Desentrañando el misterioso mundo de Kraftwerk (Parte 2)
«Amaba ser un hombre-robot. Pero con el tiempo, perdimos al hombre»
Karl Bartos
Como te comentamos en la primera parte de esta entrega, Karl Bartos estaba preparando un libro llamado «The Sound of the Machine – My Life in Kraftwerk and Beyond», la que se une a la autobiografía de Wolfgang Flür «I Was a Robot» como las dos únicas fuentes de información fiable de Kraftwerk.
Pues bien, el libro de Karl acaba de ser lanzado internacionalmente y tenemos algunas ideas que él ha decidido plasmar, y que arrojan más luz en el hermético mundo de esta genial agrupación.
Los secretos de Kraftwerk por Karl Bartos
Cuando un muy joven Karl Bartos les dijo a sus padres que quería dedicar su vida a la música, su padre estaba tan furioso que destruyó su guitarra acústica, con la que solía practicar.
Después de experimentar a The Beatles a los 12 años, algo despertó en él: «Quería saber cómo hacían esos sonidos», dice, y persistió a pesar de haber perdido su guitarra. Experimentar con LSD escuchando a Hendrix fue otro portal. “La música me habló en todos los idiomas del mundo a la vez”, recuerda en sus memorias. “Entendí su mensaje hasta la última frecuencia. Nunca antes la esencia de la música había sido tan clara para mi”.
El joven Karl decidió que dedicaría toda su vida a la música, inscribiéndose en el conservatorio de Robert Schumann, en Düsseldorf.
Florian y Hütter estaba buscando a un percusionista para algunos shows en vivo y Bartos fue recomendado por su profesor del conservatorio. Se concretó una visita al Kling Klang Studio, donde inmediatamente conjugó muy bien con los dos lideres de la agrupación: “Me llevaba bien con ambos y se sentía como una relación honesta”. “Desde el primer encuentro supe que había algo muy especial”.
La incorporación de Bartos coincidió con el lanzamiento de la obra maestra «Autobahn» (1974). Pronto comenzó el trabajo en el álbum conceptual «Radio-Activity» (1975), y Bartos se convirtió cada vez mas en un miembro con gran capacidad compositiva. Ya para «Trans-Europe Express» (1977), «The Man-Machine» (1978) y «Computer World» (1981) vendría la consagración. Bartos dice que la misión de Kraftwerk era invertir en «tecnología con humanidad», para hacerla «sensible y visible, y esto nos diferenció de toda la música pop electrónica que se inspiró en nosotros». Según Karl, ellos manejaban sus vanguardistas equipos tecnológicos «como si fuesen una guitarra» y componiendo mucha música usando la plantilla del pop y rock progresivo ingles. «Pero Kraftwerk era diferente porque queríamos que la gente fuera consciente de la técnica que usábamos”.
La banda no solo estaba escalando picos creativos constantes en el estudio, sino que su dinámica era cada vez más amistosa y sociable. Aunque algunos vivían juntos para ahorrar costes, Bartos comenta que de vez en cuando organizaban lo que describe como «fiestas legendarias», aunque no quiere dar más detalles. Para aquellos, debemos recurrir a lo que ya sabemos del libro de Flür en «I Was A Robot«. “Poníamos un proyector «Super 8» con películas pornográficas en la pared del baño, para verlas desde la bañera”. “Todo era baño, burbujas y el mejor vino tinto, con unas velas para iluminar tenuemente. Estas fiestas eran como Sodoma y Gomorra”.
En 1981 realizaron una gira muy exitosa, a pesar de que todo el equipo pesaba siete toneladas, y en 1982 lograron su primer número 1 en los rankings del Reino Unido con «The Model«, en su peak de popularidad, con Bartos escribiendo que «Computer World» (1981) «fue nuestro intento más exitoso de traducir el dialecto de la metáfora hombre-máquina en la música».
Kraftwerk no actuaría en vivo durante 8 años. “Dormimos prácticamente toda la década de los 80”, dice Bartos. “Realmente fue un error gigantesco, enorme”
El siguiente álbum, «Electric Café» (1986), fue un cambio drástico. “El problema comenzó cuando llegaron los primeros computadores al estudio”, dice Bartos. “Un computador no tiene nada que ver con ser creativo a mi juicio, es solo una herramienta, pero nosotros dejamos que toda la creatividad se la llevara el computador. Nos olvidamos de lo que éramos. Perdimos nuestra esencia; ya no nos mirábamos a los ojos, solo mirábamos el monitor del computador. Hasta ese momento, pensaba que innovación y progreso eran sinónimos. Ya no puedo estar tan seguro de aquello”.
Bartos enfatiza que la era que la mayoría de la gente asocia como la mejor de Kraftwerk fue producida por una banda en gran parte analógica. Estaban llevando los límites hasta su máximo a una tecnología que desde 2022 se ve primitiva, y para Bartos, estas mismas limitaciones provocaron la innovación. Pero cuando se les presentaron opciones infinitas, no había nada contra lo que topar. “Dejamos de ser creativos porque estábamos resolviendo problemas con el computador”, dice.
El ritmo de trabajo se desaceleró significativamente. La nueva obsesión de Hütter por el ciclismo se convirtió en una prioridad y las sesiones de estudio solían ser solo unas pocas horas durante la noche. Además, se había obsesionado con discos de otras bandas e iba con frecuencia a discotecas para escuchar las primeras re-mezclas de las canciones de Kraftwerk y ver cómo sonaban versus los cortes más recientes del momento. Comenzaron a perseguir el espíritu de la época en lugar de definirlo. Al escuchar «Blue Monday» de New Order, quedaron tan impresionados que fueron a buscar a su ingeniero de sonido, Michael Johnson, y volaron al Reino Unido para que mezclara «Tour de France«, un single de 1983.
“Las cosas empezaron a ponerse difíciles”, dice Bartos. “En lugar de usar nuestra fórmula de cómo se había hecho nuestra música más auténtica, vanguardista y exitosa, fijamos nuestra mirada en el espíritu de la música «mainstream». Siempre pensé que comparar nuestras creaciones con el trabajo de otras personas era algo anticreativo y contraproducente. Nos convertimos en diseñadores musicales, fabricando música de consumo orientada únicamente a ganar contra otros músicos. Nuestra imaginación perdió su autonomía. Parecía que habíamos olvidado cómo surgió nuestra música en primer lugar”.
Flür perdió la paciencia a la hora de componer y comenzó a verse atraído por la fabricación de muebles y Bartos también comenzó a idear su salida de la banda, con problemas crecientes en torno a los créditos, tratos de los dos líderes de la banda para con el resto del personal (cosa que abordamos en la primera parte) y pagos de composición de canciones, así como la negativa a volver a salir de gira. “Mi época final con la banda fue una completa pesadilla”. Aunque típico del enfoque distante de Hütter y Schneider en este punto, hubo poca respuesta a su salida en 1990.
Comenzó un período en el que se sintió «muy deprimido», pero pronto comenzó a trabajar con Andy McCluskey de Orchestral Maneuvers in the Dark, escribiendo canciones juntos, además de colaborar con Bernard Sumner y el proyecto paralelo de Johnny Marr, «Electronic«, en su segundo álbum. “Me salvaron la vida”, reflexiona. “Porque sabía que no estaba solo”.
Kraftwerk tuvo un regreso estelar a la composición de nueva música con «Tour De France Soundtracks» (2003) y, ahora con Hütter como el único miembro original, sigue de gira con un espectáculo en vivo en formato 3D.
Reflexionando sobre Kraftwerk hoy, Karl no tiene resentimientos. Más bien se encuentra decepcionado por lo que podría haber sido el destino de la agrupación, lamentando el tiempo perdido, la energía creativa y su silencio en los 80′ donde podrían haber deleitado al público con música profética, como la que venía definiendo a toda una era. Dicho esto, no tiene mucho interés por saber cómo Kraftwerk sigue evolucionando. “La sociedad se ha convertido en una verdadera cinta transportadora”, dice. “Pones recursos en tu música, la conviertes en un producto de consumo, ganas dinero y… sigue el ciclo de la basura. Esto es lo que le pasó a Kraftwerk. Se convirtieron en la deshumanización de la música”.
Aunque todavía ama profundamente su época en la era clásica de la banda.