«Hijos del Agobio»: Triana, rock andaluz y libertad

En mayo de 1977 (algunas fuentes indican fines de abril) se lanzaba Hijos del Agobio, segundo álbum de estudio de la banda española Triana. Todo un ícono del rock progresivo en el país por su particular sonido y por la sensibilidad política y social que mostraba para la España de la post-dictadura.
Formada por Jesús de la Rosa (voz principal, teclados), Juan José Palacios (batería y percusión) y Eduardo Rodríguez Rodway (guitarra), Triana se había formado a inicios de los 70. Su debut, titulado El Patio (1975) constituye, hasta hoy, un ícono del rock progresivo en España. Aunque a pesar de casi no tener éxito comercial (vendiendo menos de 100 copias en su primer año), el trío mantuvo su línea de sonido y su propuesta temática. Sin embargo, para el lanzamiento de Hijos del Agobio confluyeron dos factores importantes que cimentaron el éxito de este segundo álbum de Triana.
En primer lugar, este sonido del disco favoreció su recepción entre la juventud de la época. Predominando letras sensibles y suaves cadencias musicales, Triana logra una fusión de rock progresivo y música andaluza, con todos los elementos mediterráneos que esta última conlleva. A ello se añade la voz gitanesca de Jesús De La Rosa adornada con sintetizadores y Mellotron, con un sentido estético muy particular para su época. Así, el álbum pronto superó las ventas de su trabajo debut, incluso sin contar con promoción publicitaria alguna.
En segundo lugar, se encuentran las letras, muy directas a diferencia de El Patio, que encontraron caldo de cultivo en la España post-franquista. Por entonces, España atravesaba una dura y difícil transición hacia la democracia, algo entendible tras más de tres décadas de dictadura. En este contexto, varias crisis sociales desencadenaron un gran descontento en estratos obreros, llegando a uno de sus puntos más álgidos en noviembre de 1976, con la huelga de la fábrica Roca, que transcurría durante la discusión acerca de la conformación de la nueva república. Asimismo, en muchas ciudades de España comenzó a cobrar relevancia otra amenaza: la marginación social y la exclusión.
Todo lo anterior significó una fuerte crítica sobre la discusión acerca de la configuración política del Estado. Esta se llevaba a cabo principalmente en círculos de poder partidista y elitista, representándose muy bien en la carátula del álbum: un conjunto de personajes deleznables y poderosos, acompañados de seres secundarios, sin rostro definido, que son arrastrados por un denso humo. Todo lo anterior, coronado por el rostro de Cristo con una expresión que media entre la rabia y el dolor. La canción “¡Ya Está Bien!” representa muy bien esta situación:
Todos pretenden saber y decir lo que piensa usted
Con elegantes palabras y el gesto duro a la vez
Queremos elegir, sin que nadie diga más
El rumbo que lleva a la orilla de la libertad.
Un claro ejemplo del impacto de este disco ocurre en Palomeras Bajas, un barrio obrero en Vallecas, Madrid. Dicho barrio constituía uno de esos varios ejemplos de marginación, donde los abusos violentos de la autoridad policial parecían no haber terminado con la dictadura. Allí, Juanjo García Espartero, un joven barriobajero sin muchas posibilidades de movilidad social pero con un sólido sentido de inconformidad política que se compartía en la mayor parte de su vecindad, abrió un bar desde el cual organizó un grupo de jóvenes radicales. El bar se llamaba “Hijos del Agobio”, inspirándose en el título del álbum.
Las canciones
Triana abre el álbum con la pista homónima: Hijos del Agobio. Una implacable expresión de la opresión que es necesario romper, abrazada por cortinas densas de teclados que acompañan un pulso pausado. La expresión transita con una carga emotiva impresionante, gracias al enorme trabajo vocal de De la Rosa. La guitarra adorna esta catedral de teclados y sintetizadores, apareciendo en diferentes intensidades a lo largo del tema, agregándose algunas líneas de guitarra eléctrica, especialmente hacia el final.
Letras como «Quiero sentir algo que me huela a vida/ Que mi sangre corra loca de pasión/ Descubrir la música que hay en la risa/ La luz profunda y el amor» representaban, dentro del dolor, la fuerza escondida que quiere romper los vicios de un sistema injusto. Un atisbo de esperanza para la juventud.
Rumor acelera el paso, cargado de la guitarra rítmica de Rodríguez y de líneas de una rabiosa guitarra eléctrica del invitado Antonio García de Diego (el mismo de Jesucristo Superstar). Entre los breves pasajes instrumentales, la voz se adueña de la canción, que es un auténtico himno a la libertad. Un llamado evocador, enérgico, que clama por expresar lo que se encuentra todavía sin decir. ¡Este tema nunca detiene su paso! Luego, Sentimiento de Amor parece llevarnos nuevamente a la densidad, a la pausa necesaria para la introspección. Una balada que gotea con ánimos crimsonianos de «Epitaph», en clave española. La poesía presente aquí es simplemente sobrecogedora.
Recuerdos de Triana es un instrumental donde «Tele» Palacios no sólo se luce en la batería y percusiones, sino también en el Moog. Una pieza que mezcla el flamenco con la psicodelia que ya hubiera querido agregar Nick Mason en «The Grand Vizier’s Garden Party» del experimental Ummagumma de Pink Floyd.
Aires crimsonianos regresan con la mencionada ¡Ya Está Bien!, que se acompaña con las letras más directas del álbum en su mensaje sociopolítico. Un auténtico desahogo, una catarsis necesaria que se fusiona con Necesito. Aquí encontramos otro llamado, esta vez a la necesidad de vivir el presente, conservando una base de rock progresivo que resume buena parte de los riesgos musicales que tomaba Triana.
La hermosa Sr. Troncoso se sostiene sobre la guitarra española, en una de las melodías mejor logradas de Triana, si eso cabe. Encontramos aquí toda la sensibilidad de De la Rosa, que dedica esta canción a uno de esos personajes tan anónimos para la sociedad: un aparcachoches alcohólico. Según Eduardo Rodríguez, se basaba en un hombre que conocieron en esa épioca. «Era un hombre muy singular, perdido, no encontraba su norte y había que ayudarlo», señaló en una entrevista en 2016.
Triana cierra Hijos del Agobio con otra belleza: Del Crepúsculo Lento Nacerá el Rocío. Pieza compuesta y cantada por Eduardo Rodríguez, que además exhibe bellos arpegios de guitarra. Una pista que otorga un maravilloso término al álbum, que cabalga entre la explosión eléctrica y la apacibilidad acústica. Su letra, llena de esperanza, bien puede representar el optimismo ante el futuro que, por entonces, afrontaba España. Un último mensaje que llena el corazón de optimismo con sus letras:
Qué importa si es largo el camino
Del crepúsculo lento, nacerá el rocío
Segando el abrojo y el cardo
Mañana compañero, florecerá el trigo.
Con todo ello, Hijos del Agobio de Triana se ha transformado en un ícono del rock español y andaluz. Un disco que ha traspasado las fronteras y el tiempo, representando desde entonces un profundo sentimiento de inconformismo político. Aunque, también, de esperanza en el futuro. La magia de una fusión que consolidaba un estilo que el propio Triana había abierto como uno de sus pioneros. El rock progresivo y el flamenco nunca habían sonado tan bien juntos. Ni tampoco, valga decir, con tanta sensibilidad humana. Porque, aunque Triana tenía exhibía un claro mensaje político, este mensaje se encierra en un sólo gran ideal: la libertad humana.