«Hemispheres»: Rush en su cúspide progresiva

Rush Hemispheres

El 29 de octubre de 1978 Rush lanzaba Hemispheres, su sexto álbum de estudio. En mi muy humilde opinión, es en este trabajo, junto con A Farewell to Kings, donde encontramos las mayores cercanías de Rush hacia el rock progresivo. Ciertamente, habían dado el gran paso con 2112, y fue una senda que, con modificaciones, supieron conservar en las décadas siguientes. Pero, en las oscilaciones propias de una banda que busca nuevos horizontes, Rush nunca fue sólo rock progresivo. Incluso cuando siempre mantuvo un pie (o al menos un dedo) en él.

Este disco representa, al menos por su primera pista homónima, una continuación de A Farewell To Kings. En efecto, su anterior álbum terminaba con una pista épica, titulada “Cygnus X-1, Book I: The Voyage”. Esta primera parte relataba el viaje de un explorador hacia un agujero negro (montado en la nave llamada Rocinante), siendo absorbido y destruido por su gran masa. La segunda parte, que Rush ubica en la primera pista de Hemispheres, se inspira en la pugna entre la razón y las emociones.

Dicha pugna se refleja magistralmente en la carátula. Diseñada por Hugh Syme, muestra dos figuras de pie sobre lo que parece ser un cerebro. Al lado izquierdo, una figura de sombrero, que se asemeja a alguna pintura de Magritte, muy pulcramente vestido. Justamente el hemisferio cerebral donde operan las funciones analíticas y de razonamiento humano. A la derecha, en el hemisferio creativo, sensible y “artístico”, encontramos un hombre desnudo, que refleja libertad y expresividad. La carátula utiliza colores de fondo similares a su álbum anterior, con un cielo azul y tonos marrones en el suelo.

De este modo, el genio de Neil Peart era trasladado perfectamente hacia la portada del álbum. Sin embargo, como veremos a continuación, este no es el único concepto que Rush entrega en Hemispheres.

Las canciones

Planteada como una suite de 18 minutos, Cygnus X-1, Book II: Hemispheres expone la dualidad del pensamiento del grupo, especialmente de Neil Peart, que en más de una ocasión mostró su afinidad con la filosofía de Nietzsche. Dicha dualidad, centrada entre el “orden y el caos”, Rush la expresa en Hemispheres como la antítesis entre Apolo y Dioniso. Algo similar a lo que Nietzsche escribiera en El Nacimiento de la Tragedia en el Espíritu de la Música. En esta obra, el filósofo alemán expresa la necesidad del mundo de equilibrar el arte apolíneo del arte dionisíaco. El primero representa el mundo de una forma objetiva, individualizando al objeto de arte, en tanto que el segundo es mucho más propio de la música al representar la fluidez y el movimiento.

En esta pista, cuyo desarrollo instrumental resulta brillante, el explorador llega a un mundo que se encuentra, justamente, en conflicto entre dos bandos, liderados por estos dioses. Por una parte, Apolo buscaba asegurar que el destino de la humanidad estuviera basado en la razón, en la lógica y la sabiduría. Por la otra, Dioniso (dios griego del vino y de la fertilidad) perseguía que el destino humano quedara a cargo de su propia libertad, la imaginación individual y la improvisación. Algo caótico para Apolo.

Por lo tanto, esta pieza manifiesta la necesidad de volver a crear un mundo, creación que surgirá a partir de una síntesis de estas dos visiones opuestas, representada por Cygnus, quien se erige como un nuevo dios. Un dios del balance. Este concepto, a estas alturas, parece extremadamente necesario, considerando la situación del mundo, donde pensamientos extremos ponen, constantemente, en jaque a las democracias. La aparición de Cygnus coincide con algunas líneas melódicas de “The Voyager” del álbum anterior, cerrando el círculo musical de esta historia. Así, esta primera pieza no sólo es musicalmente compleja, sino que sus letras también resultan de las más intrincadas de su discografía.

El lado 2 comienza con Circumstances, que se erige como una pieza de gran desarrollo melódico. En efecto, a pesar de durar menos de cuatro minutos, se permite contar una historia bastante profunda, con tintes autobiográficos de Peart. En efecto, tenemos la historia de un niño que se da cuenta que su imaginación le permite viajar a cualquier lugar. Esto le permite escapar del agobio de una triste realidad que suele vivir. Esta temática será retomada posteriormente, en “The Analog Kid” del álbum Signals(1982).

The Trees, la tercera canción del disco, representa otro clásico del grupo a pesar de su simpleza. Una simpleza, como muchas veces ocurre con Rush, solo aparente. Su letra nos habla de la lucha entre robles y arces dentro de un bosque, basada en su competencia por recibir luz solar. Una nueva dualidad orienta esta canción, al igual que su pista principal, y que también tiene ciertas connotaciones políticas. Incluso si el propio Peart ha desmentido esta interpretación.

La canción comienza con arpegios de guitarra acústica, en un ambiente apacible y pastoral, mientras Geddy Lee plantea, en una octava más bajo de lo habitual, el escenario inicial: los arces reclamando más luz de sol, ante la impasividad de los robles. La melodía principal entra entonces, en el clásico sonido de Rush. Esta se intercala con oníricos pasajes, con suaves percusiones. Desde la segunda mitad, la intensidad va creciendo hasta llegar a un momento de rock muy bien formulado. ¡Todo en menos de cinco minutos!

Para cerrar el disco, la complejidad y creatividad musical que vivía Rush en ese momento se ve volcada en La Villa Strangiato. Este es un instrumental de casi 10 minutos, que se divide en nueve partes. Comienza con líneas de guitarra clásica magistralmente interpretadas, entrando paulatinamente la base rítmica que da inicio al tema. Una cadencia hipnótica necesaria para la explosión instrumental que bordea el minuto 2, con el ingreso de la guitarra eléctrica.

Desde allí en adelante, el despliegue instrumental saca todo el provecho de la melodía de base. Alex Lifeson demuestra toda su calidad, con incesantes juegos y variaciones por parte de Lee y Peart. La novena parte de esta canción se titula “A Farewell to Things”. Esto último, probablemente para recalcar la circularidad entre este disco y su antecesor, dando fin a los conceptos centrales que allí aparecían. De este modo, esta pieza se ha transformado, con el tiempo, en uno de los grandes himnos del rock progresivo. Y en un imperdible de Rush en vivo, desde entonces.

Con todo, Hemispheres se constituía como otra obra maestra de Rush. El trío canadiense expresaba, con cada línea, con cada nota y con cada verso, una creatividad sin límites. Y, por cierto, una inteligencia a la misma altura. El salto hacia el rock progresivo, que abrazaban ya desde su segundo álbum y que se acentuara con 2112, llegaba a su cúspide en Hemispheres. Rush cerraba su discografía de estudio de la década del 70 de la mejor forma, abriendo paso para su éxito definitivo en la década siguiente, en una exploración de estilos y sonidos que nunca dejó de ser parte del ADN del grupo. Rush abría las puertas del cielo.

Uno de los iniciadores de ProgJazz, siempre buscando proyectos emergentes, aunque sin dejar de disfrutar de las bandas clásicas. Siento un placer especial al investigar e interpretar el significado y la intención de cada disco que escucho.

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