Reseña: Festival CL Prog, el imperio de los sentidos
El único antecedente de rock progresivo a nivel de festivales hasta la noche del 31 de marzo de 2023 en Latinoamérica, era el Baja Prog, allá en Mexicali, la capital del estado de Baja California, México. Un festival de los más prestigiosos de las últimas dos décadas, y cuya desaparición hace unos años, al parecer, tiene sucesor, pero acá al sur del mundo. Específicamente Chile, sin duda el país donde el progresivo en todas sus ramas pasó de ser un culto de entendidos allá por los 80-90s, a un fenómeno que terminó por consolidar su popularidad durante la década pasada. Desde los clásicos Yes-Genesis-King Crimson-Marillion, hasta los nombres relevantes de hoy que obtuvieron un sitial merecido y, lo más importante, en su mejor momento hasta hoy.
Esa es, precisamente, la consigna del festival CL Prog en su edición inaugural, con lo más granado del prog actual y en sus mejores formas. Los clásicos rigen, pero quienes vimos los nombres que encabezaban el cartel que repletó el teatro Caupolicán, sabíamos de antemano que ser partícipes y testigos era una obligación y un lujo. Sobre todo lo segundo, lo cual parecía hace poco más de medio siglo una quimera de las portadas de la revista Circus (Argentina) o el programa “Midnight Special” en los 70-80s, hoy es una realidad que respiramos con toda la fortuna del mundo. Y la imagen del tradicional reducto de la calle San Diego, abarrotado en todas sus localidades, es la prueba de cuán esperado fue dicho festival desde su primer anuncio, poco antes de incluir a Tesseract, quienes debutarían en nuestro país -¡por fin!- y por partida doble.
Análisis de las bandas del Festival «CL Prog»
Desire of Pain
Con la puntualidad como muestra evidente de una producción a la altura, los chilenos de Desire Of Pain le dan el puntapié inicial al festival con su propuesta arraigada en el metal extremo con orientación hacia lugares ignotos en cuanto a sonido y estilo. Así de inclasificable es su estilo como lo remarcan “Whisper of Death”, “Ascension” y la inédita “Memorias Olvidadas”, esta última adelantando lo que se vendrá en el próximo LP titulado “De fantasmas, amor y muerte…”. El resplandor final de “Vertigo”, con la participación especial del destacado saxofonista Franco Ortiz, conmueve por cuán sublime puede ser la crudeza del metal cuando hay espacio para la belleza y el propósito de las buenas canciones. Desire Of Pain tiene su propia idea de lo que es ser progresivo, desde su raíz metalera hasta recovecos que pocos se atreven a explorar con soltura. Y eso se agradece, y más cuando, en palabras de Sebastián Silva, el orgullo de inaugurar en Chile el primer festival de prog en Sudamérica reafirma la enorme calidad artística en estos rumbos.
Puedes agrandar las fotos haciendo click en cada fotografía de nuestras galerías.
Mourners Lament
Con pausa conveniente para el respiro, el death-doom de Mourners Lament puso la cuota necesaria de tiniebla, con el peso de la existencia humana traducido en un estilo firme a sus convicciones. Son más de 15 años de carrera que emergen en vivo como una bestia implacable, de la mano de “Slumbers”y “As Solemn Pain Profaned”. La convicción de la lentitud, el espesor de los tempos, la cadencia pesada hasta el sudor, son todos elementos que marcan la diferencia y definen la identidad de una agrupación que no requiere de velocidad ni pirotecnia para proyectar una emoción genuina. Que un adelanto de su próximo álbum como “Towards Abandonment” se mueva la misma energía que sus “hermanos mayores” de repertorio, dice bastante de lo que realmente es CL Prog en cuanto a mística, el tema distinto que promueve, valga la redundancia, marcar la diferencia desde el impulso primario y. a la vez, disponer la calidad a dicho propósito.
Tesseract
Fue el último anuncio internacional del cartel y a las 19:30 se hacía realidad después de una serie de postergaciones varias, incluyendo la emergencia sanitaria de los últimos 3 años. De la mano de la suite “Of Matter” -del aclamado álbum “Altered State” (2013)-, Tesseract remece de entrada un Caupolicán ya repleto en cancha y demás sectores. Con el guitarrista y fundador Acle Kahney a la cabeza, los de Milton Keynes no se guardaron nada y desplegaron todo su arsenal de energía y buen gusto, como podemos apreciar en su catálogo en estudio. Por algo su propuesta de corte geométrico y melodías certeras con ráfagas de metal ha logrado un éxito irrefutable, y la reacción del público chileno en el Caupolicán -y la fecha anterior en el Club Chocolate de la capital- era de esperarse ante tamaño despliegue de poder.
El golazo que fue su más reciente placa “Sonder” (2018), los expone en un momento de gloria que no parece tener techo. “Smile”, “The Arrow”, “King” y “Juno” -la que cerró la presentación de los ingleses-, se ganan de inmediato la recepción de un público entregado al caos sistemático de Tesseract. Da gusto apreciar en carne propia las virtudes vocales y escénicas de Daniel Tompkins, cuyo desplante y dominio del público es tan abrumador como su caudal de voz, siempre moviéndose con agilidad entre la melodía pop y la fogosidad del metal. No hay reglas ni etiquetas que valgan ahí, como también lo sabe el tándem de cuerdas compuesto por Acle Kahney y James Monteith (guitarras), y el bajista Amos Williams, quien cultiva un sonido penetrante y distintivo dentro de la firma sideral de Tesseract. Completando el equipo, lo que hace Jay Postones en la batería va más allá de una ejecución bien dotada y tiene que ver con la sensación de ‘pasarla bien’, el disfrute en cada golpe y groove con que el quinteto británico crea y moldea su propio universo algebraico.
Como parte de un repertorio hecho para iniciados y novatos, las primeras tres partes de “Concealing Fate” -el EP que los estrenó en sociedad allá en 2010- llegaron como una brisa de aire puro para los seguidores de sus inicios, sumergiéndonos en un viaje a través del corazón de Tesseract. Notable el cambio de atmósferas entre la ira y la paz, lo bello y lo áspero, lo que en vivo genera efectos literalmente catatónicos. Así como la recién estrenada “Natural Disaster” desató la locura en cancha, cuál clásico de toda la vida (muy parecido a cuando Rush estrenó un par de temas de Clockwork Angels durante la gira Time Machine, un par de años antes de su lanzamiento). El cierre con “Nocturne” -la parte 1 de la suite “Of Mind” y la mencionada «Juno”, en lo alto y sin espacio para el escepticismo, nos deja más que satisfechos.
Alcest
Del prog más matemático y moderno, pasamos al un estado de ánimo traducido en la mejor música. O al menos eso es lo que Alcest genera en quienes accedemos a su sonido, tanto a la primera escucha como al gusto adquirido tras una lenta digestión. El ¡vamos! con “Les Jardins de minuit”nos sumerge de una en un trance de emociones y sensaciones que ocultan su inocencia en un ropaje de post-Black Metal y shoegaze al que pueden acceder quienes están dispuestos a abrazar este sonido hasta el final de sus días.
En plena promoción de “Spiritual Instinct”, el combo liderado por el querido Neige -Alcest nació como su proyecto solista- hace valor sus 20 años de carrera mediante el fulgor de su presente. El arrojo de “Protection” nos hace sucumbir con el nivel de melodías e intensidad con que la música ejerce su función terapéutica. Al igual que “Écailles De Lune Pt. 2”, original de su segundo álbum del mismo nombre, y que nos remonta a los orígenes black metal como deleite para los seguidores de esos días en el circuito underground de Europa. Tal como Mikael al frente de Opeth en sus directos después de 30 años, Neige mantiene fijo en el repertorio aquella vibra primigenia que va de la mano con la belleza evolutiva de sus trabajos posteriores, y ante aquello no queda otra más que caer de rodillas hasta perecer ante el encanto mortuorio de la armonía más desgarradora que puede concebir el ser humano.
La urgencia alternativa de “Saphire”, la paz fúnebre de “Sur l’océan couleur de fer” y la fuerza incombustible de “Oiseaux de Proie”, para lo distintas que son entre sí, tienen en común la honestidad con que Alcest se ganó el trono como nombre de peso para una generación ávida de sonidos distintos y rebosantes en comunicación. Y aprovechamos el espacio para referirnos al aporte del histórico baterista Winterhalter, quien la tiene clara al disponer sus habilidades a lo que realmente importa. De la misma forma en que el bajista Indria y el guitarrista Zero, ambos músicos acompañantes en vivo, se complementan con los dos titulares para llevar del estudio al directo el lienzo de matices con que el sonido de Alcest se expande hasta el rincón menos pensado.
El final con “Kodama” y “Délivrance”, coronan el que debe ser el espectáculo más colmado en cuanto a lo que significa Alcest. Y es que resulta notable que su tercera vez en Chile tenga como escenario un recinto de la talla del Caupolicán, colmado de un público que, al menos en su mayoría, se habrá sorprendido ante lo que es capaz de provocar la música con “lo justo” en recursos y con un propósito cuyas toneladas de ingenio pesan al final cuando se trata de hacer una carrera a pura buena música. Es cosa de seguir tu propio instinto espiritual, y Neige lo sabe mejor que nadie.
Soen
“A lo que venimos”, se escucha comentar a alguien del público, y probablemente sea así, más allá del gusto personal. Porque tras la sirena con que irrumpe a patadas “Monarch”, Soen retornaba un año después de su primera vez en Chile, cuando también fue por partida triple. Ahora en el Caupolicán, y a tablero vuelto, la banda liderada por el baterista y fundador Martín López cerraba el ciclo de “Imperial” con un retorno tan esperado como incendiario en todo momento. “Deceiver” le sigue de inmediato y el recinto se viene literalmente abajo, con la cancha moviéndose como el océano en plena tormenta, mientras Joel Ekelöf -un frontman consumado en todas sus facultades, lideraba el ataque con la bravura propia de los veteranos de mil y una lides.
“Lunacy”, tras el potente inicio, nos da el tiempo para apreciar las virtudes de un conjunto que juega para adelante y con el equilibrio como elemento clave. Todo aquello sin escatimar energía, como nos lo hace saber Cody Lee Ford, cuyo dominio en las seis cuerdas es pura maestría y fuego, mientras Lars Åhlund cumple una función similar como complemento y pieza vital, lo que le da a Soen una identidad donde el lugar común y la voluntad de las canciones se toman la mano para generar en vivo un espectáculo en toda frecuencia.
Tras el primer saludo de Joel, una aplastante “Martyrs” se vuelve hecatombe y grito para un público ya entregado, sin duda que valga. Impresiona la enorme presencia de Oleksii ‘Zlatoyar’ Kobel en el bajo, así como Lars comparte roles en guitarra y teclados para contribuir al amanecer de esperanza con que Soen nos hace aflorar la pasión como motor y canal de entrada. De esos momentos radiales que traspasa todo prejuicio cuando la calidad y la intención contienen algo profundo y real.
Si el adobo latino de “Savia” nos sorprende por su riqueza en tonalidades, “Lucidity” es un reflejo de la belleza con que Soen hace polvo hasta al granito más duro. La huella de Pink Floyd, con él solo de Cody Lee Ford marcando el clímax al puro estilo de David Gilmour, es un rasgo ineludible. El Caupolicán iluminado con teléfonos celulares en todos sus sectores, responde a dicha huella de manera natural. Es el encanto de la música, cuando hay algo de verdad e imposible traducirlo en palabras y análisis rebuscados. A lo más, tiene que ver con darlo todo, eso que para el fan más antiguo y el recién iniciado, significa lo mismo sin importar la óptica. Y eso explica la grandeza de Soen, más allá del arrastre y el hype; seguir firme a tus ideas, trabajar en modo ensayo-error, hasta, finalmente, dar con tu propio estilo. Y bien de eso lo sabe Martín López, quien tras su partida de Opeth, se la jugó por llevar a cabo su propia visión musical, lo cual implicó varios movimientos a nivel de integrantes y una producción discográfica que recién en “Lotus” (2019) respondió todas las preguntas sobre cómo suena Soen.
“Modesty”, “Antagonist” e “Illusion”, así seguidas -en medio, Joel replicando los apodos de la gente a él y sus compañeros de ruta-, continúan la marcha por distintos estados de ánimo, lo que hace de Soen una institución con rasgos transversales si se lo propusiera. No se malentienda como “recambio” ni nada de esas entelequias, sino que hay una muestra suprema de identidad y confianza por derecho propio. Y es ahí donde Soen gana, gusta y golea, tal cual nos queda esa impresión en el cierre con “Lascivius” y “Lotus”, esta última con lluvia de chayas de fiesta.
Conclusiones
CL Prog es precisamente una celebración para todo melómano. La celebración a la música de vanguardia, al resurgir de un imperio sensorial que deja más que contentos a quienes están ávidos de nuevos caminos y placeres en el rock y el metal fuera de la convención.
Por cierto, se habla de una siguiente edición. Eso, ni dudarlo.