Ummagumma: el laboratorio experimental de Pink Floyd

El 7 de noviembre de 1969 Pink Floyd lanzaba Ummagumma, su cuarto álbum de estudio. Un álbum que no suele ser muy popular, ni siquiera entre los propios integrantes de Pink Floyd. Aun así, este disco representa la faceta experimental más arriesgada del grupo. Un verdadero laboratorio en el cual cada uno de sus miembros expresaba su propia personalidad. Pero, sobre todo, un eslabón absolutamente necesario. Después de todo, piezas como “Echoes” jamás podrían haber visto la luz sin Ummagumma. O, al menos, no en la forma que las conocemos.
Antecedentes de Ummagumma
Este riesgo, claro está, fue percibido por los ejecutivos de EMI. El álbum resultaba extremadamente experimental para sus cánones, y el peligro de un fracaso comercial era latente. El propio grupo tenía razonables dudas al respecto. Sin embargo, aunque su recepción resultó dividida entre la crítica, Ummagumma se vendió mucho mejor de lo que todos esperaban.
Su título resulta tan sugestivo como la propia música que ofrece Pink Floyd aquí. A pesar de tener varias posibles interpretaciones de “Ummagumma”, ha sido descrito por Nick Mason como “sólo un nombre” que no se tomó por un significado particular, sino por sonar “interesante y agradable”. Incluso, podría sonar como un cántico, o una especie de exclamación.
La carátula, en tanto, resulta igualmente sugestiva, siendo además la última donde aparecerían sus miembros. Cada uno de ellos se encuentra en diferentes planos en la fotografía, con Gilmour adelante y Wright al fondo. El cuadro tras el hombro de Gilmour, en tanto, contiene casi la misma imagen, pero con Waters en el frente y Gilmour al final. Estas variaciones se repiten en diferentes posiciones, dando la sensación de un bucle infinito. Dicho efecto es explicado, por el propio Storm Thorgerson, como una representación gráfica de las varias capas que construían el sonido de Pink Floyd.
La parte trasera, por su parte, presenta una fotografía muy cuidadosamente diseñada. Vemos el impresionante equipamiento del grupo, ubicado con una forma de avión de combate en el aeropuerto Biggin Hill de Londres. Allí aparecen los roadies Alan Styles y Peter Watts, quienes se encargaron de posicionar el equipo de esa forma.

Ummagumma fue editado como doble LP. El primero, con versiones en vivo de tres temas de sus álbumes The Piper at the Gates of Dawn y A Saucerful of Secrets. Además, se incluía una pista todavía inédita en esa fecha de “Careful with that Axe, Eugene”, con un desgarrador grito de Waters. Esta canción tendría su versión en estudio recién en diciembre de ese año, en el lado B del sencillo Point Me at the Sky. También se encontraría en 1971, en el álbum compilatorio Relics.
Siendo esto ya extraño, era el segundo disco el que mostraba la experimentación individual en Pink Floyd. Cinco piezas divididas en 12 tracks, que son los que reseñaré a continuación.
Las canciones de Ummagumma
El disco comienza con las cuatro primeras partes de Sysyphus, compuestas por Richard Wright. Piezas muy descriptivas que evocan al mitológico Sísifo, fundador y primer rey de la antigua ciudad griega de Corinto. Aunque su historia tiene varias versiones, todas coinciden con que se atrevió a desafiar la autoridad de los dioses. Por esta razón, su condena fue subir eternamente la ladera de una montaña rodando una roca, cuya cima jamás alcanzaría. Un destino marcado por la paradoja y por el absurdo.
La parte 1 fue la primera en grabarse no solo de Sysyphus, sino de todo Ummagumma, el 17 de septiembre de 1968. Esta pista cae con un poder sinfónico indiscutible, estableciendo la melodía principal, dando una clara sensación de majestuosidad. La segunda parte, en tanto, abre con un piano que toma algunos elementos doctos, antes de llegar al caos de influencias más propias del free-jazz. Una cortina oscura desarma cualquier intención melódica, para sumergir todavía más caos en la parte 3, una auténtica apología a la disonancia. ¡Los gritos son estremecedores! Una tensa tranquilidad abre la cuarta parte, de corte absolutamente cinematográfico. Es la más extensa de todas, y se permite transitar entre diferentes secciones antes de cerrar con la melodía introductoria, aunque ralentizada y adornada con un coro grabado con Mellotron. Una delicia absoluta entregada por Wright.
Tras ello, llega el turno de Roger Waters. Volcando toda su capacidad creativa, nos entrega dos piezas casi diametralmente diferentes. La primera es la suave y pastoral balada Grantchester Meadows, que representa el pequeño pueblo de Grantchester y su Río Cam, donde Waters jugaba en su infancia. Una idílica canción, que en su letra recoge la descripción de una primaveral escena en dicho lugar. Por ello hay persistentes sonidos de aves, efectos que acentúan la naturaleza pastoral de la canción.
Como contraste, Waters presenta Several Species of Small Furry Animals Gathered Together in a Cave and Grooving with a Pict. El título más excéntrico dentro del catálogo del grupo, definitivamente. Otro sugestivo nombre para una vanguardista pieza, que en sus inicios se basa en música concreta gracias a sus percusiones (que parecen manos golpeando sus rodillas) y sonidos de animales. Las grabaciones se encuentran aceleradas y con mucha reverberación, lo que produce un efecto hipnótico, incluso humorístico. Waters, en tanto, produce una rítmica secuencia de vocalizaciones. Los distintos efectos llegan a un punto de terror, para terminar con una declamación. El eco producido realza el sentido caricaturesco de las palabras (con acento escocés), que aluden a un conflicto armado como parte de una guerra religiosa, terminando con un simple “gracias”.
Luego de ello, David Gilmour entrega sus tres partes de The Narrow Way. Gilmour diría que, al menos inicialmente, se vio algo agobiado debido a que era lo primero que debía hacer de manera solitaria. Luego de que Waters se negara a ayudarle con las letras, Gilmour entrega estas tres piezas. La primera de ellas es acústica, con base de blues, grabada en tres pistas que suenan en los canales izquierdo, derecho y central, lo que le otorga mayor profundidad. La segunda parte, más pesada y densa, resulta también más experimental, añadiendo varias guitarras y otros instrumentos, con una serie de efectos que distorsionan bastante el resultado. La tercera parte añade letras, que hacen referencia al angosto camino que toman las personas hacia la oscuridad. Estas bien pudieron estar dirigidas hacia Syd Barrett, debido a su ya marcado deterioro para esa fecha.
Finalmente era el turno de Nick Mason, quien durante sus sesiones invitó a su esposa, la flautista Lindy Mason. The Grand Vizier’s Garden Party retrata, sobre todo mediante el uso de diferentes percusiones, una alocada fiesta de algún Gran Visir otomano. Dividida en tres partes, pone a Lindy en el protagonismo de la primera de ellas. Aunque bastante breve (solo un minuto), pone un toque muy suave antes de la entrada de la batería. La segunda parte abre con timbales que se deslizan por los diferentes canales estéreo. Una flauta distorsionada continúa, hasta un quiebre reverberado. Luego de grabada, Mason silenció algunas partes de la batería de forma aleatoria, generando esos cortes de resultado caótico, terminando con un gran solo. La tercera parte retoma la melodía de la primera, aunque agregando más arreglos de flauta, en un estilo barroco, que cierra el álbum.
De este modo, Ummagumma representa el trabajo más experimental de toda la discografía de Pink Floyd. Es en este álbum donde encontramos la principal semilla que derivaría en el reconocido sonido floydiano de los años 70. La ambición por llevar toda la tecnología disponible hacia su música germinaba aquí, en este personal ejercicio de composición y de riesgo. Un sonido que resultaba arrollador, considerando que varias piezas del álbum fueron grabadas en 1968. ¿Cuántos grupos sonaban así en esa época?
Luego de este trabajo, Pink Floyd cada vez comenzaría a sonar más como un grupo unificado, comenzando la década del 70 con sus grandiosos lanzamientos que los catapultaron hacia el Olimpo del rock. Puedes escuchar Ummagumma en Spotify: