“Vivo” (2004): el testamento de Fulano
Contados con los dedos de una mano son los registros musicales en vivo en el circuito local. Y solamente hablando de artistas y bandas chilenas, se nos vienen a la mente ejemplos históricos como Gira al Sur y 25 años de Música (ambos de nuestros queridos Congreso), los conciertos de Los Jaivas en Argentina durante el amanecer de los 80 y, a gusto muy personal de quien escribe, Ao Vivo de los supremos Akinetón Retard. Y en un país que, las cosas como son, vivió un apagón humano y cultural durante 17 años, es entendible cuando el contexto local resulta determinante.
De estos pocos pero maravillosos registros en vivo que el rock de vanguardia en Chile ha capturado sus momentos más rutilantes, hay uno cuyo significado trasciende el factor musical, y tiene que ver con la carga emocional. Mucho más al cumplirse dos décadas exactas de la trágica pérdida de una de sus figuras de renombre para quienes profesamos hasta hoy el culto por esta música.
Para ser más precisos, fue el 17 de enero de 2003 -solo 2 días tras el doloroso deceso del entrañable Eduardo “Gato” Alquinta- que un edema pulmonar le arrebataba la vida a Jaime Vivanco, destacado músico con formación de academia y tecladista de exquisita técnica. Su aventura musical estuvo marcada por su paso en la versión renovada de Congreso tras el ciclo ligado al jazz-fusión y, sobretodo, una institución de culto en la música de vanguardia con desplante rockero: Fulano.
Sería ahí donde Vivanco, junto a un conjunto de músicos de igual factura astral, se mandaría carrera brillante, con tirada discográfica de calidad abrumadora, destacando su peak en el doble cassette En El Búnker (1989), y un estilo musical sin precedentes en el circuito chileno (y sudamericano, ¿por qué no?) La firma revolucionaria de Weather Report y el sarcasmo abrasivo de Frank Zappa, con la dosis justa de identidad chilena. Y todo en el directo, conforma un torrente sonoro capaz de derribar a patadas los estamentos de la corrección política.
Al año siguiente de la muerte de Vivanco, y con la decisión de no continuar ante la irreparable pérdida, los demás componentes de Fulano deciden cerrar la historia editando lo que será el último capítulo discográfico, un epílogo con lo mejor de su repertorio en directo. Es así como a principios de enero de 2004 ve la luz Vivo. Así sin más en su título. Un documento compuesto por doce canciones grabadas en 2002 durante la gira por territorio chileno, entonces comprendida por el aniversario 18 de la banda. Dos de estas canciones son inéditas: “Pinocho en Patolandia” y “Todas las Ratas de Todos del Ríos del Mundo”, ambas sumándose a los clásicos incombustibles con la grandeza característica de todo lo que es Fulano.
Lo que encontramos en Vivo, a lo largo de una hora y 20 minutos de música honesta y vanguardista hasta el sudor, puede ser tanto un resumen de la maestría exorbitante de Fulano hasta el último surco, como un recomendable para quienes desean iniciarse en su historia y discografía. Pues así como veremos más adelante, hay una selección de infaltables en sus versiones definitivas, probablemente superiores a sus originales en estudio. Puede que suene drástica dicha afirmación, pero la fluidez con que Fulano desplegaba toda su clase en el directo, era derechamente otra cosa. Y en muchos casos te volaba la cabeza, literalmente.
Las canciones de Vivo de Fulano
El puntapié inicial con Krikalev es revelador de entrada. Con la modernidad de Trabajos Inútiles (1997) como último antecedente en cuanto a producción en estudio, su andar bestial en vivo nos sumerge de inmediato en la genialidad de Fulano, con todo el humor incendiario que caracteriza su estilo, al mismo tiempo que preserva su calidez y buen gusto. Una intro envolvente de teclados por parte del maestro Vivanco, para que la batería de Raúl Aliaga y el bajo atronador de Jorge Campos allanen el camino a la voz de Arlette Jequier, cuya onda corona la personalidad suprema de Fulano en toda su forma. Épico, señorial, cargado al rock y a la canción como propósitos de manera genuina. Notable la manera en que Campos le saca la cresta a las cuerdas de su bajo Warwick, manteniendo la solidez con que Fulano avanza y detona su magia.
Fulano, del debut homónimo de Fulano titulado Fulano (1985). Así como nos gusta los juegos gramaticales hasta lo absurdo, su versión en vivo genera algo parecido, al punto de ponernos de cabeza. De la mano de Cristian Crisosto y Rafael Chaparro -este último ingresado en 1999, ocupando el lugar del histórico Jaime Vásquez- el jazz se corona como un impulso de expresión y apertura de posibilidades infinitas, con Arlette apelando a sus recursos vocales con una maestría derechamente brutal. Con qué comba y swing “Fulano”, la canción, resume la fuerza de creación y ejecución de Fulano, la banda.
De la misma forma en que lo hacen Basura -con Jorge Campos liderando la metralla musical- y Arañas de Tribunal (Telas por tu dinero). Esta última escrita por Cristian Crisosto, y cuya atmósfera siniestra con groove infeccioso, rememora la influencia de los mencionados Weather Report incorporada al ADN artístico de un conjunto que marca la diferencia ayer y hoy (“¿estamos grabando todo esto?” pregunta alguien, quizás detrás de la mesa de control, o los mismos músicos… esos detalles que le dan un condimento especial).
Así como los clásicos en vivo adquieren una fuerza descomunal, las inéditas Pinocho en Patolandia y Todas las Ratas de todos los ríos del mundo merecen la atención respectiva a la del catálogo de sus creadores. La primera es una clase magistral de buen gusto y swing hasta la médula, donde la voz de Arlette, con sus matices de blues y soul, descuella en su área como toda una exponente de Primera División. Mientras que “Todas las Ratas…” es un caso distinto y escalofriante, por dos razones. La primera es la autoría exclusiva de Jaime Vivanco, y la segunda es la atmósfera lúgubre con que, en comparación a su “hermana”, se expande como la niebla. Mientras, aparece una cantidad de sonidos y melodías que le dan a la música una estampa avant-garde desde el estómago, remarcando la necesidad de comunicar. Glorioso, con un halo de misterio que se va despejando con los rayos del amanecer.
La deliciosa melodía de Lamentos, con sus espasmos de locura y el “conchetum…!” respondiendo al fraseo de Arlette, es de esos pasajes en que la personalidad rockera de Fulano le da cara a estilos tan viscerales como el thrash metal y el hardcore-punk. Y lo decimos en serio, como también lo pueden asegurar quienes vieron en el sexteto un estandarte de la resistencia cultural durante la dictadura de Augusto Pinochet. Como también es sabido que su original en El Infierno de los Payasos (1993) respondía al regreso de la luz después de 17 años en tinieblas y horror. Un desahogo que, en el directo, resulta brutal a pura calidad y actitud.
Nena, no te vayas a Chimbarongo; no te vayas hoy, ándate mañana. Título extenso para una versión extendida del clásico original de su obra más representativa, la placa doble En el Búnker. Con un enorme solo de batería a cargo del gran Raúl Aliaga -el buen gusto en cada golpe y fill, propio de uno de los mejores bateristas que haya parido Chile- la atención que uno le pone como melómano es equivalente al silencio que nos deja ante tamaña clase magistral. No se malentienda, que esto tiene que ver solamente con experticia técnica, sino por lo que realmente hizo de Fulano una institución durante la época de adversidad: el don de comunicar, y hacerlo apelando a un elemento tan importante como ser buen músico, como lo son el humor y la metáfora. No necesariamente con palabras ni textos profundos, sino con la idea predominante al momento de hacer música.
Encontramos notable la cantidad de cosas que ocurre en “Nena, no te vayas…”, más allá del momento solista de Aliaga en los tarros. Son casi 11 minutos de la mejor música transformándose en una montaña rusa de emociones y voces sonoras; el fulgurante piano de Vivanco, Jorge Campos y su labor en las bajas frecuencias cual locomotora a vapor (el solo que se manda, y en plena gloria!!!), la picardía que le ponen Crisosto y Chaparro a los saxos, Arlette guiando las voces con su timbre repleto de sabor y (mucho) blues… Son once minutos siderales que te dejan en éxtasis de pura música.
En lo breve que es Tango, Arlette aprovecha de descargarse contra el status quo a su manera. Por algo se trata de una voz icónica en Chile, por lo que comunica con un par de palabras y calificativos, dejando la vida si el mensaje lo requiere. De inmediato, la clásica Suite Recoleta, por lejos la obra insigne de Jaime Vivanco como compositor, y con toda razón si el homenaje a su comuna natal -y también en la que dejó el mundo material- lo amerita como parte de su integridad humana. Si la original inicia con la batería de Raúl Aliaga entrando con un fundido, acá irrumpe a patadas con la bravura suficiente para adentrarnos en una de sus maravillas escondidas. Sin duda, de lo más granado y contundente de una selección de versiones definitivas, donde la emoción en el estudio echa fuego en el directo. Todo para la posteridad y la historia.
Las sombras de la dictadura recreadas en 1989 (o esto no es bueno ni malo sino muy por el contrario), tienen su lugar en el repertorio. Tanto en Chile como el resto de Sudamérica sabemos de qué se trata la cosa, y Fulano no tiene empacho en recordarlo hasta el escalofrío, desenrollando una teatralidad musical que mínimo nos pone de rodillas. A destacar la labor de Cristian Crisosto en la flauta, y cómo no si hablamos de uno de los multi-instrumentistas más prestigiosos e innovadores de nuestro país. Todo lo que erige a Fulano como un conjunto de músicos conformación de conservatorio, con una estampa cargada al rock desde la tripa, y dándole frente a un sistema sociopolítico aún manejado al antojo de los funcionarios serviles al régimen militar.
Cerrando el documento -porque eso es en su esencia, mucho más que un álbum en vivo-, una memorable Sentimental Blues, desgarradora hasta para el más rudo y escéptico. Como dijimos más arriba, Arlette es capaz de dar la vida si la canción lo requiere. Y acá lo hace sin dudar, desde el impulso como base artística y con la emoción a flor de piel. Blues puro y duro, con la energía para dejarte como trapero en el suelo tras exprimir todo lo que te queda -o sobra- de humanidad.
Vivo, pese a lo escueto de su nombre, nos cautiva con la energía de una música que cambia de ropa y temperamento sin sacrificar un ápice de su identidad. Es el broche de oro para una carrera impecable, como pocas en la historia de la música chilena. A la vez, un lujo para un circuito escaso de este tipo de registros, lo que acentúa su valor incalculable.
De alguna forma, y descontando un par de reuniones -destaca la que fue registrada en el Teatro Oriente en 2009 y editada en DVD bajo el título “La farsa continúa”- la serie de trabajos y proyectos surgidos durante las siguientes dos décadas -no podemos omitir a Mediabanda, pero esa es otra historia-, he aquí el testamento bienaventurado de Fulano, y en lo principal, el verdadero adiós a Jaime Vivanco. Porque mientras esté la música y los discos sean su testimonio, Fulano y Jaime estarán más VIVOS que nunca.