«Maledetti» (1976): Area y la dialéctica del caos

El gran concepto que atraviesa la discografía de Area es la libertad. Una libertad en el sentido más clásicamente anarquista, donde toda estructura social solo socava la expresión humana. Lo hace, además, privilegiando ciertos intereses de poder. Desde su debut, con Arbeit Macht Frei, esto se visualizaba como una confrontacional propuesta estética, que solo se radicalizaría con el tiempo. Con una Italia en crisis, el grupo no podía quedar silente. Así, Area entregaba su cuarto disco de estudio: Maledetti (Maudits), editado en 1976.

Maledetti y el contexto de Area

Efectivamente, el estancamiento en el crecimiento económico del país se venía arrastrando desde fines de los años 60. Ello había propiciado un alza también en las protestas obreras y estudiantiles, así como la aparición de agrupaciones políticas todavía más radicales que el tradicional PCI. Un contexto que, además, crecía en intensidad y violencia. Todo esto constituía caldo de cultivo para la propuesta de Area, tan comprometida con un discurso anti-capitalista y contra cualquier forma de opresión.

En esta realidad sociopolítica Area creaba Maledetti. Tanto sus letras como su música cristalizaban bajo este macro-escenario. Para 1976, Area había seguido una trayectoria que los posicionaba en un lugar distinto -quizá incómodo- dentro de la propia escena musical italiana. En efecto, debido a las diferentes inclinaciones musicales de sus miembros, Area se establecía como un grupo abierto, que permitía, e incluso fomentaba, que sus músicos tuvieran experiencias en otros proyectos.

Esto último solo enriqueció su música. A estas alturas, rotularlos como “rock progresivo” o como “jazz” carecía de todo sentido. Era francamente mezquino. El espacio de investigación individual dio la oportunidad al bajista Ares Tavolazzi y al baterista Giulio Capiozzo de participar en bandas de jazz más tradicional, por lo que su aparición en Maledetti es limitada. En paralelo, Demetrio Stratos había llevado su voz a nuevos horizontes, convirtiéndose en el vocalista menos convencional entre las bandas de su época, lanzando también en 1976 su disco Metrodora, colaborando además con John Cage. El guitarrista Patrizio Fariselli, en tanto, preparaba su álbum solista AntropofagiaPaolo Tofani, incluso, se convertiría en monje, siendo Maledetti su último trabajo con Area.

Esta creatividad grupal había dado una mayor participación de Demetrio Stratos en las letras, que ya no dependían de Gianni Sassi, como en sus inicios. Area había evolucionado al punto que, incluso, en sus conciertos dejaban espacio para la improvisación. Pero ni siquiera para improvisar quisieron ser convencionales. En efecto, dos cables conectados a dos osciladores de un sintetizador permitían que el movimiento y ruido del público dieran la base sobre la cual Area realizaba su interpretación. La fusión entre todos los cuerpos de los asistentes daba rienda al arte, en una expresión de materialismo histórico donde la infraestructura daba paso a la superestructura.

Surgía, así, “Caos, Parte 1”. Aunque lamentablemente nunca fue registrada en audio, generaba un momento de catarsis de interacción con el público. Algunos asistentes llegaron a lanzarse en moto desde el escenario, o construían grandes pirámides con sillas. Una provocación al statu quo y a los conservadores críticos de esa época, que facilitó el flujo del concepto en Maledetti.

Antecedentes de Maledetti

En Maledetti, Area propone su único álbum conceptual, basado en un escenario de decadencia post-industrial. Una suerte de mundo post-apocalíptico, sobre el que expresan una “fantasía sociopolítica” (fanta – sociopolitica en su idioma original). Las notas del álbum rezan:

La sociedad futurista se divide verticalmente y se divide en corporaciones. Un plasma líquido es la conciencia del mundo, almacenada en una computadora de un banco. Por un fallo se provoca la dispersión progresiva del líquido: pérdida total de la conciencia humana.

Area Maledetti insert notes 1976
Notas con el concepto de Maledetti (clic para agrandar)

Area planteaba, así, una situación dramática. Esta paulatina fuga de nuestra memoria, nos sitúa ante una inminente pérdida de identidad, con todo el caos que esto conlleva. ¿Cuáles son las soluciones posibles? Area propone tres respuestas: el poder para los ancianos, para las mujeres o para los niños. Una dialéctica que derivará, inexorablemente, en un completo caos.

El arte del álbum resulta, en cierto sentido, una extensión de la inspiración de Maledetti. Dejando fuera cualquier juicio estético, sus imágenes se centran en la anatomía humana. Su portada y contraportada indican diferentes terminaciones nerviosas de la cabeza y de una parte del tronco superior. En el interior, en tanto, encontramos las mismas secciones, pero con la estructura ósea. Esto muestra, por un lado, cómo la corporalidad fue parte de la creación musical de Area, tal como señalaba más arriba. Al menos de “Caos Parte 1”, que fue un antecedente tan necesario para la producción del álbum. Por otra, también representa la manera en que debe recibirse este disco. Incluso como un trabajo conceptual, este álbum está, para bien o para mal, dirigido a nuestros sentidos.

Area Maledetti album gatefold 1976
Portada y contraportada de Maledetti (clic para ampliar)
Las pistas de Maledetti

El inicio, con Evaporazione, es frenético. Una breve pieza dirigida por la voz de Demetrio Stratos, que parece ir corriendo. Suena también el silbido de Paolo Tofani, quien mantiene encendida una rasuradora eléctrica, así como una kazumba, interpretada por el invitado Eugenio Colombo. También suena el flujo de un líquido que cae, representando el plasma que contenía la conciencia del mundo. El vértigo de Stratos corriendo produce que su voz se acerque y aleje del micrófono de manera casi aleatoria, mientras se lamenta, con desesperación: “Hemos perdido la memoria del siglo XV”.

Si se estaba perdiendo toda la memoria humana, ¿por qué lamentarse del siglo XV únicamente? Pues… ¡es la época del Humanismo! Aquella donde el ser humano tuvo un despertar, tanto de su sentido crítico como en el arte. Cuando el humano volvió a valorarse como tal. Con ello se cuestiona de una manera similar, y subrepticiamente, la Edad Media con el presente, pudiendo catalogarse ambas como épocas oscuras. ¿Qué nos queda sin Humanismo?

Stratos se detiene para declamar la misma frase, pero con las palabras cambiadas y cortadas, como símbolo del incipiente olvido: “Siglo tenemos quince”. La versatilidad histriónica de Stratos toma todo su protagonismo. Mientras pierde gradualmente esa memoria, surge una última declamación, esta vez con un alarido apabullante: “Señoras y señores, hemos perdido el… ¡SIGLO XV!”

Este alarido, que deja perpleja a cualquier persona, choca con el comienzo de Diforisma Urbano. Una pieza instrumental con base de un vanguardista jazz rock, y posiblemente la más accesible e inofensiva del álbum. Ante la ausencia parcial de Tavolazzi y Capiozzo, participan Hugh Bullen en el bajo y Walter Calloni en batería, además del saxofón de Steve Lacy.

La sección rítmica se cruza inicialmente, estableciendo la sensación de desorden en el que desemboca la pérdida de la conciencia del mundo. Paulatinamente se va tomando una melodía llevada por teclados y por incendiarias ráfagas de guitarra. Las capacidades técnicas de Area eran, así, exigidas en una equilibrada exhibición de virtuosismo y musicalidad, donde la voz de Stratos tararea la melodía en la segunda mitad de la pista. ¡Una maravilla!

Luego de este organizado caos, llega el momento de discutir qué hacer con la humanidad en crisis. La primera alternativa es mantener el orden establecido, entregándole el poder a los ancianos. Así cae la tercera pista, Gerontocrazia. Aquí nuevamente tenemos músicos invitados: además de Steve Lacy en saxofón, podemos escuchar a Anton Arze y José Arze, invitados que tocan el txalaparta, instrumento de percusión de origen vasco.

El sonido de estos maderos y algunas esporádicas líneas de saxo acompañan a Stratos, quien vocaliza, en griego, una canción de cuna propia de Asia Menor. En este lugar, según las notas del álbum, a los niños se les ponía hachís bajo la almohada, para mantenerlos dormidos por largo tiempo. Esto se expresa mediante una interpretación casi ceremonial, que marca el “poder de los ancianos” por sobre los niños. Los ancianos, así, serían figuras que salvaguardan la memoria del pasado pero, a su vez, rechazando los problemas contingentes. Esta es la opción de un mundo sin cambios.

De pronto, todo cambia, y Gerontocrazia toma otro rumbo, con golpes de cuerdas y una nueva melodía. Una interpretación vocal potente (de nuevo Stratos brilla aquí) representa el adormecimiento de la sociedad. Con un aire paternalista, los ancianos nos dicen que dejemos todo en sus manos, y que solo en el pasado se encuentra la verdad, la libertad y la felicidad. Es decir, bajo la premisa de que “todo tiempo pasado fue mejor”, nos prometen un sentido retorcido de estos conceptos: “déjame escribir tus pasos/ Vive tu vida en paz, no pienses y sueña con la felicidad”. Hacia la mitad, se deja fluir el jazz libremente, para retomar la melodía central que acelera hasta una nueva catarsis final. Mención aparte para una de las más brillantes performances vocales de Stratos.

Area presenta la segunda hipótesis de Maledetti en Scum: el poder de las mujeres. Es aquí donde encontramos la primera propuesta de subversión auténtica en el álbum, al ser las mujeres descritas como “proveedoras de energía y nuevas aportadoras radicales, en contraposición a su represión histórica”. El título y la letra se toman del manifiesto escrito por la feminista radical Valerie Solanas. Sí, la misma que intentó acabar con la vida de Andy Warhol.

En esta pieza, un disonante juego entre piano y batería es el que se adueña de la instrumentación. El bajo se desliza con potencia, mientras comienzan a sumarse sintetizadores e incluso algún Hammond. La locura alcanza máximas cuotas hacia la mitad de esta pieza, que parece instrumental hasta la entrada de Demetrio Stratos. Esta vez recitando con su voz filtrada, y con el distintivo sello de sus contorsiones vocales, hace un llamado a las mujeres valientes a “derrocar al gobierno, eliminar el sistema monetario, establecer la automatización total… y destruir al sexo masculino”. ¡Aunque esto último Stratos lo plantea casi como una pregunta!

Luego de esta compleja pieza Area nos entrega algo inédito en su discografía: un cuarteto de cuerdas, que interpretan la instrumental Il Massacro di Brandeburgo Numero Tre in Sol Maggione. Este cuarteto, conformado por Umberto Benedetti Michelangeli (violín), Paolo Salvi (violonchelo), Giorgio Garulli (contrabajo) y Armando Burattin (viola), utiliza un fragmento del Concierto de Brandeburgo Número 3 en Sol Mayor, de J.S. Bach. Pero, ¿Por qué es una masacre?

En el contexto del disco, esta pieza de Bach representa al corporativismo musical. La subversión de la pista anterior logra que Bach sea atacado en sus contrapuntos, restándole su original riqueza armónica. De este modo, Bach se transformaba en un chivo expiatorio, y el ataque a su obra era el ataque a la música docta en general. Así, además, el cuarteto invitado se erigía como el verdugo, elegido por Area, del extremo rigor compositivo. Con estos arreglos, se masacraba, con cada golpe de los arcos, cualquier regla y fórmula musical.

Tras este pasaje, Area nos propone una tercera hipótesis para afrontar la crisis: dejar el poder en las manos de los niños, en Giro, Giro, Tondo. Los niños son vistos por Area, en el marco de Maledetti, como un segundo poder subversivo. La infancia como garantía de libertad, que se rebela en contra de sus padres, y cuyo poder revolucionario radica en su imaginación. La letra, sin embargo, enfatiza sobre la carga potencialmente destructiva del juego. Versos como “Juego con tu mundo, puedo dominarte”, o “me río de tu tiempo, quiero aplastarte” realzan la violencia que puede subyacer dentro de la inocencia.

Musicalmente, esta pista comienza con diplofonías e impresionantes líneas vocales, que pronto desembocan en una muestra de jazz rock. un magistral trabajo de Patrizio Fariselli podemos anotar aquí, aunque la pieza brilla por sí misma gracias a sus constantes movimientos y variaciones. Hacia el final, todo se empalma hacia un diálogo de sintetizadores que realza un sonido onírico: la fantasía se hace realidad.

En su visión dialéctica, Area nos dice que la libertad trae consigo un costo: Caos (Parte Seconda) finaliza el álbum, expresándose como el resultado final del cambio representado en Maledetti. Esta pieza es, sin dudas, la más difícil de asimilar en toda la discografía de Area. Por lo tanto, también lo es entre cualquier banda italiana de la época, y probablemente lo sea incluso dentro de la música de vanguardia.

Ante la imposibilidad de reproducir en estudio lo que Area hacía en vivo en “Caos Parte Prima” (tomando la música desde el público que asistía), el grupo quiso reinventar la manera de hacer improvisación. De acuerdo con las notas del disco:

Durante la improvisación, el músico de hoy tiende a aferrarse a su vecino e inconscientemente repite, en pistas circulares, lo que el otro le propone. La improvisación se agota porque es incapaz de salir de los arquetipos culturales que la sociedad construye sobre ella, a veces haciendo concesiones en la forma para mantener las estructuras fundamentales de la comunicación. Es difícil ser libre.

A Area no le servía construir patrones en su propuesta, aunque fueran improvisados. Después de todo, la definición de caos implica no tener patrones que permitan ordenar la música. Rompiendo la comunicación entre sus integrantes, Area buscó improvisar sin que ellos se escucharan entre sí. La estructura se construía con cada músico eligiendo seis papeles de un total de 57. En ellos se encontraban inscritos diferentes estados de ánimo (banalidad, violencia, hipnosis, sexo y silencios), los que, cambiando cada 90 segundos, guiaban a cada músico para que improvisara durante estos intervalos.

Esto produce una auténtica confrontación de individualidades. Tal como una orquesta de infantes que juegan libremente con los instrumentos, el sonido parece aleatorio, donde apenas se diferencian las expresiones individuales en estos seis movimientos de 90 segundos. Para algunas personas puede resultar placentero, y para otras totalmente indigesto (las vocalizaciones de arcadas contribuyen a esta sensación).

Sin embargo, el propósito se cumplía: la música, el arquetipo de orden, se derrumbaba totalmente. Ya no solo Bach era destruido, sino toda la música, representando el statu quo del mundo.“Caos”, así, era el corolario que Area establecía para Maledetti. Un álbum que no solo nos mostraba la decadencia inminente en Occidente, sino las posibles fuerzas que permiten una salida a la crisis. Una salida donde el propio caos es necesario, de una u otra manera, al menos desde la propuesta radical del grupo. Después de todo, el ánimo progresista apenas maquilla cualquier problema social.

Area buscaba rebeldía, alegría y revolución, y para ello el caos era el precio a pagar. Costoso, pero el único precio que podía asegurar un cambio real. Equivalente al desarrollo individual del súper-hombre de Nietzsche, o del pájaro rompiendo el cascarón, de Hesse, donde el autodescubrimiento requería romper toda regla y convención. Solo que, en Maledetti, de manera colectiva, y con la música representando todos los mundos posibles.

Uno de los iniciadores de ProgJazz, siempre buscando proyectos emergentes, aunque sin dejar de disfrutar de las bandas clásicas. Siento un placer especial al investigar e interpretar el significado y la intención de cada disco que escucho.

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