Tryo en la Sala SCD Plaza Egaña, 22/11/23: Juntos somos uno

Fue un 26 de noviembre de 1987, en un contexto de evento universitario. La primera vez sobre un escenario con el nombre de Tryo. Y con ‘Y’ en vez de ‘i’, una señal de distinción que después de más de 35 años, se volvió la marca registrada de una institución de renombre en Chile y Sudamérica. Y porqué no, de alcance mundial. Desde esa jornada en el ecuador de los ’80 hasta la segunda década del presente siglo, hay un registro con toneladas de eventos que abarcan tanto el territorio chileno como incursiones en el Viejo Continente. Y por supuesto, un catálogo discográfico inaugurado de manera homónima en 1996 y que en 2023 se anota un nuevo triunfo como de la mano de Suramérica. El presente esplendoroso de una agrupación que jamás ha dejado de superar los límites de la convención y llevar su espíritu explorador hacia una firma irrepetible.

Exactamente este 26 de noviembre se cumplen 36 años del estreno en vivo. Y de alguna forma, el contexto del Dia de Santa Cecilia, la Patrona de los músicos, fue lo que ellos mismos denominan ‘una bendición’. Suramérica, su LP estrenado en agosto de este año, refleja el sentido del viaje como forma de vida y pensamiento. Un viaje a través del tiempo y el espacio, con parada actual en la era de los ancestros y portando el estandarte de la música chilena con vocación progresiva y su mezcla entre el filo del rock duro y el buen gusto de su formación docta. No queremos hablar de virtudes, por mucho que lo sean, sino de rasgos propios del ADN artístico que Tryo hace arder en la sangre tanto propia como de sus seguidores iniciados y novatos. Todos son bienvenidos en algún momento de la vida al imaginario cósmico de los porteños.

Puntual a las 21 horas, con el cuarteto liderado por los hermanos Ismael y Francisco Cortez Aguilera, y el baterista Felipe Baldrich es el encargado de dar el arranque con el groove torrencial de “Viaje Cósmico”, la que abre precisamente su anterior álbum Órbitas (2016). Una banda aceitada desde la primera nota, sonando compleja y refrescante como la brisa marina. La guitarra de Ismael y los teclados de Pablo Martínez se hermanan en un sonido luminoso e introspectivo que nos atrapa de inmediato durante el despliegue en directo. El bajo de Francisco, firme y colorido en su andar, mientras Felipe Baldrich en batería expone credenciales en una pegada que combina elegancia y brío cuando la armonía lo requiere. De ahí y casi pegada, “Órbitas” extiende su caudal de espacio-tiempo gravitando sobre la superficie terrestre. Como imagen en movimiento, Tryo tiende sobre el escenario su ropaje complejidad que parece inalcanzable, pero en realidad permite su acceso a quienes abrazan su huella universal.

Si acaso hay un pasaje donde todos los rasgos de Tryo quedan expuestas al disfrute del público, “Crudo” tiene todo eso que en su momento cautivó tanto a seguidores experimentados como a otros más jóvenes que empezaron su gusto por el rock progresivo precisamente con la criatura cósmica de 2016. La influencia de King Crimson aplicada desde la identidad local, donde cada instrumento aprovecha su espacio respectivo sin colorantes ni saborizantes. Y aquí es importante remarcar el trabajo de Francisco Cortez en las bajas frecuencias, un instrumentista que le da al bajo una voz expresiva sin precedentes en Chile. Y si mencionamos a King Crimson como referentes en esta reseña, es porque la influencia del legendario bajista inglés John Wetton fue clave para Francisco en su distintivo sonoro, como una voz cantante con espasmos de rock pesado y formando junto a Felipe Baldrich una base rítmica que crea figuras y paisajes con vida propia.

Terminando la primera parte del repertorio, y siempre sumergidos en los recovecos soñadores de “Órbitas”, una emotiva y poderosa “Condensación”, una pieza dotada de una remarcada ambición musical de corte floydiano. Y, sobretodo, con un coro que la propia banda invita cantar al público poco antes de empezar el capítulo en cuestión. El cambio de estado gaseoso a líquido, y la energía en forma de ‘calor latente’ que genera dicho proceso, en la música se traduce en la unión de fuerzas y convicciones tanto de sus creadores como de quienes se abren a recibir lo mejor de una música que prioriza el viaje al destino. Y eso lo sabe mejor que nadie la gente que repletó tanto la sala SCD de Plaza Egaña como en cualquier recinto o fecha anterior donde el rock aventurero de Tryo deja su marca grabada a fuego. Y con un coro que dice mucho con lo justo en palabras (“juntos somos uno”) y el empuje que se respira en un recinto donde cada detalle se aprecia con perfecta nitidez, no hay otra opción que dejarlo fluir.

 Así llegamos a la siguiente sección del concierto, donde podemos apreciar mucho mejor el ingenio y el talento para concebir piezas de naturaleza extraordinaria. Y si hay una pieza perfecta para iniciar el set acústico, con guitarra acústica, cello y percusiones  de sonoridad étnica, “Puerto” es la indicada por derecho propio. La brisa de Valparaíso, el Puerto Principal, encuentra en el cello de Francisco Cortez su voz intérprete como muy pocos podrían hacerlo, mientras la guitarra de Ismael emula el encanto hipnótico de sus cerros bajando hacia el muelle Prat. Imágenes que evoca la música en la mente, al igual que “Juegos” y su temple más luminoso, el de la inocencia infantil pasando su tarde de juegos en la tradicional Plaza Victoria o en los senderos frondosos del Parque Italia. Un momento de ensueño por lo que representa Tryo para una ciudad mágica que le entrega lo mejor de sí a quienes saben dónde está lo esencial.

Y así como a estas alturas de nuestra nota, la segunda parte de la sección acústica nos presenta una selección de los fundamentales “Dos Mundos” (2002) y “Viajes” (2005), seguramente sus placas más relacionadas con el misterio onírico de un estilo que nutre su paleta con tonos de diversas latitudes. Así es como pasan “Vértigo” y, en especial, “Nimios”, esta última con el contrabajo de Francisco proyectando su voz con efecto para armar junto a Ismael, Pablo y Felipe la atmósfera de sueño y urgencia con que Tryo desafía todas las posibilidades existentes y por haber, incluyendo las autoimpuestas. Hay un trance, una sensación de exploración e introspección que Tryo incorpora a su sello bajo la necesidad de contarnos una historia o expresar un sentimiento al cual es imposible abstraerse. Por ende, en el directo son esas características las que definen la identidad de una agrupación que toma el camino de la vanguardia como un paso más en su búsqueda por donde muchos anhelan seguir sus pasos y pocos lo logran de manera indemne.

Y llegamos a la segunda mitad del concierto, a la del lanzamiento que nos convoca en estos días. Con una intro de trutrucas y sonidos silvestres que la banda replica en vivo con un manejo abrumador, el corte titular hace su entrada de manera imponente. “Nací en el sur profundo, en ese lugar…”, canta Ismael adueñándose del rol con una semblanza a prueba de todo, mientras Francisco lo secunda en las voces mientras el bajo pavimenta el nuevo camino a recorrer. De inmediato, el aire señorial de “Canoeros Celestes” libera el gusto por el rock sinfónico a la usanza de los ‘70s, pero con el gancho propio de las ideas originales. Por cierto, lo que suena Felipe Baldrich en la batería, adjunta la precisión de cada golpe, potente sin saturar, elegante sin gastar energía. Es el momento de apreciar su aporte y evolución como parte del ensamblaje de Tryo, y en el directo están los resultados de su formación y el proceso tanto en el disco como en los ensayos bajo la guía de Felix Carbone, hoy radicado en Francia.

Mientras desfilan “Orillas” y “Nómades”, nos damos el espacio para destacar con toda razón el aporte de Pablo Martínez. Sin duda, figura clave en el propósito de expandir los matices tonales en una banda que se debe a su propia integridad. Y su labor en vivo es un bálsamo de libertad y ambición que a Tryo le sienta de maravilla. Incluso su momento solista en “Canoeros Celestes” tiene los ingredientes propios de un estilo personal que engrandece la esencia de Tryo hacia el techo del Sistema Solar, siempre con esa impronta cinemática que nos permite visionar la realidad de siglos lejanos en una tierra codiciada por el invasor de otras latitudes. Y el complemento con la guitarra de Ismael, y digámoslo así, parece que fuera una hermandad de años y décadas por la fluidez de tamaña simbiosis. Como los Blackmore-Lord, Howe-Wakeman, Box-Hensley, o nuestros Alquinta-Parra. Parámetros, que, por cierto, Tryo reconoce sin empacho y con el orgullo de quien ha pavimentado su propia ruta.

Del mantra angustiante de “La Huida” a la locomotora de rock pesado en “Elementos”, puede haber muchas diferencias y, a la vez, una mística que complementa dichas diferencias. Y es que el recorrido a través de Suramérica nos permite ser testigos de un conjunto en plena forma y dominando sus facultades musicales para invocar el espíritu de un continente indómito. Y la ferocidad de “Danza Rebelde”, donde Felipe Baldrich aplica el sentimiento de tribu en cada golpe, secundado por Ignacio Carvajal en el cultrún y otras percusiones indígenas. Mientras Francisco e Ismael, ambos instrumentistas docentes por vocación y experiencia, toman las trutrucas para recrear el grito combativo de las tribus originarias y la resistencia hasta la sangre. Y ahí es donde nos maravillamos por la cantidad -y contenido- de cosas que transmite la música con sentido y razón, al punto de llevar la rebeldía a niveles intimidantes y, al mismo tiempo, contagiar a quienes abrazan la música concebida desde el estómago mucho más que de la mente.

Y finalizado el repertorio principal, y en retribución tanto a los asistentes como a sus orígenes, el broche de oro viene a través de un medley compuesto por clásicos del la música popular chilena, el el linaje máximo del rock progresivo y lo que solemos llamar ‘clásico’. Lo mejor de lo mejor, uno tras uno; “La Partida” de Víctor Jara, “In The Flesh?” de Pink Floyd, “Siberian Khatru” de Yes, “Peter Gunn” y la intro de “Tarkus” de Emerson, Lake & Palmer, “Behind the Lines” de Genesis, “YYZ” de Rush, “Larks’ Tongues In Aspic pt2” de King Crimson… y el hard rock de los dioses Deep Purple y Led Zeppelin también tienen su presencia asegurada, desde “Highway Star” hasta “Kashmir” y “Moby Dick”, respectivamente. Y es que la base de Tryo, más allá de la experticia y la formación de academia, está en el rock como impulso y motor de lo que vienen haciendo desde aquellas tocatas universitarias en los ‘80s hasta el presente marcado por el fulgor creativo que sorprende y suena con personalidad propia.

Para terminar, debemos volver (por un rato) al pasado, a aquellos días de noviembre de 1987 cuando Tryo, en agradecimiento a la música y su santa patrona, dispuso en medio de los días de estudio sus herramientas de creación y expresión con la crudeza propia de la juventud. De entonces hasta hoy es que la serie de hitos y experiencias en vivo ha hecho del conjunto de la Quinta Región un ejemplo de jerarquía y originalidad, sea en el estudio o en el directo.

Como lo destacamos en la reseña de Suramérica; de Valparaíso a todo un continente. De Chile al infinito del Cosmos, con el conocimiento el Ser y su Nueva Consciencia como prioridad en estos días de incertidumbre. Es el mensaje universal de Tryo hacia quienes unen sus creencias y pensamientos en una comunión que superó hace rato las tres décadas y va por un par de milenios más. Lo vivimos nosotros al navegar nuestras canoas celestes mientras los Elementos bailan con toda la rebeldía del mundo. Cuando juntos somos uno, Tryo nos empapa en la trascendencia de su cosmovisión.



Audiovisual de profesión, melómano por gusto y periodista musical desde el estómago. Amante de la música pesada y el rock de vanguardia, tanto de viejo cuño como lo nuevo. Desconfío de quien reniega de Jimi Hendrix en la música.

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