«Tarkus» de Emerson, Lake and Palmer: entre la máquina y el mito

La escena del rock progresivo británico ascendió de forma fulgurante y explosiva ni bien comenzaba la década de los 70′. Ya teníamos ciertas consolidaciones en su lenguaje estético, pero seguía expandiendo sus márgenes formales: «The Yes Album» comenzaba a transgredir los limites armónicos, «Nursery Cryme» introducía lentamente el imaginario literario de Genesis, o «Aqualung» tensaba la frontera entre folk, hard rock y crítica social. Las cosas solo comenzaban a ponerse mejor, y en eso Emerson, Lake & Palmer era un auténtico alumno aventajado.

Para explicar esto, debemos situarnos en la escena londinense cuando filman en el Lyceum su flamante adaptación de «Pictures at an Exhibition«, proveniente del compositor ruso Modest Músorgski. Sobre las tablas, una banda con apenas pocos meses de formación arrasa con su virtuosismo aquel 9 de diciembre de 1970; pero en la sala de control nada funciona: el audio se graba con poca claridad y la postedición es arruinada con unos feos efectos psicodélicos sesenteros que ya en la época se consideraban fuera de lugar. Igualmente, a estas alturas es una grabación legendaria del rock progresivo británico.

Aunque suene difícil de creer, este joven trío en el comienzo de sus veintes, ya era blanco de críticas por ser considerados «demasiado virtuosos» o «megalómanos». Todo esto desterró la tentación de lanzar otro disco basado en música docta. Greg Lake —consciente de que la prensa comenzaría a hacer comparaciones con The Nice, quienes habían adaptado mucha música clásica al rock — sentenció a Keith Emerson que el próximo trabajo debía de ser totalmente original.

Pero claro, una cosa eran los aburridos cronistas musicales, y otra el respetable: en la encuesta anual de Melody Maker  de 1970 el trío se alza como «mejor debut», sin haber publicado un solo single y con apenas dos o tres shows a sus espaldas. El éxito golpeaba sus puertas desde el día cero.

Durante la gira del otoño europeo, Emerson improvisa largamente sobre el escenario con ideas que rondaban su cabeza desde la época Nice; pero un riff en 5/4 capta su atención lo suficiente como para repetirlo noche tras noche, y comienza a ver su potencial para desarrollarlo. Lake lo mira con recelo: «Eso guárdalo para tu álbum solista«, pero los estudios Advision ya están reservados y no hay muchas ideas más. El 11 de enero de 1971 los tres cruzan la puerta del estudio y salen a los siete días (!) con un monstruo blindado bajo el brazo.

En esa semana frenética, Keith pule el motivo central de este instrumental mientras Carl Palmer acelera el tempo con un patrón rápido de caja y ride. Esta pieza original fue bautizada como frustration —frustración por el compás imposible y por el concepto bélico que le venía rondando al tecladista en la cabeza desde hacía tiempo— mientras Lake traduce aquello a letras sobre guerra y revolución. El propio Greg confesaría después que casi toda la épica quedó escrita, arreglada y grabada «entre el lunes y el domingo siguiente». Querían capturar «urgencia musical», y vaya que lo lograron.

Emerson hojea un cuaderno del ilustrador William Neal y ve un borrador a mano alzada de una ametralladora con un cartucho de teclas de piano, del cual queda prendado. Para el arte del nuevo disco quería algo «bélico y musical, como un tanque«. Neal, en quizá qué nivel de conciencia, propone el famoso híbrido tanque armadillo y se empeña en NO colocar el nombre del grupo en la portada, algo que se pondría muy en boga a principios de los 70′ en el rock británico, en un intento de declarar «esta es la música, escúchala completa, sin prejuicios, que el nombre del grupo da lo mismo».

El título del trabajo debía empezar con la T de “Tank”, que también era una pieza del debut donde Palmer se lucía con un rápido solo de batería. El resultado saldría de la mezcla entre “Carcass” (cadaver), «Tank» y “Tartarus”, el pozo más oscuro del Hades. De allí, el nombre al estrellato.

A grandes rasgos, la historia va así: todo comenzaría en una suerte de mundo postapocalíptico, postguerra nuclear, con la erupción de un volcán. De su cráter nace un engendro: el híbrido tanque armadillo que porta cuatro cañones, dos en sus brazos y nariz. Esa combinación de animal prehistórico y tanqueta blindada sintetiza la idea central de la obra: la fusión, casi inevitable, entre naturaleza y máquina cuando la civilización se dirige hacia la guerra. «Tarkus» representa, así, el poder tecnológico convertido en depredador que avanza sin reflexión ética.

En su marcha, el armadillo blindado se enfrenta a una serie de criaturas que funcionan como alegorías de fuerzas sociopolíticas. Iconoclast —un terodáctilo metálico con un pico bombardero— simboliza las doctrinas revolucionarias que derriban todo lo anterior; vuela alto y ataca desde el cielo, pero acaba abatido por un rival que lo supera en potencia de fuego. Mass, mitad mantis religiosa arácnida y mitad cruz procesional, encarna la religión institucionalizada armada con dogmas y rituales: Cuando la fe se alía con la maquinaria bélica, termina devorándose a sí misma. Finalmente, surge Manticore, el león con cara de hombre y cola de escorpión; una criatura clásica que une ferocidad y veneno. Representa la leyenda, lo irracional y lo mítico: aquello que la lógica tecnocrática subestimó y que termina volviéndose contra ella.

A la banda le gustaría tanto esta representación felina, que, años más tarde, llamarían a su sello discográfico «Manticore».

El relato muestra a Tarkus derrotando uno a uno a sus enemigos — triunfa sobre Iconoclast y Mass — pero la batalla contra la manticora se resuelve con ambigüedad: Si bien el concepto narrativo no está del todo pulido, la ilustración del interior del trabajo insinúa que Tarkus es herido y acaba sumergido, navegando tras la derrota (“Aquatarkus”). Esta conclusión sugiere que el progreso armado, por muy invencible que parezca, termina cayendo ante fuerzas que no puede comprender ni asimilar. Luego, todo renace de las cenizas. La rueda de la historia vuelve a girar.

Tras la maratón productiva, el grupo se toma un respiro sin tener ninguna otra idea para rellenar el trabajo; algo totalmente comprensible después de semejante tour de force. En marzo vuelven a la gira —»Pictures at an Exhibition» regresa al repertorio— y en Newcastle vuelven a regrabar la épica con lo aprendido sobre el escenario. Mientras tanto, Emerson es observado con una prominente barba, no por estilo, sino porque no hay tiempo ni para afeitarse.

Se baraja usar la toma de «Pictures» del famoso filme psicodélico para ocupar la otra mitad del LP. Finalmente, el trío completa el álbum con material intencionalmente más ligero y, por momentos, quizá incoherentemente juguetón.

«Tarkus» se publica en el Reino Unido el 14 de junio de 1971 y en agosto en Estados Unidos, coincidiendo con una gira que ocupará el resto del año.

¿El amanecer ha visto tus ojos?

«Tarkus» amanece con una melodía monocorde del sintetizador de Emerson, un efecto de platillos y un coro etéreo de Lake. Emerson traduce en su teclado el beat de Palmer y cristaliza el inmortal e incómodo tema principal de la épica en 5/4, en una introducción que se quedaría marcada a fuego en las mentes y corazones de muchos.

En “Stones of Years” la suite aminora. Las armonías del Hammond arropan a un Greg casi paternal que interroga a la criatura con preguntas retóricas: ¿Cómo el tiempo te ha hecho tan poco sabio? ¿Cómo sabrás dónde has estado en tu interior?, ¿Has hablado con los vientos del tiempo?, en un intento de comprender la futilidad de la guerra. Nada de eso importa, ya que llegan los enemigos mutantes: el pterodáctilo mecánico “Iconoclast”, el arácnido “Mass” con lanzamisiles, y la fabulosa “Manticore«. Cambios rápidos de tempo, compases imposibles, galopes tribales y explosiones de Moog escenifican cada combate, donde el trío simplemente está en llamas.

Battlefield” escenifica lo poco que se obtiene de la guerra y sus fines eminentemente económicos: Limpien el campo de batalla y dejenme ver mis ganancias; donde Lake convenientemente solía colar sobre el escenario esos inmortales versos de confusión será mi epitafio de aquel «Epitaph» de King Crimson (otra pieza antibélica). Tras ello, el monstruo malherido se sumerge en “Aquatarkus”, donde Emerson recrea el ambiente acuático con el Moog en una suerte de marcha militar futurista; el motivo inicial reaparece y sugiere que la bestia probablemente regresará.

Veintiún minutos después, el oyente queda exhausto, pero maravillado. Punto y aparte en la musica popular.

El lado B es otro disco

«Jeremy Bender” abre la segunda cara del vinilo con una suerte de vodevil con palmas, piano honky tonk y una letra pícara que Lake improvisa casi sobre la marcha, aunque mejor es no leerla. Quizá es el respiro que necesitábamos luego de tanta aniquilación. Por otro lado, un «bender» es un término algo antiguo del inglés británico, que se refiere peyorativamente a un hombre «de vida licenciosa» con inclinaciones homosexuales.

Bitches Crystal” retoma la urgencia con un número de claras influencias del jazz de Dave Brubeck: piano rítmico, batería en 7/8 y un Greg desatado cantando sobre clarividencia. Un temazo infravalorado.

The Only Way” introduce un órgano de iglesia con la tocata de Bach en fa mayor (BWV 540), grabado en la Iglesia de San Marcos en Westminster. Plantea un himno desde una perspectiva atea, aunque a día de hoy sigue sin entenderse la línea de Dios perdiendo «seis millones de judíos«. Se enlaza con la coda “Infinite Space”, una breve pieza muy lograda que sirve como lucimiento para los teclados y batería.

A Time and a Place” regresa al rock musculoso —primo de “Knife Edge” y según Emerson «influido por Led Zeppelin«, aunque a nosotros nos podría sonar más a Deep Purple. Para cerrar, tenemos la bromita de “Are You Ready Eddie?”, un jam rockanrollesco que en realidad es un cover libre de «The Girl Can’t Help It» de Little Richard, dedicado al famoso ingeniero Eddie Offord. Contiene una curiosa línea final que grita «They’ve only got ham or cheese!» (¡solo tienen jamón o queso!), haciendo referencia a un popular café cerca del estudio, donde solo encontraron sandwiches de jamón o queso durante toda la grabación del disco.

Sí, partimos con un concepto profundísimo de la guerra, y terminamos conversando de sanguchitos. Así eran los 70′.

¿Y la balada de rigor de Lake?, en este caso se llamaba «Oh my Father«, y no alcanzó a llegar al LP, pero fue incluida en una reciente versión de lujo del álbum. También se barajó una versión en estudio de «Nutrocker«, pero nunca se materializó. Es una lástima, ya que cualquiera de las dos habría quedado bastante mejor que el chiste de «Are you Ready Eddie?».

El armadillo noquea a todos

Al igual que iconoclasta, el LP vuela al número uno en Reino Unido e Italia y se cuela en el top ten del Billboard estadounidense. El disco es un éxito absoluto, y sus integrantes alzados a la gloria; pero, por otro lado, tanto Lake como Emerson y Palmer estaban exhaustos. Notemos que ELP compuso y grabó «Tarkus» y «Trilogy» en el mismo año de 1971. Si eso no es ser un genio musical, no sabemos qué otra cosa puede ser.

Para la gira de 1972 el trío expone en el escenario un modelo gigante de Tarkus que dispara bolas de plumavit, mientras también sobrevuelan la escena un iconoclasta motorizado y otros engendros radiactivos.

Como te mencionamos al inicio, para estas fechas la explosión del prog rock británico ya escalaba por todo lo alto, y los conceptos comenzaban a erigirse como sendas catedrales musicales. Aun así, no es arriesgado afirmar que para 1971 y 1972, ELP era el estandarte. La leyenda comienza a ser escrita en las piedras del tiempo.


ProgJazz es un colectivo unido por la amistad nacido en 2007, y que busca difundir música sobre la base del rock progresivo, el jazz, la música de vanguardia y todos sus géneros asociados.

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