Magma en Chile: Viaje de regreso al centro de Kobaïa
Antecedentes
No podemos empezar esta nota sin hacer hincapié en la comunión ya consagrada entre Magma y su fanaticada chilena. Son casi 10 años del primer aterrizaje de esta nave espacial a nuestro país, con dos fechas, una en el Aula Magna de la Universidad Federico Santa María de Valparaíso, y la otra en el colosal Teatro Caupolicán. Hubo que esperar cuatro años para el regreso esta vez con dos fechas en la capital, una en el Nescafé de las Artes y otra en la Sala Claudio Arrau del Teatro Municipal (formato acústico). Y otros cinco años pasarían para este tercer capítulo, ahora con dos fechas en el Nescafé y una tercera en Concepción. Casi nada.
Puede que parezcan meras estadísticas, pero Chile es un país privilegiado si consideramos que ni la propia banda liderada por el eterno Christian Vander imaginaba que en este extremo del globo existiese un culto acérrimo, el de «La Inmensa MInoría», como rezaba entonces el eslogan de una reconocida radio local. La saga de Kobaïa, el mítico planeta donde muchos anhelan pisar un pie y pocos viven para dar su testimonio de fantasía cósmica, tiene un encanto que en el directo no necesita de parafernalia ni excesos de ningún tipo para sumergirnos en su propia aura. Y eso es lo que hace de Magma un nombre de carácter supremo y de temple profundo.
Tryo
En un colmado Nescafé de las Artes, y a eso de las 20:30, los chilenos de Tryo dieron el ‘¡vamos!’ a la jornada, exponiendo sus credenciales como la banda más importante del estilo a nivel local y sudamericano. Era lo correspondiente, lo correcto si hablamos de una agrupación con más de 35 años de carrera, cultivando música chilena con dirección progresiva y permaneciendo en la línea de vanguardia a nivel de lanzamientos.
Ad portas del lanzamiento de su próximo álbum titulado «Suramérica», nos resulta un deleite presenciar la excelente forma en que el grupo liderado por Ismael y Francisco Cortez despliega su arsenal musical, desfilando los fundamentales «Fuenteovejuna» y «Niebla» como una dupleta matadora por mérito propio. A la energía y solidez de Francisco en el bajo, y el electrizante buen gusto de Ismael en la guitarra, debemos sumar los bríos que aporta Felipe Baldrich a la batería, como pudimos notar en las recientes «Canoeros Celestes» y «Danza Rebelde», las cuales denotan en vivo el presente bestial de Tryo en todos sus flancos. De la misma forma en que Pablo Martínez, en teclados y sintetizadores, le da al destacado grupo de Valparaíso una expansión sonora que encaja de manera natural.
Precisamente es en «Danza Sonora», la cual cerró el repertorio, donde queda de manifiesto tanto la identidad chilena de Tryo como la declaración de principios con que la música se vuelve un poder de alcance supremo e irrebatible. Donde el propio Baldrich, tras la partida del histórico Félix Carbone a Francia, deja la vida en cada golpe al mismo tiempo que complementa sus dotes con exquisitez y fiereza cuando lo requiere la música. Es la intensidad con que Tryo preserva su idea del rock de vanguardia con ADN chileno y suramericano. Y a pesar de que 30 minutos en el escenario se hace muy poco en este caso, a veces resulta suficiente para dejarnos llevar por el sentimiento de pertenencia e integridad dentro y fuera del plano musical.
Magma
Tras una espera de 20 minutos aproximadamente, a eso de las 21:30 se materializa el retorno, la tercera de Magma en nuestro país. Antes de meternos de lleno a lo importante, no podemos pasar por alto la euforia del público en el Nescafé, lo que no es menos importante. Hay una muestra de cariño, de pasión irrefrenable por esta música que aparenta ser un «otro» derivado del jazz, pero que, realmente, va mucho más allá de las convenciones impuestas por la industria musical de ayer y hoy. Cada aplauso, cada grito, cada muestra de amor y euforia, quizás se contradiga con el misterioso universo de fantasía y locura con que Magma ha forjado su propio sello, pero acá en esta parte del mundo, tenemos razones de sobra para la calurosa expresión de cariño. El mismo calor del volcán que genera la masa de roca fundida que le da nombre a una institución maravillosa desde hace más de medio siglo.
Como ya es la costumbre desde hace poco más de una década en su repertorio, la primera sección de su espectáculo está dedicada al presente -en algunos casos, al futuro inmediato-, y el arranque con «Walomëhndêm warreï» es la prueba irrefutable de aquello. «Kärthël», como lo reseñamos en nuestra web hace unos meses, nos muestra la escencia de un grupo fresco y rico en ideas, donde la escritura en equipo tiene un espacio merecido y obligatorio. Y en el directo, somos testigos y partícipes en un viaje de sueño y pesadilla. Como en su versión en estudio, acá no se viaja en línea recta, sino que atravesamos por una serie de pasajes y momentos de emoción y adrenalina puras. De la misma forma en que la siguiente «Hakëhn Deïs» y su groove con harto sabor, transforma el recinto ubicado en calle Manuel Montt en un cine. Es la virtud que reslta en el distintivo de Magma, música que construye imágenes y paisajes, todo en base a sus propias armas.
¡Qué mágico y rutilante lo que ocurre en «Do rïn ïlï üss»! No solo abundan las ideas en el estudio, sino la energía con que Magma, tras medio siglo en la carretera, y con un catálogo tan enorme como innovador, consagra su firma como una liturgia astral. La solemnidad con que la música nos lleva a su núcleo, al corazón de un estilo incomparable. Lo que nos abruma ver a Stella Vander y Hervé Aknin compartiendo labores y uniendo sus voces en plan de sumos sacerdotes en pleno rito de sonidos arcanos, mientras los teclados de Thierry Eliez y Simon Goubert aportan al aire multidimensional de Magma con el ingenio propio de los veteranos en mil y una lides. Y qué locura la de «Wïï mëlëhn tü» en su intro, para derivar en una muestra de música pesada en su sentido literal. Es lo que hace de «Kärthël» un lanzamiento que se impone en el directo como un resumen de los mejores momentos de Magma, ayer y hoy, donde lo bello y lo áspero comparten lugares y se dan la mano. Y en vivo podemos respirar dicha mixtura de temperamentos cuando sus creadores se paran con la autoridad requerida para esta música tan superlativa como inclasificable.
Tras la pasada de «Kärthël» como presente fructífero, ahora llega el turno de «Ëmëhntëhtt-Ré» (2009), la placa final de la saga “Kohntarkosz» y, con toda razón, uno de los trabajos más poderosos dentro de un catálogo que mira hacia adelante y, a la vez, realiza trabajos de arqueología en su propio pasado. Cómo no caer rendidos ante el mantra celestial que nos sumerge en los ritos y secretos de un planeta tan renombrado como ignoto. Y aquí su servidor se dará una licencia en esta nota: siendo Christian Vander el jerarca e ideólogo máximo desde hace más de 50 años, y rodeado de un cuerpo de músicos extraordinarios en sus respectivas áreas, nos es imposible hablar de cada uno de ellos de manera más detallada. No es tanto por la cantidad de integrantes, lo que puede ser hoy una locura, sino porque el objetivo de Vander como creador siempre ha sido el poder estelar de la música ante cualquier muestra de individualidad. Incluso cuando toma el micrófono detrás de su kit, hay algo en su ejecución que mantiene en lo alto la bruma ceremonial de Magma hasta el último surco.
En plena ruta, Rudy Blas sufre un problema de salud y ante las palabras de Stella, hay un poco de incertidumbre, entendible en todo sentido. Pero ante la urgencia, hay que seguir el viaje y sin la guitarra presente -instrumento con notable presencia en la placa en cuestión-, la magia fluye de la misma forma en que Jimmy Top le exprime a su bajo el sonido más chispeante (im)posible. Qué importante es el ingenio complementado por la voluntad, pues donde en otros casos el infortunio se transforma en noticia, y termina siendo motivo de suspensión, para Magma es un condimento de maestría. Y es que hablamos de una música donde su complejidad no quita en absoluto la espontaneidad con que fluye en el directo. Todo lo contrario, potencia el tema que hace del grupo francés algo distinto a todo, y a la vez tan familiar para quienes sabemos que en lo inesperado puede surgir lo especial.
Para cerrar la primera de tres fechas en nuestro país, el afecto luminoso de «The Night We Died», con esos coros acariciando hasta al más escéptico. No se puede permanecer impasible cuando la música parece provenir del mismo cielo. Imágenes, sensaciones, emociones varias a flor de piel… eso es Magma en su escencia. Y como broche de oro, la cara pop de «Dëhndë» nos devuelve al mundo real, con la satisfacción de volver a casa después de un viaje repleto de aventuras y peligros varios. El bueno de Christian Vander pasando de presidir una misa cósmica, a ser frontman de una banda de rock, es de esos momentos que nos recuerdan lo que es capaz de hacer una persona común al momento de crear un mito pantagruelesco y encantador.
Conclusión
Al final de esta reseña, cuesta encontrar calificativos para lo que fue otro viaje por las profundidades de Kobaïa. No es algo que se pueda revisar en términos meramente musicales, tampoco es llegar y recurrir a la metáfora y la poesía. Y ese desconcierto, en el buen sentido de la palabra, es lo que nos deja sonriendo de oreja a oreja, la misma sonrisa que esbozaba Vander cuando en algún pasaje se encontró con dos baquetas en una mano aporreando a los tarros. Kobaïa es tierra de valientes, una virtud que se hace evidente a los sentidos durante la incursión en el directo. La misma valentía con que Magma nos impulsa a investigar hasta más allá de lo permitido por la convención. Aludiendo a la reconocida obra de Julio Verne, no hay mayor satisfacción que la que nos da el viaje de regreso al centro del planeta legendario.
Galería Tryo
Galería Magma