«Red» de King Crimson, música implacable para un final
Un proceso creativo musical insoportablemente doloroso, como que te arrancaran los dientes
Bill Bruford, 1974
Antecedentes
Estamos en un soleado domingo 30 de junio de 1974, asistiendo a uno de los postreros shows que daría King Crimson durante los 70′, en el Palace Theatre de Providence, Rhode Island. Como es costumbre, “Larks’ Tongues in Aspic Part II» nos introduce al concierto con fuerza, impregnada de una gran violencia. «Lament» se interpretó siguiendo fielmente la versión de estudio con una gran contundencia. Siguió una correcta y concisa «Exiles«, unida a la exhobirtante «A Voyage to the Centre of the Cosmos«, en una de las improvisaciones más larga de las llevadas a cabo por el grupo en esta gira, y una de las más intensas. El resto del set list fue el clásico de esta etapa carmesí, pasando por «Easy Money» a otra apoteósica e inenarrable improvisación que luego sería conocida con el titulo de la ciudad del teatro, una demoledora «Fracture«, y cerrando con la tradicional «Starless«, y el bis de «21st Century Schizoid Man«.
Al día siguiente, un lunes primero de julio, tuvo lugar la última actuación del rey carmesí en toda la década, en el Central Park de Nueva York, concretamente durante el Schaefer Music Festival. Para esta fecha, ya estaba decidida la salida del violinista David Cross, quien internamente se sentía cada vez mas disconforme con su lugar en el grupo, mientras perdía la batalla sonora frente a la abrasiva guitarra de Robert Fripp y la bautizada como «muralla de ladrillos voladora» de Bill Bruford y John Wetton. Lo cierto es que ya eran un trío de forma tácita por lo menos desde el comienzo de la gira de aquel año.
Durante la mañana de aquel día, se desarrollaron conversaciones telefónicas tendentes al cómo y cuándo decirle a Cross. Bruford y Wetton se sentían temerosos por la reacción que pudiese tener el violinista, por lo que se acordó con Fripp el comunicar su despido a la vuelta de la banda al Reino Unido. Todos retornarían menos Robert, ya que él se quedaría algunos dias más en América.
En aquella jornada compartirian cartel con la banda de hard rock holandesa Golden Earring, pero no estaría exenta de problemas. Al filo de cancelarse por un problema eléctrico sobre el escenario, felizmente la performance del rey sería todo un éxito, quedando para la posteridad en el potente disco en vivo «Live in Central Park» (KCCC10) . Fripp diría mas tarde: «el primer show desde el Crimson de 1969 en el que la parte baja de mi columna se levantó«. Esto comenzaría a anticipar la idea de un cúlmine que se avecinaba. Una historia que se volvería a repetir.
Una semana mas tarde, al reunirse todos en el Olympic Studios en Barnes, Reino Unido, Fripp se encontraría con que aún no se le decía nada a Cross, por lo que tuvo que ser despedido rápidamente casi con el violín conectado al amplificador. David se sintió tan ofendido que no volvería a hablar con sus ahora ex compañeros de banda en mucho tiempo. Esto afectó de sobremanera a nuestro guitarrista, quien lo consideraba lo mas cercano a un amigo dentro de la agrupación. De allí en adelante, todo serían tensiones en el trío restante.
Con este breve panorama narrado, nos podemos hacer la idea de la fotografía del momento. King Crimson se encontraba nuevamente al filo de la navaja, realizando música absolutamente implacable, en medio de presiones, desazones, relaciones interpersonales dañadas y nerviosismos.
King Crimson en su último show de los 70′ en Central Park, Nueva York, 1 de julio de 1974
Tensiones
Red se grabaría bajo este tenso ambiente desde el 8 de julio, hasta fines de agosto de 1974, junto al ingeniero de sonido George Chkiantz, con la asistencia de Rod Thear. El grupo estuvo formado por Bill Bruford (batería y percusiones), Robert Fripp (guitarra y mellotrón) y John Wetton (bajo y voz). Además, colaborarían Mark Charig (corneta), Mel Collins (saxo soprano), David Cross (su parte ya grabada en vivo en Providence), Ian McDonald (saxo alto) y Robin Miller (oboe). Es decir, junto a Fripp, todos los solistas que habían tocado o grabado con la banda durante los 70′. Las letras serían de un viejo amigo local de Robert, el poeta y músico Richard Palmer-James (ex Supertramp). Éste trabajaría a distancia enviando las líricas a través de correspondencia.
Ian McDonald estaba particularmente animado en el estudio, ya que tenía muchas esperanzas puestas en la venidera gira de soporte del disco para 1975, siendo sugerencia de John Wetton el invitarlo a tocar sobre los escenarios y convertirlo en una suerte de reemplazo de Cross pero con mucha mas presencia musical. La banda comenzaba a ser verdaderamente popular en América y Europa, mientras se barajaba el tocar en áreas mas remotas como Asia y Sudamérica. John mas tarde diría que la masividad que alcanzó Pink Floyd un año antes con su «The Dark Side of the Moon» le habían rediseñado su definición de «éxito» en un grupo, y no esperaba menos con las próximas entregas del rey.
Mientras teníamos ese optimismo en el futuro, Fripp tenía una nube de dudas en su cabeza. Sentía que la banda era cada vez menos atenta en percibir lo que pasaba a su alrededor, menos inquieta, y menos interesada en escuchar a los otros músicos, mientras se enfocaban cada vez mas en demostrar virtuosisimo y tocar «rápido y fuerte». Todo esto se entrelazaba con una fuerte decepción con el mercado musical, los managers, las giras y los fanáticos, quienes para él «solo iban a los shows a sentarse, bailar el boogie y fumar un porro«. Todo esto desembocó en la madrugada entre el 7 y el 8 de julio de 1974, al leer el segundo discurso de inauguración de una escuela de enseñanzas filosóficas y sentirse profundamente conmovido por su contenido. En aquel momento Robert Fripp decidió que dejaría el mundo de la música para matricularse en la Academia Internacional para la Educación Continua localizada en una enorme casona inglesa en Dorset llamada Sherborne House, escuela perteneciente a John G. Bennett, un discípulo del famoso filósofo armenio George Gurdjieff. Esta decisión marcaría su vida y su quehacer profesional de aqui en adelante, para siempre.
Sin saber de su lucha interna, Bruford y Wetton tuvieron que enfrentarse a las consecuencias cuando Fripp les informó que les daría mas libertad a sus decisiones durante las grabaciones, ya con su resolución de no seguir en la música firmemente tomada pero aún no comunicada al resto.
Con fecha de salida fijada para el 6 de Octubre de 1974, y similar a la fotografía de la portada tomada por Gered Mankowitz (apodada por la banda como el bueno, el malo y el feo), el rey comenzaría a grabar en medio de oscuridad, muecas de tensión y destinos totalmente separados.
En su contraportada, vemos un manómetro de presion pasando el número siete en una sección roja de peligro, indicando alegóricamente la que era su séptima entrega de la discografía, junto con el carácter iracundo «rojo» del mismo. Esto es música sobrepresurizada.
Otra pesadilla roja más
La primera pieza que el trío trabajó fue Red, salida de la pluma de Fripp. Aunque algunas partes habían surgido en ensayos durante mayo, en pruebas de sonido y en improvisaciones en vivo durante 1974 (una en concreto llamada internamente «Blue»), esta fue la primera vez que la pieza se plasmó formalmente y se definió su esqueleto musical. Si bien hoy en dia es un gran clásico del rock progresivo, su inclusión en el álbum no estuvo asegurada hasta el final, ya que inicialmente Bruford no estaba convencido. John insistió en que fuera incluida, y Bill comentaría algo asi como «No lo entiendo, pero si ustedes creen que es buena, les creo”.
Y vaya que era buena. Este potente instrumental es sumamente intenso, sorpresivamente moderno y absorbente. Tanto la composición como la interpretación nos transmiten una avasalladora sensación de disciplina, fuerza y control donde nada está dejado al azar. Más que una pieza del King Crimson de 1974, es una puerta abierta al futuro y es natural que se haya interpretado durante las sucesivas décadas. Usando un esquema que se ha despojado de todo lo accesorio y sin solos, mas propio de la crudeza del rock/metal alternativo los años noventa o dos mil que de los setenta, Fripp llegó más allá de lo expuesto en las dos partes de «Larks’ Tongues in Aspic», mientras los motivos melódicos a través de sus disonantes escalas características y sus riffs en tritono se desarrollan hasta el mismo límite de la lógica. En esta pieza hay una cierta sensación de inevitabilidad que tambien observamos en Breathless de «Exposure», VROOOM, VROOOM VROOOM de «THRAK» (que dicho sea de paso, se construyó usando ideas desechadas de acá), y en Level Five de «The Power to Believe».
Con una apertura de disco tan rotunda, no es arriesgado afirmar que esto era una suerte de Black Sabbath venido de «otra dimensión» o siendo «maestros de otra realidad», y que se encuentra entre lo mas pesado que nos dejaría el heavy metal de los setenta, etiqueta que usó el mismo Robert para definirla. Es fácil ver porque en América la banda estaba siendo catalogada como música diabólica.
Fallen Angel es una pieza basada en una balada inédita de Wetton llamada «Woman», combinada con un riff de Fripp usado en 1972 por el quinteto de «Larks’ Tongues in Aspic», con una performance inolvidable de Mark Charig y Rober Miller que eriza la piel. Acá la guitarra acústica junto con el oboe y la corneta remiten a la estética de discos como «Lizard» o «Islands», en momentos de enorme belleza y absoluta fuerza expresiva, mientras escuchamos el lamento de un hombre que ha perdido a su hermano, víctima de las drogas, la delincuencia y las peleas callejeras de Nueva York.
La participación de McDonald en la salvaje One More Red Nightmare añade las influencias del jazz a los pesados riffs y arpegios de guitarra, con rápidos y expresivos coros, ideas desarrolladas a partir de improvisaciones en vivo desde las sesiones iniciales con Jamie Muir en 1972. La pieza también es conocida por un metálico rugido de un platillo específico de Bill Bruford que se erige en nuestros oídos como un felino rampante en busca de su presa, unido a ágiles fills de batería. El miedo a volar de las letras queda absolutamente capturado en la música, mientras que en América se le dió un equivocado cariz de pieza anti comunista (otra pesadilla roja más).
«Se volvió legendaria en parte gracias a un platillo barato Zilco de 20 pulgadas que encontré doblado en la basura de la sala de ensayo”, comenta Bruford, quien lo sacó del cubo, lo enderezó y colocó en su kit. “Mi contribución estaba inspirada en Billy Cobham, quien tenía una gran influencia en mi durante esa época, y sentí que era lo apropiado que demandaba la música”. Se rumorea que este platillo habría sido de Keith Moon, el último baterista que había pasado por ese estudio por aquella fecha y que era famoso por destrozar parches y metales. Si es asi, gracias por eso, Moonie.
Por cierto, la pista vocal de Wetton es absolutamente insuperable y uno de los highlights de su carrera.
Un par de décadas después, Kurt Cobain de Nirvana soñaba con alcanzar esas alturas. Había estado escuchando Red de manera intensiva en 1992 y esperaba captar algo de su energía cruda para «In Utero». Con la guía del ingeniero de sonido Steve Albini, ese deseo se realizó parcialmente, ya que aparentemente «Frances Farmer Will Have Her Revenge On Seattle» está sumamente influenciada por la pesadilla roja, aunque no de manera evidente.
La maravillosa improvisación del 30 de junio cuando aún estaba Cross en la banda, ahora bautizada con el nombre de la ciudad norteamericana de Providence, continuó una tendencia iniciada en el álbum anterior, nacida por la falta de material. “Siempre estábamos cortos de material. Recurríamos a improvisaciones en vivo, que disfrazábamos eliminando los aplausos”, decía Bruford. En un disco como Red de una paleta de sonidos un tanto agobiante e intimidantemente furiosa mas propia de un power trio tocando heavy metal, y digamos, quizá un tanto conservadora compositivamente hablando, teniendo anteriormente una balada y una pieza de rock pesado puro en formatos clásicos, se agradece un poco de apertura, improvisación y soltura. Como te comentamos anteriormente, esta estrechez es uno de los defectos que tenía descontento a Robert Fripp.
Cuando entra el violín de Cross y el ritmo sincopado de Bruford alrededor de la mitad de la improv, es la perfecta banda sonora de la degeneración.
Una embrionaria y concisa «Starless» fue compuesta por John Wetton para el anterior disco, pero había sido desechada por Fripp y Bruford. Para marzo de 1974 había sido rescatada, extendida y retrabajada añadiendo una siniestra parte al medio, cortesía de Bill, y una espectacular introducción de mellotron por parte de Fripp, por lo que fue convertida en parte del repertorio en vivo. Ahora solo tocaba perfeccionarla, para obtener su versión definitiva. Es la única pieza sin lírica de Palmer-James, mientras que ahora Mel Collins y Robin Miller, junto con chelistas y contrabajistas no acreditados, añaden peso en el estudio a su ya imponente poder.
La letra de Wetton y Fripp nos habla de vacíos existenciales, y la sensación de que, a pesar de los esfuerzos, el resultado final es una oscuridad inevitable. Frases como «Old friend charity» y «Take care of what’s inside» hacen referencia a un intento de consolarse a uno mismo en medio de la desesperanza, pero sin éxito. Además el mencionado contraste entre el día y la noche también sugieren el paso del tiempo y la inevitabilidad de la pérdida que acompaña al envejecimiento. En este sentido, a medida que avanzamos en la vida, perdemos la luz que alguna vez nos guiaba.
Volviendo a terrenos musicales, el cierre de “Starless” recoge, en un extraordinario resumen, todo el King Crimson de los años 70′. Están representados tanto «In the Court of the Crimson King«, pasando por «Islands» y llegando al anterior «Starless & Bible Black«, todo ello condensado en algo más de 12 minutos. La primera sección de la pieza es de una belleza desgarradora que podría haber pertenecido al primer trabajo del grupo, mientras la sección intermedia es un desarrollo instrumental típico de la estética del grupo entre 1973 y 1974, esto es, un crescendo continuo en fuerza, volumen sonoro e intensidad. Fripp recordaba: «la sección intermedia de Starless era una pesadilla para mí. El riff de bajo era un ancla; pero la batería se movía adelante y atrás, dentro y fuera«.
Para lograr su lugar dentro de dicha sección, Fripp se vale de un recurso que nos da como resultado uno de los paisajes musicales mas devastadores e intensos en términos de música popular. Todo comienza con una guitarra que parece quedarse fija en una única nota. La tensión va aumentando poco a poco, imparable, hasta que el sonido se vuelve monstruoso y aterrador. Es la perfecta banda sonora de la destrucción. Entonces, la canción explota en una suerte de jazz en esteroides, con un solo de saxofón absolutamente desquiciado, un Bruford polirritmicamente malévolo y un riff llevado al límite de la distorsión y la aspereza.
Solo nos queda la parte final, que retoma la belleza inicial, pero esta vez canalizando toda la energía acumulada, dándonos como resultado una de las experiencias más catárticas y emocionantes jamás grabadas en un disco, como si fuera una versión del “finale” de la Novena Sinfonía de Beethoven, pero en el mundo del rock. Con un cierre tan apabullante, cualquier cosa que le siguiera tenía el gran riesgo de sonar trivial.
Cuando terminaron de grabar todas las piezas, los tres coincidieron que Red debía abrir el álbum y Starless cerrarlo, para que el oyente se sintiera como en uno de sus shows en vivo. Si Starless era en parte un tributo al pasado de Crimson, reconociendo la grandeza de 1969, el inicio con el instrumental Red era sin duda una predicción del futuro, guardando absoluto paralelismo con las también cinco piezas de «In the Court of the Crimson King», con su profético inicio y su medieval final.
R.I.P.
Después de terminar el LP, comenzó un breve período de ensayos, pero Fripp decidió que ya era tiempo de comunicar su decisión indeclinable, para gran sorpresa de sus colegas, argumentando que Crimson corría el riesgo de convertirse en un dinosaurio. Robert deslizó la idea de que la banda siguiera sin él (tal como en 1969) con reemplazantes como el mismo McDonald o incluso Steve Hackett, pero los integrantes no le veían buen augurio a un rey carmesí sin Fripp.
El 28 de septiembre de 1974 se hizo público: King Crimson había dejado de existir «para siempre y por siempre». Fripp razonó ante la prensa que era así por tres razones. La primera porque representaba un cambio en el mundo. En segundo lugar, porque consideraba que ser parte de King Crimson no era la mejor educación liberal que él podía recibir, como antes había creído. Y tercero, porque la energía que invertía en el grupo ya no era válida para su manera de vivir. Robert Fripp afirmó que sus últimos esfuerzos musicales serían el de trabajar junto a Brian Eno y manifestó su interés en grabar con Robin Trower, cosa que no terminó materializandose.
Bill Bruford reaccionó con moderación al desearle a Fripp la mejor de las suertes posibles para sus nuevos proyectos, pero dejando claro que él no hubiera acabado con el grupo. Con la sinceridad que le caracteriza, también reconoció que King Crimson fue una banda muy insegura donde aprendió mucho sobre la música y también sobre sí mismo. Con el pasar de las décadas, reivindicaría la decisión del guitarrista.
Justo acabó la banda cuando el rock progresivo comenzaba a volverse una caricatura. Muy inteligente y previsor.
Bill Bruford, Prog Rock Britannia, 2006
John Wetton fue el mas golpeado con el final de King Crimson. Según sus palabras, los ensayos con Ian McDonald habían sido muy fructíferos y tenía muchas esperanzas en el futuro, como apuntamos mas arriba. Por otra parte, Fripp le confidenció que gracias a lo que había leido de las enseñanzas de Bennett, temía por un fin del mundo en 1981, y quería anticiparse a ello. De cualquier forma, Wetton admitió tener la sensación de haber estado en la cuerda floja durante toda su estadía en la banda.
De aquí en adelante comenzaría su incesante busqueda por tratar de recapturar una banda del calibre de Crimson, que lo llevaría a dar forma a U.K. junto a Eddie Jobson (que originalmente estaba conceptualizado con Rick Wakeman en teclados y Robert Fripp en guitarra), hasta el supergrupo Asia, donde finalmente lograría el éxito que esperaba.
Bruford por su parte, comenzaría un peregrinaje que lo llevaría a colaborar con artistas como Gong y luego con Genesis, hasta ingresar a U.K., y emprender su propia aventura solista con su banda «Bruford«, hasta que volvería a escuchar el llamado de la realeza en 1981, pero esa es otra historia.
David Cross después de King Crimson, se unió a las experimentales bandas británicas Clearlight y luego a Dolphin Logic. Luego su nombre se pierde, ya que emprendió un viaje como trotamundos por mucho tiempo, hasta finales de los años 80′. Cross reapareció primero con Low Flying Aircraft y después en Radius, en varios discos. Cross también emprendería con su propia banda: «Memos from Purgatory» (1989), «The Big Picture» (1992), «Testing to Destruction» (1994), «Exiles» (1997), pasando por su colaboración con Fripp de «Starless Starlight» (2015) hasta su último disco «Ice Blue Silver Sky» (2023). Hoy en dia ha mejorado muchísimo su técnica al violín.
Robert Fripp se mantendría alejado durante tres años de la música «viviendo en condiciones deplorables y rodeado de locos«, donde se daría cuenta que «en realidad yo no existía» para volver a la escena musical en Nueva York durante 1977, ya no como un músico de rock progresivo, si no que un integrante mas de la vibrante escena del new wave y el punk estadounidense, de la mano de gente como Blondie o Talking Heads, como así mismo de nombres mas clásicos como Peter Gabriel, Brian Eno o David Bowie. El camino a seguir se presentaría por si mismo.
Música del futuro
Incluso a medio siglo, y en un mundo totalmente diferente, el legado de «Red» continúa vivo. Es un disco de 1974, pero también de los noventa y de la década de 2000. Es rock progresivo, es rock alternativo, grunge o heavy metal. Es también lo mas cercano de los setenta a lo que conocemos hoy como rock o metal progresivo moderno.
Al poco andar y ya sin las tensiones del momento, Robert Fripp vió con mejores ojos este trabajo. Para John Wetton y Bill Bruford, y de forma retrospectiva, es uno de esos álbumes que expresan el fin último de un grupo de música, la epítome de un paradigma, todo aquello con lo que se soñó y persiguió.
A lo largo de los años, ha seguido inspirando a generaciones de músicos, mostrando cómo un solo álbum puede abarcar múltiples épocas, redefiniendo los límites del sonido y demostrando que la verdadera innovación no tiene fecha de caducidad. Es así como debe sonar el rock progresivo, en 1974 y en 2024, ni mas ni menos.
Viendo en retrospectiva, Fripp tenía razón. No es raro que después de este disco, una banda que comenzaba a emprender un vuelo hacia la música de masas se disolviera y no reapareciera sino hasta siete años después con una formación nueva, una inocencia renovada, un estilo totalmente revitalizado y un paradigma sustancialmente distinto. No era lo que nosotros necesitabamos, era lo que King Crimson necesitaba.
Bibliografía: «In the Court of King Crimson: An Observation Over 50 Years» – Sid Smith, Entrevistas a John Wetton, Bill Bruford, David Cross y Robert Fripp durante los 70s, 90s y 2000s, «The Great Deceiver Box Set» Booklet, «Inside King Crimson 1972-1975, an independent critical review with David Cross», «King Crimson» – Carlos Romeo, «The Road to Red Box Set» Booklet, DGM Live