbum «Dominion», este 28 de marzo. Una espera que, dicho sea de paso, ha sido la tónica del grupo desde Dark Matter (2004), con álbumes de estudio que toman, en promedio, unos cuatro años entre cada uno, aunque esta vez se pasaron un poco. Ciertamente, los británicos se toman las cosas con calma, e incluso declararon que desde Resistance (2019) han producido mucho material. Suficiente, incluso, para lanzar un álbum doble.
Sin embargo, el estándar de excelencia de IQ jamás les permitiría lanzar música sólo porque la tienen a mano. El proceso de crear requiere de sanos reposos para que las ideas decanten, sean revisadas y se pueda confirmar si son efectivamente buenas, o sólo un entusiasmo momentáneo por la idea recién creada. Después de todo, mantener un estándar siempre es un desafío, pero es que con Dominion, pareciera que IQ no tiene techo.
Hay mucho material que no llega al álbum final. Cuando empezamos a trabajar en este, tocamos un par de temas en directo como versiones en proceso, solo para que la gente viera cómo iba. (…) No tienes que quedarte con todo lo que tienes.
Peter Nicholls. The Prog Report
Así, IQ nos entrega tan sólo cinco piezas en Dominion. «Sólo» cinco, pero realmente nada parece hacer falta. Después de 44 años de carrera, los miembros de IQ parecen extremadamente afiatados. En la misma entrevista otorgada a The Prog Report, el vocalista Peter Nicholls y el guitarrista Mike Holmes señalan que la amistad es uno de los factores que ha facilitado no sólo continuar entusiasmados con el proyecto después de tantos años, sino también mantenerse en una forma que los mantiene muy satisfechos. Y escuchando el álbum, uno puede percibir esa amistad.
Las piezas de Dominion
Con una entrada solemne, IQ abre su álbum Dominion con The Unknown Door. Una epopeya de 22 minutos, que no se contiene en nada. Comenzando con sonidos que evocan bronces de guerra, (y de fondo, la famosa declamación «Paz para nuestro tiempo» del Primer Ministro Neville Chamberlain en 1938), la voz de Peter Nicholls se desliza con aplomo, tomando el protagonismo absoluto. Así, IQ construye un pasaje lúgubre que, poco a poco, comienza a iluminarse. Pasados los cinco minutos, esta pieza cobra toda su forma tomando ribetes de rock progresivo de tomo y lomo.
Esto implica secciones instrumentales que permiten exhibir las dotes interpretativas de cada integrante (grandes solos de teclado y guitarra incluidos) que, sin embargo, no resultan tediosas. Si hay algo que IQ ha sabido construir con los años es la capacidad de no abusar de pasajes instrumentales, incorporando voces de manera permanente, y aquí lo logran a la perfección. Después de todo, la letra, que nos plantea diversas inquietudes existenciales que se entrelazan con momentos de esperanza e incertidumbre, requiere también de una buena dosis de profundidad. Los cambios de melodía y de tiempos acompañan magistralmente estas transiciones.
Con todo, pareciera que después de The Unknown Door, IQ ha logrado todo. Luego de tal exhibición de música, yo me daría por pagado. Pero es sólo el primer tema.
One of Us entrega una necesaria calidez al álbum. Esta segunda pieza, de sólo tres minutos de extensión, nos entrega un mensaje de nostalgia por aquello que, pudiendo haber hecho, no hicimos. La guitarra acústica de Michael Holmes, con su efecto de eco, realza la impresión de soledad que retrata la letra, que resulta desgarradora. A fin de cuentas, es probable que todos hayamos perdido a alguien importante, y a quien ahora sólo podemos recordar.
Sin ninguna pausa IQ prosigue con No Dominion. Aunque sea la negación del título del álbum, encierra todo el mensaje que el grupo nos quiere entregar: una invitación a aprovechar nuestro tiempo al máximo para hacer lo mejor para nosotros y para el mundo. Un mensaje simple pero siempre necesario, pues la vida está llena de puertas desconocidas y no todo está bajo nuestro control, pero sí podemos decidir lo que hacemos aquí y ahora. El título, de hecho, surge del poema «And Death Shall Have No Dominion» (Y la muerte no tendrá dominio) de Dylan Thomas. Sí, el mismo que inspiró el título de Starless and Bible Black de King Crimson.
Musicalmente, IQ alcanza en No Dominion uno de sus puntos altos del álbum, lo que explica por qué presentaron esta canción como adelanto. Los teclados de Neil Durant elaboran capas que armonizan de diferentes formas con la voz de Nicholls, y el solo de guitarra hacia el final le pone a uno los pelos de punta.
Far from Here comienza con una caja musical algo espeluznante. Aquí IQ nos entrega casi 13 minutos, que comienzan con un dueto dominado por Nicholls y Durant, hasta que se abre una puerta que da paso a la sección rítmica, en un torbellino que pareciera retratar el paso de la vigilia a una pesadilla. Como cuando nos acostamos cuestionando nuestras decisiones, y nos dormimos con esos miemos pensamientos, pero descontrolados. La batería de Paul Cook se luce en varios momentos, y el bajo de Tim Esau resuena con potencia, en una pieza que despliega energía a raudales. Toda la artillería de IQ se concentra aquí.
Luego de toda esta energía, Far from Here retoma su ánimo inicial. La síntesis luego de la pugna entre dos fuerzas contradictorias. El sentido de pérdida se realza, con letras emotivas que nos dicen que, incluso no estando, alguien puede seguir estando cerca. O, al menos, no tan lejos. Una belleza.
El álbum culmina con Never Land. Aquí IQ profundiza el sentido de pérdida de canciones anteriores, pero en un nivel mayor: el recuerdo de alguien fallecido. Nicholls nos dice: «Ahora que estoy solo, ¿sigo este viaje sin ti?» Un tema que a nadie le gusta pensar, o recordar, si lo ha vivido. Arreglos musicales etéreos refuerzan la nostalgia de las letras, como si ese fantasma estuviera cerca. Porque, en efecto, Nicholls termina diciendo: «te veo ahora, en todas las formas que compartimos, todavía estás en todas partes».
En síntesis…
Desde hace tiempo creo que IQ es incapaz de defraudar, y eso lo sigo confirmando con Dominion. He escuchado este disco muchas veces para escribir estas líneas, y poner atención a las letras puede ser un ejercicio brutal. Sin ser un álbum conceptual, la disposición de sus piezas refuerza de diferentes modos su mensaje principal: aprovecha el tiempo presente. Pero no en un sentido hedonista. Dominion es un llamado que nos hace IQ para aprovechar a las personas que queremos, y hacer lo mejor para ellas y para nuestras vidas. Y, de paso, para el mundo entero.
Es fácil caer en clichés con un mensaje así. Pero, de nuevo, la forma de organizar las piezas y de escribir las letras permite la construcción de un mensaje directo, sobrio, y cuya música sólo puede engalanar. Porque, digámoslo: en Dominion no hay reinvención musical de IQ. Si conoces su trabajo más reciente, ya sabes qué esperar. Precisamente, esa estructura de composición, esas letras y esos arreglos instrumentales y vocales son los que han posicionado a IQ como uno de los más destacados representantes del rock progresivo en las últimas décadas. Y, al escuchar Dominion, creo que cualquiera podría entender que no debería ser de otra manera.