«Les Chants Magnétiques» de Jean Michel Jarre: Electricidad atmosférica

En 1981 la música electrónica atravesaba un momento de efervescencia: el synthpop se afianzaba en las listas populares y pioneros como Klaus Schulze, Vangelis o Kraftwerk redefinían la música con álbumes conceptuales sobre la vida digital, los viajes interesterales y la ciencia ficción. Jean-Michel Jarre, quien a finales de los 70′ se había consagrado con «Oxygene» (1976) y «Équinoxe» (1978), llegaba a este nuevo contexto como una figura emblemática de la electrónica instrumental.

Tras dedicar aquellos trabajos a evocar la naturaleza –el aire en Oxygene y el agua en Équinoxe–, Jarre decidió cerrar su trilogía de los elementos del planeta con el efecto electromagnético, unido con la interacción del ser humano con la tecnología y el entorno urbano.

Además, el francés estaba interesado por aquellas épocas en el arte de Andy Warhol, influencias que le ayudaron a plasmar su fascinación por la reproducibilidad técnica; todo un homenaje a las máquinas musicales tecnológicas sonoras que alimentaban su creatividad.

De allí nacería «Les Chants Magnétiques«, un juego de palabras que mezcla el significado en francés de “campos” y “cantos” magnéticos. En el resto del mundo, lo conoceríamos como su traducción directa al inglés, «Magnetic Fields» (campos electromagnéticos); llegando en un momento de gran expectativa, buscando renovar su propuesta sonora sin perder la esencia melódica y atmosférica que lo había hecho famoso.

El salto de «Équinoxe» a «Magnetic Fields» supuso una suerte de cambio de rumbo en el estilo del galo, aunque manteniendo su impronta reconocible. Si bien, sus dos trabajos previos habían sentado una base muy sólida con capas densas de sintetizadores y efectos espaciales analógicos, estos campos magnéticos tenían un sonido muchísimo más frío, digital y por momentos rítmicamente más marcado que sus predecesores.

Esta nueva paleta sonora vino dada en gran medida por la adopción de tecnologías emergentes: La llegada de los samplers a comienzos de los 80′ marcó un hito en la forma de hacer música electrónica, cuando Jarre incorporó el carísimo Fairlight CMI –una de las primeras estaciones computarizadas con capacidad de muestreo digital– para enriquecer su paleta sonora. Este novedoso instrumento permitía grabar cualquier sonido (desde ruidos mecánicos hasta voces humanas) y luego reproducirlo tonalmente en un teclado, abriendo posibilidades creativas inéditas.

Jarre fue pionero en el uso de esta tecnología junto a artistas como Peter Gabriel y Kate Bush; empleándola aquí de forma relativamente comedida, a modo de anticipo de experimentos más radicales que desplegaría en su siguiente álbum, «Zoolook» (1984). En todo caso, tampoco abandonó por ello su esencia; de hecho, el álbum conserva estructuras y rasgos melódicos que hacen su estilo inconfundible.

Además del Fairlight, Jarre siguió rodeándose de una nutrida colección de sintetizadores analógicos y equipos que daban personalidad a su sonido. «Magnetic Fields» sigue contando con el ARP 2600 o el EMS VCS3 –sintetizadores modulares responsables de muchos efectos cósmicos del oxígeno equinoccial -, hasta polifónicos de última generación como el Oberheim OB-X o el Sequential Circuits Prophet-5, pasando por la nueva drum machine Korg KR-55, más otros secuenciadores y vocoders.

Pese a contar con tantos recursos sonoros, Jarre optó por una producción más depurada que en el pasado: las mezclas del nuevo trabajo dejan más espacio entre los instrumentos, las capas sonoras se perciben claras y definidas, y la densidad se aligera en favor de la nitidez digital. Esta decisión de producción –posiblemente influenciada por la precisión que ofrecían las nuevas herramientas– da al álbum un carácter menos sinfónico y más ochentoso.

Una de las constantes en Jarre hasta entonces –la alternancia entre pasajes melódicos accesibles y experimentación atmosférica– se mantiene en «Magnetic Fields», aunque con un enfoque distinto. Donde el oxígeno y el equinoccio exploraban sonoridades orgánicas, los campos magnéticos abraza los ruidos de la civilización tecnológica: en sus surcos aparecen trenes, engranajes, metales y máquinas, sampleados y transfigurados musicalmente.

Jarre construye así un puente entre la poesía electrónica de los 70′ y la estética tecnificada de los 80′, logrando un equilibrio entre continuidad y cambio, o familiar y novedoso: reconocemos las secuencias hipnóticas y las grandes melodías típicas del francés, pero presentadas con texturas mecanizadas y cristalinas, con beats más pronunciados.

Este LP -lanzado por Disques Dreyfus en mayo de 1981- aparece apenas semanas después de obras como «Computer World«. Al contrario de los alemanes y su cerebral aproximación de notorio estilo teutón, Jarre tenía la ambición de llevar su música a audiencias masivas alrededor el mundo y hablar todas las lenguas del planeta, cuando a finales de 1981 sería el primer artista occidental en realizar megaconciertos en la China comunista con su nuevo trabajo bajo el brazo.

Electricidad atmosférica

Como obra conceptual, «Magnetic Fields» está construido para ser escuchado de principio a fin, con transiciones fluidas entre sus partes (numeradas del 1 al 5). Al igual que los dos LPs anteriores, El galo juega con la alternancia entre melodías pegadizas y pasajes ambientales, creando un flujo dinámico que mantiene el interés del oyente.

La primera parte ocupa toda la cara A del vinilo original (casi 18 minutos) y en sí misma está dividida en tres movimientos diferenciados. En la cara B le siguen las partes 2, 3, 4 y 5, piezas más breves que funcionan casi como “canciones” individuales dentro del contexto continuo del álbum.

Esta estructura secuencial permite a Jarre explorar distintos estados de ánimo: del beat más bailable al paisaje etéreo, de lo experimental a lo lírico, manteniendo un balance muy característico de su estilo.

La apertura de «Part 1» encapsula en su desarrollo esta filosofía: comienza con secuencias inmediatamaente atractivas al oído y termina disipándose en una especie de ambient, demostrando el dominio del francés con la dinámica, dosificando la tensión y el relax auditivo para mantener la atención. Una épica de aquellas de la electrónica de vanguardia.

Notamos, por ejemplo, la repetición conceptual del francés al insertar tras un tema muy rítmico o melódico, otro más abstracto que actúa de respiro. Así, la vibrante, bailable, pegajosa y pop «Part 2» da paso a la introspectiva «Part 3«, antes de remontar con la emotiva melodía de «Part 4» (que suena, de hecho, muy Kraftwerkiana) y la juguetona coda de la «Part 5«, que casi parece sacada de uno de los niveles del venidero Mario Bros.

El resultado es un álbum cohesivo pero variado, que atrapa tanto por sus estribillos electrónicos memorables como por sus pasajes de exploración tímbrica.

El puente


«Les Chants Magnétiques» es una obra de transición brillante: transición porque marca el paso de Jarre del mundo analógico al digital, amalgamando lo mejor de ambos, y brillante porque lo hace sin perder calidad artística en el camino. El álbum conserva los elementos estructurales y emotivos que definieron al galo de los 70′, a la vez que incorpora una producción más ligera y moderna, acorde a los 80′.

Puede que no tenga la unidad temática tan evidente de los anteriores trabajos, ni el concepto visual tan definido de trabajos posteriores, pero en su aparente heterogeneidad reside su riqueza: es un LP variado, entretenido y a la vez sofisticado, que invita tanto al disfrute despreocupado como al análisis meticuloso que hemos expuesto.

Como te comentamos, el disco brillaría aún más en su transposición en vivo de «Les Concerts en Chine» de 1981. Esa es otra historia, y una muy buena, que puedes seguir aquí.


ProgJazz es un colectivo unido por la amistad nacido en 2007, y que busca difundir música sobre la base del rock progresivo, el jazz, la música de vanguardia y todos sus géneros asociados.

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