Faust (1971): vanguardia alemana en estado puro

Dentro de la corriente del Krautrock, definitivamente Faust no tiene parangón. Ninguna banda alemana se atrevió a experimentar en su nivel, y, además, hacerlo con el sentido estético que Faust propone.
Su nombre se inspira en el trágico “Fausto” de Goethe, el mismo que vendió su alma al diablo por obtener todo el conocimiento posible. Pero también Faust se puede traducir como “puño” desde el alemán (la carátula no es casual en este sentido). En el contexto del Krautrock y su ánimo de escapar del dominio cultural estadounidense en el rock mediante el retorno a sus raíces, esta obra representa la tragedia alemana. En su sonido, además, incorporan elementos del expresionismo alemán y el dadaísmo, tan fuertemente arraigado en estas tierras, así como una clara influencia (cómo no) de Stockhausen.
La preparación del debut
Nacida en Hamburgo, Faust se conforma por el bajista Jean-Hervé Pèron, por los bateristas Arnulf Meifert y Werner Diermeiery los tecladistas Joachim Irmler, Rudolf Sosna (guitarrista también) y Gunter Wüsthoff (a cargo del saxofón). Cansado de la influencia cada vez mayor del rock británico y estadounidense, Pèron encontró, paradójicamente en otro estadounidense, la idea de “no más imitaciones”: Frank Zappa, con su sátira de The Beatles en “We’re Only in It for the Money”.
Con algunos golpes de suerte, lograron que Polydor se interesara en ellos. El sello recibió a Faust con un erróneo cartel, de ser “los Beatles alemanes”, y pensaron que tenían en sus manos un proyecto lucrativo con esta banda. Incluso que tendrían algún hit radial. Un “Schlager”. Gracias a ello, Faust gozó de un considerable presupuesto para su álbum debut. Tal como el Fausto, habían vendido su alma al demonio. Pero, a diferencia del Fausto, el grupo no fue manipulado por este “diablo”.
Faust decidió, en su estudio aislado en el pequeño pueblo de Wümme, que todo lo que estaba hecho debía re-procesarse. Deconstruirse. El beat, el rock y los propios instrumentos no debían sonar como ellos mismos. Nada estaba realmente hecho para Faust. El puño destruía lo ya conocido para trabajar con sus restos.
Faust: el álbum
Un espectro sonoro estridente irrumpe en Why Don’t You Eat Carrots, antes de aparecer algunos compases de “Satisfaction” de The Rolling Stones y “All You Need Is Love” de The Beatles. Estos compases resuenan solo para disolverse, en una apertura de dadaísmo puro. Palabras gritadas abren paso a la melodía principal ejecutada en un piano que parece burlarse de la música docta contemporánea, a modo de una fanfarria tonta. El piano también se disuelve, para retomar la melodía en un estilo inquietantemente circense, de estética expresionista.
Basta con escuchar lo anterior para darse cuenta de estar frente al inicio más arriesgado, creativo y absurdo (en el buen sentido) de lo que cualquier otra banda alemana hizo en la época. Luego, un coro de voces procesadas de ambiente oscuro, para volver a la melodía circense, liderada por trompeta. Un repentino corte pone sobre la mesa una nueva melodía, con una guitarra de mucho fuzz y diversos efectos electrónicos, con coros cuyas letras, en inglés, no suenan realmente a nada, nuevamente evocando al dadaísmo.
Las cortinas electrónicas construyen un ambiente tenso, para pasar a una conversación entre dos personas, en alemán, las que mantienen estos efectos sonoros, con la melodía que apenas resuena detrás y que luego vuelve al protagonismo. Una delicia de la vanguardia en todo su esplendor!
Luego de la pieza anterior, Meadow Meal parece una canción de cuna. Pero solo en comparación. La oscuridad de las percusiones y sonidos electrónicos iniciales (que parecen azarosos hasta que comienzan a unificarse rítmicamente) se rompe repentinamente pasados los dos minutos. Aquí entra una melodía extraña, con guitarras que podrían sonar pastorales. Pero que, a fin de cuentas, son sólo un adorno sonoro para una serie de percusiones de ritmos extraños y palabras semi-habladas.
Una explosión de guitarra y órgano le da estridencia al tema, en una sección más “rockera”. Una buena cadencia es seguida por sonidos de truenos y lluvia, otorgando una fría sensación de soledad. Dicha sensación culmina con un órgano que es atravesado por interferencias electrónicas. El órgano pareciera ser tocado por un aprendiz, casi como si las teclas se pulsaran con un solo dedo. Con esa alucinante sencillez, terminamos quedando en la nada.
Miss Fortune es la tercera y última pieza del álbum, grabada en vivo. Comienza como una marcha desarmada, que va aumentando su velocidad en la medida en que se desenvuelven ruidos y efectos electrónicos. Gran trabajo de las percusiones aquí, en una instrumentación que, en su conjunto, construye bucles extrañísimos, que derivan en un cuasi-silencio electrónico y minimalista.
Una poco pulida voz operística y dramática se mueve entre sonidos sordos y platillos, retomando un nuevo pasaje rítmico. Este se eleva poco a poco, hasta que un piano de cola rompe esta escena circular. Un sucio coro dialoga con un esporádico boogie de piano, antes de que voces de pesadilla iluminen el espectro sonoro. El órgano extremadamente distorsionado que viene después parece el fin, pero el silencio solo nos trae la melodía inicial de “Meadow Meal” con palabras de diferentes hablantes superpuestas, a modo de collage.
La misión estaba cumplida. El puño de Faust había terminado de pulverizar todo rastro de rock anglosajón, para hacer otra cosa. Algo sin nombre, o quizá con demasiados nombres. Nos entregaba una experiencia sonora que ninguna otra banda podría haber producido, no sólo en Alemania, sino que en el mundo. Un debut que termina invirtiendo lo bello y lo horrendo como en un espejo al que pocos se atreven a mirar.