Analizando «Zarathustra» de Museo Rosenbach (1973)

Zarathustra es el álbum debut de la banda italiana Museo Rosenbach, editado en abril de 1973. Por su música y por el concepto que aborda, constituye una escucha obligada para cualquier persona que disfrute del rock progresivo de Italia. Aunque el álbum es actualmente considerado un disco de culto, en su época resultó tristemente incomprendido, lo que significó el término del grupo, solo meses después de su lanzamiento. Afortunadamente, y como ocurrió con varias bandas italianas de los 70, el grupo regresó tras casi dos décadas, volviendo incluso a editar nuevo material.
Por su status de culto, Zarathustra de Museo Rosenbach no sólo merece una simple revisión canción por canción. Por ello, he decidido indagar un poco más, para poder presentar un análisis más acabado de su trabajo.
Antecedentes
Museo Rosenbach se formó en 1971 en la ciudad de Bordighera (en pleno corazón del Golfo de Génova), a partir de la fusión de dos bandas. Por un lado, tres miembros de La Quinta Strada: Giancarlo Golzi (quien más tarde formaría parte de Matia Bazar), el guitarrista Pit Corradi y el tecladista Alberto Moreno. Por otra, dos miembros de Il Sistema, de donde llegaría el guitarrista Enzo Merogno, y Leonardo Lagorio, quien abandonaría rápidamente.
Ya fusionado, el grupo adopta el nombre de Inaugurazione del Museo Rosenbach. Su nombre haría referencia al Museo y Biblioteca Rosenbach de Estados Unidos, y dedicado al anticuario Abraham Rosenbach.
Así, quedaba provisionalmente conformado como cuarteto. Una vez terminado Zarathustra, y en búsqueda de un vocalista, llegaría Stefano “Lupo” Galifi, quedando Inaugurazione del Museo Rosenbach como quinteto.
La preparación de Zarathustra
El álbum fue compuesto por el bajista y pianista Alberto Moreno. Para ello, se basó sobre varios conceptos centrales de la obra de Friedrich Nietzsche, inspirándose en su libro “Así Habló Zarathustra”.
En 1972 la banda se une con el sello discográfico Ricordi, famoso en la escena italiana. Ese mismo año acortan su nombre a “Museo Rosenbach”. El sello puso a cargo del arte del disco a Cesare Monti, insigne diseñador de la época. De hecho, se hizo cargo de carátulas de bandas como PFM, Banco, Formula 3, Perigeo o Area, entre muchas otras.
Monti concibió un diseño que bien podría estar inspirado en el estilo de Giuseppe Archimboldo (aunque esto es sólo una suposición mía). Construyendo un rostro mediante un collage, utilizó recortes de fotografías. Entre estas imágenes, aparece el rostro de Benito Mussolini.
Esto último sería una decisión que traería muchos problemas a la banda. La prensa, y por lo tanto también el público, se espantaba al ver dicha imagen. Con una Italia herida tras una guerra cuyas cicatrices aún no cerraban, incluir esa figura era una jugada muy osada. Aunque su objetivo inicial era provocar, ello significó una serie de obstáculos. Incluso fueron censurados por la cadena televisiva RAI, por considerar que el grupo ensalzaba al fascismo.
Concepto y canciones de Zarathustra
En el libro, Zaratustra era un hombre extremadamente sabio, que vivía apartado de la sociedad. Pero rebosaba tanto saber, que sintió la necesidad de compartirlo con el mundo.
Dicho saber apuntaba a la construcción de un súper-hombre. Esto es, un hombre libre de toda atadura moral, lo que le permitiría crear, mirar al futuro, amarse a sí mismo y a todo lo real. Pero, sobre todo, un hombre capaz de construir su propia moral. Eso era posible mediante una filosofía centrada en el ser humano, en su virtud y en su propia superación.
El álbum se compone de cuatro piezas. La primera es Zarathustra, pista homónima de 20 minutos de extensión, y que ocupa todo el lado A del disco. Esta pieza se divide en cinco partes.
La primera de ellas es L’Ultimo Uomo. Cuando Zaratustra baja de la montaña, se encuentra con un santo, quien dedicaba su vida a Dios. Esta pista, justamente, parece incorporar este diálogo. La voz inicial, de volumen muy bajo, sería la del santo, mientras que la que aparece después, sería la de Zaratustra.
En efecto, la voz baja dice “tu historia está en el eco de las montañas/ demasiado alto para bajar a nosotros/ en tu camino eterno no está lo que persigues”. Tras un breve corte instrumental, aparece una voz más firme, que responde “sombra miserable, reflejo vacío del yo/ no necesitas entender la fuerza que me empuja a buscar en el mundo”.
Esta última frase apunta, directamente, al propósito de Zaratustra: que el ser humano deje de ocuparse de lo divino, para centrarse en su propio mundo y en sí mismo. Enérgicos teclados aparecen, adornados con líneas de guitarra eléctrica y una fantástica y fluida batería, a cargo de Golzi.
La segunda parte, Il Re di Ieri, comienza con un solemne piano adornado de Mellotron y Hammond, conformando una oscura atmósfera. La aparición del sintetizador pone en marcha la melodía principal, en que una voz de bajo volumen parece responderle a Zaratustra. Dicha voz le ordena tomar el camino de Dios.
Aquí aparece otro cambio repentino, nuevamente con un despliegue de energía liderado por guitarra eléctrica y Hammond. Zaratustra, con voz potente, duda de la creencia, y llama a amar a la propia tierra. Así, nuevamente se establece la oposición entre el amor al mundo supra-terrenal (de la moral religiosa) y al terrenal (de Zaratustra).
El tema termina con una batería de estilo más jazz, con un ágil pulso que deriva en la tercera parte: Al di là del Bene e del Male (más allá del bien y del mal). Esta pieza representa el choque de ideas entre Zaratustra y las personas. Las voces de Merogno y de Golzi representan al pueblo, que sostiene que “el hombre solo, lejos de Dios, no puede construir su propia moral”, en un ritmo de 3/4.
Luego de un cambio a 5/4, Zaratustra responde, mediante la voz de Lupo: “de la moralidad que has creado nada se levantará/ ciego en el dogma de tu fe, pierdes la elección de la libertad”. El sintetizador toma la melodía inicial, tras el cual se empalma una breve sección cálida. Aunque rápidamente se retoman líneas de hard rock y de rock sinfónico, que anteceden la siguiente parte.
Aquí cambia abruptamente a 4/4, con un onírico inicio. Su título es Superuomo, de una muy amplia riqueza melódica y rítmica. Incluso, al finalizar el canto, la pista parece renacer, tras un breve silencio.
Este silencio es extremadamente importante, puesto que representa la necesidad de acabar con toda creencia previa, para poder aspirar a este super-hombre. La gran cantidad de variaciones que siguen a continuación representan, entonces, la creatividad propia que solo podía alcanzar este súper-hombre.
La quinta y última parte de Zarathustra se titula Il tempio delle Clessidre. Un instrumental de menos de dos minutos de duración, que se basa en la melodía de «L’ultimo Uomo». Esta repetición bien puede representar la noción del eterno retorno, la circularidad propia de la filosofía de Nietzsche.
El lado B del disco comienza con Degli Uomini. En esta pieza, de grandes líneas de hard rock progresivo con matices sinfónicos, Museo Rosenbach expresa el ocaso de la humanidad que veía Nietzsche a través de Zarathustra. Un ocaso marcado por la guerra, y por la propia autodestrucción humana, proveniente del propio desprecio entre las personas.
Esta pieza se apaga lentamente, para abrir paso a Della Natura. Aquí tenemos hard rock progresivo envuelto en elegantes manteles de jazz. El trabajo de Golzi en batería resulta impresionante en sus jugueteos y redobles, mientras se desenvuelven notables líneas de bajo. El resto de la instrumentación yace sobre el predominio de guitarra y teclados (Hammond y mellotron principalmente), y sobre un trabajo lírico y vocal de gran expresividad.
Esta pieza hace una interpretación libre sobre la concepción de Nietzsche acerca de la naturaleza. Para el filósofo, ésta se representa de forma dionisíaca, como cuerpo, como el “aquí y el ahora”. La letra reafirma estas ideas, que critican la moral religiosa que empapa al ser humano de miedo al más allá, limitándolo. Esto se aprecia en versos como “El terror, preñado de magia, devuelve a la mente el rostro de la muerte».
En cambio, la visión corporal y concreta sobre la realidad prevalece en la misma letra: “Creo y siento. Esto es la libertad, un río, el viento y esta vida”. El necesario renacer del ser humano como niño se representa también, cuando nos dicen “Esta noche nace un bebé: soy yo”. El fade out con el que termina esta canción no empaña, en absoluto, la maestría musical que nos entrega.
Museo Rosenbach cierra Zarathustra con Dell’Eterno Ritorno. Entrando con un fuerte riff, en su primer minuto nos muestra cuatro melodías diferentes, hasta que entra la voz de Lupo Galifi con un fraseo irregular, pero efectivo. El ritmo ágil se corta por algunos breves versos que son más ceremoniales, en las dos primeras estrofas. Luego, algunas líneas de música clásica en formato rock hacen una cortina para líneas que recién abordan la idea del eterno retorno.
Sin embargo, es la marcha que viene hacia el final la que contiene las líneas más expresivas. “Pero ¿cuántas veces más me calentará el mismo sol?/ Pero ¿cuántas noches más cantaré a la misma luna?”. Estas preguntas son respondidas de inmediato: “Muero, sin esperar que algo nazca, que algo cambie”. En efecto, la idea del eterno retorno apunta, en Nietzsche, a que el ser humano se despoje de su pasado, para mirar su futuro. Pero su futuro en la tierra, no en una vida eterna.
La vida, así, es construida por el propio ser humano, que se vuelca en una vorágine reflexiva que lo lleva una y otra vez a un mismo punto. El disco cierra con un majestuoso fin, propio de una gran sinfonía clásica.
En cuanto a su música, el sonido del Hammond y del Mellotron resultan decisivos. Y a pesar de presentar una influencia clara de Banco del Mutuo Soccorso, así como vestigios de ELP y King Crimson, logra en su totalidad un sonido característico y propio. Todo lo anterior erige a Zarathustra como una de las obras más aclamadas y con mayor trascendencia dentro de la escena progresiva, tanto italiana como internacional.
Así, Museo Rosenbach logra, en Zarathustra, un disco lleno de nociones acerca de la libertad humana. Algo, por cierto, absolutamente lejano al supuesto fascismo bajo el que fue interpretado en su época, y que limitó el éxito del álbum. Pero, por sobre todo, un disco que supo llevar magistralmente los aspectos filosóficos de Nietzsche a la música. Y con ello no me refiero a las letras, que sí interpretan muy bien su pensamiento. Sino, sobre todo, al juego de silencios y de voces que, sobre todo en la pista homónima, expresan musicalmente la historia del sabio profeta del libro.