«Felona e Sorona», el universo imaginado por Le Orme
Antecedentes
Permítanme la confesión, aunque seguramente más de una persona que lea esto se sentirá identificada: considero que tengo una “relación” con cada artista o banda que en algún momento de la vida ha tocado alguna fibra bien profunda. Obviamente, es una relación unilateral, como muchas otras que nos inventamos en la vida, para poder alimentar nuestras neurosis, para imaginarnos situaciones, para sobrevivir. La que tengo con Le Orme sería de esas esporádicas, con largas ausencias, pero con reencuentros memorables, sublimes. La reseña que toca en esta oportunidad puso en mis manos este disco que hacía años no escuchaba con detenimiento, y como era de esperarse, revivió – como Sorona – ese amor por Le Orme que siento tan cercano, al recordarme a mis abuelos italianos (aunque nunca los escucharon), y al mismo tiempo tan insondable, tan misterioso, que sigo sin entender del todo la conexión.
Le Orme se encuentra entre las bandas más importantes del progresivo italiano, sobre todo debido a su trascendencia por fuera del territorio de ese país. A diferencia de la gran mayoría de los grupos surgidos a fines de los sesenta y principios de los setenta, produjo una considerable cantidad de discos – con diversas formaciones –, y continúa su actividad en la actualidad. Iniciaba el año 1973 (más precisamente el 20 de febrero) cuando Aldo Tagliapetra, Toni Pagliuca y Michi Dei Rossi terminan el registro de “Felona e Sorona” en Milán. El disco es el tercero en el contexto de un contrato firmado con Philips en 1970. Sus antecesores, “Collage” de 1971 y “Uomo di pezza” de 1972 afianzaron la formación como trío, con teclados, bajo y batería. Uno puede leer por ahí que era una propuesta basada en los teclados tratando de imitar el sonido extranjero de ELP por ejemplo. Como mencioné varias veces, creo que las comparaciones no tienen demasiado sentido aquí, y tampoco la música de Le Orme me parece similar a la de ELP; considero que esa visión surge simplemente de la coincidencia de ser un grupo de tres piezas, sin guitarras (en principio).
“Felona e Sorona” es un disco conceptual – en esto si es común con muchas otras propuestas del progresivo – en donde se plantea la historia de dos planetas contrapuestos, vigilados por una entidad suprema que se encuentra en el medio de ambos para intervenir en el delicado equilibrio que se sucede. Felona es fuente de luz, vida, felicidad; está constantemente de fiesta. Sorona, en cambio, se encuentra desolado, oscuro, inmerso en el olvido. Los textos y músicas que van aconteciendo nos presentan ese hilo conductor: podemos “ver” los paisajes y las situaciones, como si fuéramos protagonistas. Fue aparentemente lanzado en abril de 1973 (no tengo certeza sobre este dato, pero si del fin del registro, que figura en los créditos del disco). También vale la pena destacar que se editó en inglés en el Reino Unido por Charisma, con traducciones realizadas por Peter Hammill, con quién Le Orme compartió escenario en varias oportunidades en 1972.
Para el arte de tapa convocaron al pintor y escultor Lanfranco Frigeri, quién proveyó la pintura denominada “I pianeti del sogno e della speranza”, aparentemente inspirada en el trabajo de Salvador Dalí y Max Ernst, evocando el paisaje surrealista de la historia presentada por el grupo. En la tapa se encuentra una mujer iluminada, que representaría a Felona, y un hombre detrás, oculto por la sombra que proyecta la mencionada, quién sería Sorona. A la derecha aparece un rostro, con los ojos abiertos y rasgos femeninos, tal vez la entidad vigilante. En la contratapa aparecen Felona y Sorona de espaldas, frente a un gran agujero negro, en un paisaje desolador. Esta vez, la entidad aparece del lado izquierdo con los ojos cerrados, como en trance o dormida.
El disco
Abre “Sospesi Nell’Incredibile”, pintando un paisaje dramático en los teclados, con varias capas superpuestas, acentuado por la intervención de la batería. Se agrega el bajo para dar un poco más de consistencia a la pieza, aunque sin perder ese tono alarmante. Se hace una pausa para el ingreso del órgano y la entrada de la voz de Aldo. Ingresamos a la presentación del universo, con una melodía simple que acompaña el paisaje. Se pasa a un diálogo entre la batería, el bajo y un sintetizador, en donde parecen desacoplarse, razón por la cual la imagen se vuelve oscura, misteriosa. Se acelera el tempo para salir de ese trance, aunque la tensión sigue en aumento. El clima se relaja un poco con la introducción de otro sintetizador, y el tema se va diluyendo con intervenciones más activas de Michi.
El clima de fiesta aparece en “Felona”, con las campanas y una guitarra acústica que la anuncian. Se van incorporando progresivamente elementos percusivos, una breve escena con un
sinte, y más trabajo de percusión. En esta breve pieza se incluye la descripción de un día completo en el planeta, cerrando con lo que parece el sonido de una flauta, probablemente hecha por Toni en algún teclado.
Luego del jolgorio se presenta, con un clima celestial hecho de piano y sintetizadores, más la voz de Aldo, a la entidad – que según la letra sería hombre – en “La solitudine di chi protegge il mondo”. El clima se hace bien calmo, acompañado ahora solo por el piano, en donde se plantean algunos interrogantes. Se pasa a la incertidumbre, a la nostalgia para cerrar.
“L’Equilibrio” inicia dramático, poniendo de manifiesto las diferencias entre ambos planetas. El ambiente se logra primero con un teclado frenético, y luego con la entrada de la batería y el bajo. Este último, en un arreglo fantástico, tensiona la situación para llegar a un clímax y posterior relajación con el órgano. A mitad de la pieza, un sintetizador protagoniza un puente, para darle lugar al piano, el cual fundamenta toda la salida, y, complementada con órgano y sintetizadores, llega a la resolución: la entidad debe tomar una decisión, y la espera se acompaña con unas notas pausadas y bien agudas del piano.
“Sorona” debe despertar, pero su atmósfera es densa, excelentemente graficada con intervenciones espectrales de los sintetizadores y el bajo: uno puede ver y sentir la desolación. Sobran las palabras aquí: hay que escuchar.
El viaje continúa en “Attesa inerte”, y luego de la intro con un sinte y el bajo, se vuelve más crítica, alarmante. Es la población de Sorona pidiendo por la redención, esperando…
“Ritratto di un mattino” aparece con la tensión de esa espera – ambientada a la perfección por las teclas –, más con una frase sublime que dice algo como: «No puedes encontrar la felicidad dentro de ti mismo, ¡Pero en el amor que algún día darás a los demás!» (sepan disculpar la traducción en todo caso) da lugar al amanecer en todo su esplendor. La melodía posterior, con una guitarra acústica, un colchón y el solo de sintetizadores, más el acompañamiento de la batería hacen que uno verdaderamente se emocione, en mi caso hasta las lágrimas.
Ese reverdecer de Sorona termina de plasmarse en “All’infuori del tempo”, que arranca con algunos acordes en la acústica, en distintas capas. Se incorpora el órgano brevemente, entre las estrofas. Todo es tranquilidad; el tema se desarrolla completamente en la misma atmósfera, hasta unos instantes antes de terminar, en donde se acerca la noche, la tensión, el declive.
“Ritorno al nulla” nace con unas notas estridentes, sueltas, como el anuncio de una alarma. El órgano sucio, unos golpes en la batería, y un sintetizador con sonido amenazante se conjugan para crear un ambiente catastrófico. Un crescendo, tanto en tempo como en capas (de distintos sonidos de sintetizadores), anuncian el inevitable final; más allá de que converge en una melodía, hay otra envolvente, variable, que evidencia aún más la oscuridad.
Bellissimo
El disco, sin tener demasiadas excentricidades, me parece hermoso, justo y preciso. Cumple a la perfección con el objetivo de narrar una historia, en todas sus facetas: uno puede ver, imaginar, sentir, oler. Es como leer un libro, no hace falta agregar ni quitar nada si está bien logrado. He leído varias veces sobre la simplicidad, sobre todo de las teclas de Toni, con cierta connotación negativa; es cierto que no es, ni tampoco la banda, de las más virtuosas, aunque su música tiene algo que, como mencioné al comienzo, moviliza. Pueden llamarlo alma, pasión, mística – como gusten – pero es lo que hace, al menos en mí, que se erice la piel y, en ocasiones muy escasas, llegar a las lágrimas al escucharla (lo que ocurre con pasajes de esta historia cada vez que lo hago).
Créditos:
– Toni Pagliuca: teclados.
– Aldo Tagliapetra: voz, bajo, guitarras.
– Michi Dei Rossi: batería, percusión.